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Antón Castro

LA CIUDAD AIREADA

 

Salgo hacia Huesca la mañana del viernes. Paseo, gracias a la radio, por Sedano, el pueblo veraniego de Miguel Delibes: me imagino el río, el románico castellano, el páramo casi lunar y ocre en la tarde del cazador. Y me desplazo, gracias a Carlos de Hita, al parque de Doñana y a África con los sonidos que captó Félix Rodríguez de la Fuente, aquel naturalista de voz engolada y una pasión invencible por la naturaleza y sus criaturas. Alguien recuerda qué tipo de cazador era Delibes: podía disparar a esos pequeños seres que componen un bodegón de Arellano o de Sánchez Cotán, como la perdiz roja, pero no soportaba la mirada estupefacta y glacial de una corza abatida entre la enramada. En el palacio de Congresos de Huesca, el dibujante Enrique Flores, Montse Domínguez, director de ‘A vivir que son dos días’, y el cronista José Martí Gómez hablaban de viajes, de historias eternas del periodismo y de atracadores. Albert Rueda, un sabio de internet móvil y de e-books, ultimaba su puesta a punto: quería enseñar el iPad tan esperado (era broma) para leerlo casi todo, incluso a oscuras. Petón divertía con sus historias de fútbol y, con sutileza, renunciaba a su poderoso carisma para que se lucieran los otros. Fernando García Mongay volvía a triunfar con su equipo y sonreía a una reportera: Celia. Sus fiestas del periodismo digital se cuentan por éxitos y por una constante ampliación del campo de batalla. Javier Rioyo, tras anunciar el paulatino fin de la era Gutenberg, se fue de exposiciones: en el CDAN habló de su documental sobre Pepín Bello. ‘Preferiría no hacerlo’ y vio la muestra sobre la basura; se trasladó a ver la ‘Obra gráfica’ de Katia Acín, pasó por la librería Anónima, de Chema, Ana y Marta, y adquirió ‘En ese cielo oscuro’ de Sol Acín. Se despidió de de las ‘pajaritas’ de Acín con una frase de Pepín Bello: Huesca es una ciudad aireada bajo el anchuroso cielo.

*Foto de archivo de internet: Luis Lles, Samantha Appleton y Fernando García Mongay.

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