DIÁLOGOS: RAMIRO PINILLA
"Los terroristas de ETA no leen novelas
y yo soy para ellos un autor inofensivo"
Ramiro Pinilla rescata la novela 'Las ciegas hormigas' (Tusquets), el premio Nadal de hace cincuenta años y premio de la Crítica de 1961. Narra la historia de Sabas Jáuregui y sus hijos.
LA MADRE
"Mi madre era zaragozana, se trasladó a Bilbao y fue una de las primeras mujeres que trabajó en una empresa"
LA NOVELA
"Las ciegas hormigas' fue como un estallido de libertad. Tenía un contenido social fuerte"
EL MENSAJE
"Hablo del esfuerzo humano por sobrevivir. Con cualquiera de nuestras vidas podemos hacer novelas épicas"
LA ESCRITURA
"Las novelas contemporáneas ya no son decisivas para la marcha de los pueblos. Mi voz es poco peligrosa"
ENTREVISTA
Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923) está viviendo una segunda o una tercera juventud. Hijo y nieto de aragonesas de Zaragoza, confiesa que "nunca he estado en la ciudad de mi madre y de mi abuela, que llegaron a Bilbao hacia 1915. Mi abuela llegó con cuatro hijos y mi madre se empleó en una oficina. Fue de las primeras mujeres que trabajaron en Bilbao en una empresa -dice-. A mí nunca me han gustado las ciudades: a los 27 años me vine a Getxo a una casa aislada, en el campo, cerca de la playa. Ahora, a mis 86, vivo solo. Vivo la escritura como un placer, un deber y una responsabilidad, y apenas puedo leer. Leo los periódicos. Escribo a bolígrafo, luego paso a limpio en ordenador, y algunos fines de semana salgo de casa y voy a ver a mi novia". Ramiro Pinilla acaba de reeditar algo así como un libro maldito: 'Las ciegas hormigas' (Tusquets, 2010), que ganó en 1960 el Premio Nadal y al año siguiente el Premio de la Crítica, y "había estado secuestrado" durante años por Destino.
Creo que el libro está basado en un hecho real…
Sí, en 1929 embarrancó aquí, cerca de la playa de Getxo a la que yo vengo, un barco inglés y se desparramó toda su carga de carbón entre las peñas. Pero todo lo demás es ficción…
¿Por qué fue tan importante esa novela para usted?
Porque fue como un estallido de libertad. Yo escribí ese libro sin la esperanza de que se publicase y volqué en él todo mi pensamiento, lo que yo pensaba de la sociedad, del país y de mí mismo. Es un libro que tenía un contenido social fuerte; no es un panfleto, ni mucho menos. Yo no digo en él que Franco sea un impresentable o un cabrón, sencillamente porque el libro no me lo pedía.
¿Por qué pensó que no se iba a publicar, entonces?
No lo sé. Era algo que estaba en mi subconsciente, yo no pensaba que se iba a aceptar con facilidad. No era un diario, ni unas memorias, era una novela de acción exterior, muy elaborada e intensa.
Y le dieron el premio Nadal.
Yo padecía una timidez incurable, y me quedé muy afectado con el impacto. No sabía hablar. Piense que me había escapado de la ciudad, de Bilbao, al campo. Trabajaba de administrador en una fábrica de gas y redactaba textos de los cromos Fer. Lo pasé fatal. Cuando se presentó la novela en Getxo, fui incapaz de decir ni una palabra.
'Las ciegas hormigas' tuvo éxito inmediato, ¿no? TVE quiso hacer una serie con la novela.
Eso me dijeron en Destino. Pregunté cuánto me iban a pagar y me dijeron que 15.000 pesetas (90 euros). La cifra me pareció humillante, y pedí que lo dejasen estar. Poco después apareció por Getxo una televisión alemana que estaba rodando una serie inspirada en el libro. Cuando se enteraron de que yo no había dado permiso, se pusieron muy nerviosos. No podían entender qué había ocurrido. Nunca he visto la serie.
Hablemos de los aspectos literarios del libro: por el uso de tantos monólogos se percibe la huella de 'Mientras agonizo' de William Faulkner.
Yo lo había leído y era un escritor que me había conmovido especialmente. Algún tiempo atrás yo había publicado una novela breve, 'El ídolo' (1957), en la revista de los jesuitas, en doce entregas. Era una novela sencilla, noña. Hasta entonces yo leía a Robert Louis Stevenson, a Darwin, me interesaba mucho la ciencia. Después leí a Faulkner, y fue el descubrimiento de un estilo: era lo que quería, lo que buscaba y necesitaba. En él encontré, insisto, un estilo épico y una maestría incuestionable en el arte de saber narrar.
'Las ciegas hormigas' es una novela esencialmente épica…
Desde luego. Sabas Jáuregui, el padre de la familia y protagonista, es el eje de todo el libro y es un hombre épico. El mensaje de la novela en el fondo es ese: hablo del esfuerzo humano por sobrevivir. Todos los ciudadanos somos épicos. Con cualquiera de nuestras vidas podemos hacer novelas épicas. Piense en tantas historias, íntimas, secretas y terribles, de la guerra y la posguerra de los españoles; piense en el exilio, la lucha por la dignidad, el hambre, la violencia, la humillación…
Ese personaje tan poderoso, Sabas, padre de cinco hijos, ¿tiene algún antecedente, está basado en alguien conocido por usted?
Está basado en un amigo mío que era así, que predicaba con el ejemplo. Fue primero un compañero de adolescencia: me enseñaba a pescar, a subir a los árboles, a conocer los secretos del huerto y de los pájaros. Era un tipo apasionante, y todo lo hacía de manera sosegada, disfrutando. Siempre.
¿Por qué establece ese diálogo constante entre supervivencia y fatalidad?
Sabas no cree en Dios. Yo tampoco. El sacerdote del libro se asombra de que sea como es -"es un buen hombre", dice-, sin que obedezca las leyes de Dios. Sabas hace lo que hace para salvar su dignidad y su ética, y logra sobrevivir a base de luchar. Cree en la vida, y por eso arrastra con él a sus hijos en la búsqueda del carbón.
¿Cómo vive esta segunda o tercera juventud tras el éxito de la trilogía 'Verdes valles, colinas rojas' (Tusquets), una reflexión sobre el nacionalismo vasco?
Yo creo que es más bien una novela sobre el País Vasco. Es una trilogía sobre dos temas de los se ha hablado mucho sus fundadores y promotores. Me refieron a la industrialización y a las minas. Yo no hablo de la burguesía tradicional, hablo de los obreros que vivían en condiciones de esclavitud.
Usted es crítico con el nacionalismo. ¿No teme a las balas?
Desde luego, pero es una crítica a muchas otras cosas. Al fin y al cabo, mi voz es poco peligrosa. Los terroristas de ETA no leen novelas y yo soy, para ellos, un autor inofensivo e insignificante. Las novelas, al menos las novelas contemporáneas, no son decisivas para la marcha de los pueblos, pero para mí sería un cargo de conciencia que ahora que tengo tiempo no escribiese todo lo que pueda en los últimos años de mi vida.
*Esta entrevista se publicó ayer en 'Heraldo de Aragón': hablé por teléfono con Ramiro Pinilla y fue un hombre encantador y amable.
1 comentario
Emilio -
Saludos.