NUEVAS ENMIENDAS DE CARMEN DE CASTRO
Mi madre siempre me enmienda. Ha vuelto a hacerlo esta mañana. Andaba yo reunido para el desayuno con Carmen, Sara y ella. Y volvió a salir la historia de mi nacimiento. Me precisó varias cosas: nací en el establo, sí, la vaca estaba cerca, pero no en el mismo sitio. Era el día de San Roque, patrón de la fiesta de Larín, de donde era ella y su familia. Temprano fue a buscar un feixe de erba (un haz de hierba) para la vaca, “e cargueino ó lombo”, luego fue a recoger habas al campo y volvió a casa. Ya percibía intensos dolores. Cuando vio que mi padre se iba a ir a la feria y a la fiesta de San Roque en su bicicleta, le dijo: “Benito, non vaias hoxe a San Roque”. Ante la cara de perplejidad de mi padre, insistió: “Non me atopo ben”. No me encuentro bien. Mi padre se quedó. Haría cosas en las eras, en los campos, en el patatal: se aburría si no hacía algo. Mi madre arregló la casa, limpió aparadores y alacenas, fregó los suelos, y preparó las mantas y las sábanas. Me ha dicho: “En la cama non podía parar, por eso fun para a corte”. Y allí, en el establo, nací hacia las once de la noche cuando moría la fiesta de San Roque. Poco después vino mi abuelo, que vivía cerca, Jesús o do Touciñeiro, que era labrador, tratante de ganado (un ‘feirante’ de los de Cunqueiro, por decirlo así) y además albéitar. “Foi el o primeiro que te colleu nos brazos”, me ha recordado hoy mi madre.
Ese abuelo fue mi favorito siempre: lo seguía en el campo, lo seguía cuando iba al monte con el ganado, cuando lo veía trabajar con la sierra y el martillo. Buscaba su acercanza. Y lo vi con infinito cariño y pesar casi diez años después, cuando se despedía del mundo, mordido por un cáncer, comiendo plátanos y naranjas que mi padre le daba, entre las siete y las ocho de la tarde, después de venir de la cantera donde trabajaba. Él fue el primer muerto de mi familia.
*Esta foto es de Dorothea Lange.
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