AMOR Y MUERTE: UN MURAL DE LUIS DÍEZ
El limbo de nieve que precede al fin
Luis Díez inauguraba el pasado martes un gran mural de 60 metros cuadrados, ‘Vida y muerte son lesbianas’, en el Espacio Tránsito del Centro de Historia
Luis Díez (Zaragoza, 1978) es un artista de inspiración hiperrealista que ha realizado varias exposiciones, ha pintado a personajes vinculados con el mundo de la música, ha diseñado portadas de Bronski o Nacho Vegas, entre otros, y ha desarrollado el atrezzo de la gira de ‘El viaje a ninguna parte’ de Enrique Bunbury de 2004. Desde hace unos días se enfrenta a uno de los proyectos más ambiciosos de su trayectoria: un mural de 60 metros cuadrados en el Espacio Tránsito del Centro de Historia de Zaragoza. La obra, cuya ejecución ha grabado en vídeo y ha capturado con su cámara fotográfica Gustaff Choos, se inauguró el pasado martes y responde a un título tan atractivo como insólito: ‘Vida y muerte son lesbianas’.
“Acababa de redactar un proyecto para el IV Espacio de la Diputación de Zaragoza en torno a ‘Moby Dick’, la novela de Herman Melville, un libro sobre el frío, el mar, la aventura y el gran pez, un libro repleto de experiencias, de filosofía, un libro de máxima actualidad sobre el bien y el mal, la vida y la muerte. Empecé a pensar en la muerte, y decidí enfrentarme a ella en un proyecto artístico”, recuerda Luis Díez. De golpe le invitaron a hacer el mural, y comprobó que la muerte se había convertido en una obsesión y en un desafío.
Aceptó el encargo, “es la primera vez que hago un mural así; yo estoy acostumbrado a realizar cuadros y he colaborado activamente en la muestra sobre Grabaciones en el mar”, y creyó que era “el momento de profundizar en este asunto. A mí siempre me han interesado los temas morbosos: la homosexualidad, el terror, las drogas, lo inquietante, la obra de autores como Dennis Cooper, J. T. Leroy, Kathy Acker, que también tienen un halo de ingenuidad y a la vez entroncan con ‘el lado más salvaje de la vida’ que cantaba Lou Reed”. Señala Luis Díez que, por otra parte, le atraen el mundo de los autores de la ‘beat generation’ (Allen Ginsberg, Kerouac, Burroughs), la novela negra de autores como Jim Thompson, películas como ‘Drugstore cowboy”. “Me confieso un enamorado de la belleza, que es una auténtica religión para mí”, apostilla.
Con todo este bagaje de incitaciones, Luis Díez ha querido pintar una obra que explora ese instante decisivo que te sitúa en el túnel de la luz, donde “el ser humano no sabe bien si está muerto o está vivo, si debe asumirlo o evitarlo y huir, esa milésima de segundo en que todo se agolpa y no sabes con certeza dónde estás y si hay retroceso. Ese instante que se parece al coma y que, en mi caso, dado que soy vitalista y quiero vivir, tiene mucho que ver con aferrarse a la luz de la vida”. Para representar ese asunto, Luis Díez ha elegido una figura central, una mujer de rojo, semidesnuda, con un seno al aire, y la ha rodeado de distintas criaturas, figurativas y metafóricas, que sirven para contar historias complementarias, casi a modo de coro.
Añade el artista: “Yo he elegido una pintura realista porque me siento muy identificada con ella. Por sus miradas, por sus gestos, por la capacidad de trazar manos intensas, cuerpos tensos, etc. Ese mundo me resulta más cercano que la abstracción. Esta obra es también una defensa de la pintura”.
Alude a Velázquez para explicar sus intenciones. Dice que cuando alguien se acerca a los cuadros del pintor sevillano ve las manchas, las texturas, las imperfecciones, los minuciosos trazos, y que cuando se aleja de la pieza se ve una obra casi fotográfica que se aproxima al hiperrealismo. “Yo quería que esta obra fuese pintura. Pintura, con acrílico y carboncillo. Auténtica pintura, con sus gotas, con sus manchas, con la fuerza y el nervio de la pintura, al servicio de una historia y de una trama dramática que siempre completa el espectador”. Además de la figura central, hay otras que añaden detalles: una joven con una bola de luz entre las manos, un joven que muestra su torso estremecido, dos muchachos que meditan sobre la voluntad y la capacidad de elegir y de decidir. A esas figuras, les añade golondrinas, celajes de rojizas sombras, otras criaturas apenas bosquejadas, y frases del tipo: “Como un lobo él sólo puede gruñir’ o “No dejes que la nieve entre en tus venas”.
El conjunto se completa con una escultura-bodegón, una ‘vanitas’ barroca, con una calavera y un pájaro. Varios espejos colgados forman parte del escenario y a la vez, con sutiles movimientos, sirven para que el espectador pueda leer mejor las frases. El fotógrafo Gustaff Choos dice: “He asistido al proceso durante varios días, y me ha sorprendido mucho la minuciosidad, la paciencia, los esfuerzos para conseguir un volumen. Pinta y repinta una y otra vez hasta conseguir el efecto que quiere”. Ese proceso también forma parte del proyecto mediante una pantalla de vídeo.
Luis Díez explica el título: “Arranca de una canción de Javier Corcobado. En esa milésima de segundo, o limbo de nieve en que todo se decide, vivir o morir, la vida y la muerte tienen una relación de amor que dura poco; se aman, se odian, se poseen, se repelen. Una relación lésbica. El mural propone una historia entera, impresa sobre una pared efímera”.
*Estas fotos son del zaragozano Gustaff Choos.
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Blanca -