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Antón Castro

ESPÍAS: EL OTRO OFICIO MÁS VIEJO DEL MUNDO

ESPÍAS: EL OTRO OFICIO MÁS VIEJO DEL MUNDO

 

 

El historiador aragonés Diego Navarro publica el estudio totalizador ‘¡Espías! Tres milenios de información y secreto’ en el sello Plaza & Valdés

 

A Diego Navarro (Zaragoza, 1972), profesor del departamento de Biblioteconomía y Documentación en la Universidad Carlos III de Madrid, le han atraído desde niño “los asuntos relacionados con la seguridad y la defensa, con la historia militar y con la vida castrense”. Eso le ha llevado a dirigir el Instituto Juan Velázquez de Velasco de investigación en inteligencia para la seguridad y la defensa, y a la redacción de un ambicioso libro, ‘¡Espías! Tres mil años de información y secreto’ ((Plaza y Valdés, Madrid, 2009; 510 páginas) en el que traza “una panorámica histórica de la acción de la inteligencia, no sólo del espionaje, en todos los ámbitos de la acción del poder”.

Para Diego Navarro los espías existen desde siempre. “Son una constante atemporal. En cualquier época, lugar y bajo cualquier tipo de organización o régimen político la necesidad de obtener información, secreta, reservada o abierta, que mejorase las capacidades militares y aumentase las ventajas económicas o políticas y diplomáticas, fue consustancial a la Historia de la Humanidad”, explica. Este libro dividido en cinco partes, que incluye una conclusión final o corolario, intenta responder a esa “atracción por lo oculto, por el misterio morboso de una actividad que, según un viejo dicho, es la segunda profesión más antigua del mundo” porque siempre ha sido necesario “afrontar necesidades de información de las carencias, de las capacidades y de las intenciones tanto de enemigos como de posibles aliados. De ahí la célebre expresión del Duque de Wellington: ‘Conocer con anticipación lo que hay al otro lado de la colina”.

Diego Navarro realiza un repaso histórico, aborda los métodos de trabajo, analiza “las señales, comunicaciones y documentos”, y también describe y registra la variadísima fauna del espionaje: exploradores, indígenas, ingenieros, desertores, prisioneros, embajadores, secretarios, diplomáticos, mujeres osadas o escritores. El Siglo de Oro ha sido especialmente fértil en escritores-espías. “Fernando Martínez Laínez es autor de un libro que se titula así: ‘Escritores espías’. En él se pasa revista a la clásica vinculación que han mantenido la literatura y los servicios secretos. Escritores como Geofrey Chaucer, Francisco de Quevedo, Christopher Marlowe, Daniel Defoe y, ya en pleno siglo XX, los archiconocidos como Baden Powell, Graham Greene, Ian Fleming, John Le Carré, etc., han desarrollado su labor literaria en paralelo o tras haber pasado por diversos cargos en servicios de inteligencia”. También destaca el caso de dos viajeros y escritores: “Domingo Badía, Alí Bey, y, sobre todo, el increíble Capitán Burton, políglota y ejemplo típico de oficial británico, producto de la época del Gran Juego en Asia, son realmente sorprendentes y paradigmáticos”.

El siglo XX es el siglo del espionaje “con su carga de tensiones geopolíticas, sus dos guerras mundiales. etc. Sus conflictos armados de larga duración han propiciado un punto de inflexión en la sistematización de la actividad de inteligencia. El frente secreto de la información y de los espías fue tan importante como las propias trincheras y el agente secreto constituyó un factor muchas veces determinante en la consecución de éxitos militares, diplomáticos y económicos. Además, se ha estudiado con más profundidad y detalle; conocemos más datos de los grandes y las grandes espías del siglo XX, influjo evidente también del cine y la literatura”.

 

Tecnología, amor y héroes

Diego Navarro matiza de inmediato que no hay nada nuevo bajo el sol tampoco en este tema. “Puede cambiar la tecnología. Sin embargo, los fundamentos nucleares de la inteligencia -obtener información, procesarla y tratar de alcanzar una ventaja competitiva frente al enemigo- siguen siendo los mismos que hace milenios. Y es el espía, el agente secreto, la inteligencia humana los que tan apenas han variado: ver, contemplar, obtener información sin ser visto”. Considera que el triunfo de Mata Hari (a la que califica como “una pésima agente”) y el de James son iconos que “se han mantenido imbatibles hasta nuestros días. Sigue existiendo una imagen deformada, muy limitada por estos estereotipos cinematográficos y literarios”.

Del binomio espionaje y amor destaca la historia de  La Malinche y Hernán Cortés, la del ambiguo Caballero D´Eon, agente de Luis XV, y Catalina de Rusia a mediados del siglo XVIII, y a la propia Margarita Zelle (Mata Hari) con sus numerosos amantes. “Sin embargo –dice-, me siguen despertando mucho interés los prácticamente anónimos agentes de las llamadas, en los siglos XVI y XVII, ‘inteligencias secretas’. Mi preferido es el primer espía mayor de la Corte y superintendente general de las inteligencias secretas, Juan Velázquez de Velasco, que fue nombrado en 1598 después de una larga trayectoria como militar de frontera en Fuenterrabía. También hay historias tremendas como la del espía israelí Ely Cohen, descubierto y ahorcado en la plaza de Damasco; la historia de nuestro sorprendente Juan Pujol ‘Garbo’, el único que fue condecorado por británicos y alemanes después de su exitosa acción de engaño antes del Desembarco de Normandía”.

De Aragón evoca los ‘legatus’ o enviados especiales para controlar las fronteras de Navarra, los espías de la Guerra de la Independencia y “los numerosos guerrilleros y agentes de información, anarquistas aragoneses como un primo hermano de mi abuelo, integrado en el Servicio de Información Especial Periférico dependiente del Estado Mayor Republicano durante la Guerra Civil”. 

*Uno de los retratos de Mata-Hari.

 

 

 

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