JOSÉ ANTONIO LABORDETA
En Aragón, las cosas y la historia tenían nombre, trayecto y leyenda, pero de pronto apareció él con su voz de trueno y de sementera, con la garganta herida por la injusticia y el dolor, y puso acento y canto a las ancianas que se morían de soledad y de nostalgia, a las masías colgadas del atardecer y del collado, a los leñeros, al hombre sigiloso que va y viene del tajo a sus asuntos. Ese hombre lucía ya bigote y la gallardía de un viejo campesino: cantaba alto y fuerte, cantaba por todos. Ese grito era la prolongación de su condición de poeta y novelista, de memorialista, de viajero por los intersticios de la historia. En ese canto estaba su autobiografía –el eco del palacio de los Gabarda, su hermano Miguel encelado con sus poetas chinos favoritos, el río y la Zaragoza secreta de burdeles y garitos, la pasión por la juncal Juana- y su afirmación en la aldea, en el pequeño país de polvo, viento, niebla y sol. Aquel señor, capaz de aunar la cólera y la ternura y la timidez como nadie, aquel trovador del páramo se convirtió en un símbolo, en un amigo, en un ciudadano imprescindible que siguió a lo suyo: consolidó la tarea del héroe con un infinito mar de amor que nos inundó a casi todos. Este martes, el peregrino con la mochila al hombro, el político tan accidental como apasionado, el ciudadano que salió a la calle una y mil veces para estar codo a codo con los suyos será nombrado ‘Doctor Honoris Causa’ por la Universidad de Zaragoza. Por una vez, sin rubor alguno, este territorio de todas las insidias se reconoce en uno de los suyos, y le elige como se elige una perla o un diamante en medio de un tesoro. Y le devuelve su abrazo armado. Ese juglar, José Antonio Labordeta, ha cantado con todos y para todos sin temor a quedar sin voz ni a morir en el terco combate de la rebeldía.
*Este texto apareció ayer en mi sección ‘Cuentos de domingo’ en Heraldo de Aragón.
4 comentarios
Manuel M. Mateo -
Ruiz -
gonzalo villar -
Elías Moro -
Labordeta es una voz que a quien esto suscribe, le ha acompañado con su rotunda sinceridad, con su verdad sin dobleces, desde que la escuchó por primera vez, hace ya -ay- muchos años.
Como se decía antes, un tío hecho y derecho.
Un honor, sin duda, para la Universidad.
Abrazos.