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Antón Castro

LA PINTURA, SEGÚN MINGOTE Y MARINA

 

Marina y Mingote recrean

la memoria universal del arte

 

Publican una ‘Historia de la pintura’ (Espasa) en dos ediciones: una en gran formato y otra para niños, ambas profusamente ilustradas

José Antonio Marina es un hombre curioso que defiende la inteligencia creadora en todas sus formas. Dice: “No soy un historiador. Soy un aventurero, un buscador de tesoros, un explorador, un detective”. Ahora publica, con ilustraciones de Antonio Mingote, un aragonés nacido en Sitges en 1919, ‘Historia de la pintura’ (Espasa, 2010), que intenta desvelar “la pasión por pintar”, “el inagotable impulso que mueve a los pintores a pintar”. Agrega: “En este libro quiero contar como la Humanidad ha intentado satisfacer uno de sus apremiantes y complejos deseos: conjurar a los dioses mediante imágenes, representar la realidad, jugar con líneas y colores, recordar los momentos perdidos, demostrar la habilidad personal, provocar una experiencia estética, crear belleza”.

En realidad, este trabajo se publica en dos formatos: en una colección para niños (que incluye enlaces con páginas web sobre pintores) y en un libro de gran formato. Marina recorre todos los periodos, desde los inicios, cuando empezó a constatarse que la pintura es un objeto mágico y el pintor un mago. Recorre los primeros pobladores del mundo, el antiguo Egipto, la Creta del minotauro y la Grecia del canon y del escorzo, la Grecia de los pintores Zeuxis y Apeles. Dice Marina: “Apeles fue el pintor de Alejandro Magno, del que se cuenta que solo se dejaba retratar por él y que iba a visitarle todos los días al taller”. Los griegos identificaban lo bello y lo bueno. De aquí que Platón pensara “que el alma asciende desde la contemplación de los cuerpos bellos, a la contemplación de las almas bellas, hasta llegar a la Belleza en sí”.

El detective Marina tras viajar a Roma, donde “pintaban feos a los feos”, va en pos de los pintores lejanos de India, China y Japón, los artistas sin prisa, que entendían su oficio como “una manera de perfeccionarse interiormente. (…) Pintar se convierte en una actividad espiritual”. Marina cita al tenaz Hokusai, que decía: “¡Qué bien voy a dibujar cuando tenga ciento diez años!”.

Marina, que siempre está dando definiciones del arte, describe la atmósfera y se acerca a “los primeros reporteros” de la Edad Media, aquellos ilustradores de libros “que dibujaron la realidad en que vivían” y que dejaron fabulosos testimonios sobre la construcción de catedrales. Aborda figuras como Giotto, al que Alberti le dedicó un poema; era amigo de Dante y del pintor Simone Martini, quien hizo “al parecer, el retrato de Laura, la mujer que inmortalizó Petrarca en sus poemas”. En ese capítulo aprovecha para elogiar a su compañero de viaje Antonio Mingote: “Cada uno de los dibujos de Antonio Mingote que ‘ilustran’ este texto es un alarde de síntesis. Funcionan como un muelle. Cuando lo comprimimos, su energía está especialmente concentrada Pero estalla en cuanto le dejamos. En el caso de los dibujos, en el momento de comprenderlos”.

Visita aquella concentración de genios y de rivalidades del Renacimiento (Miguel Ángel, Tiziano, Rafael, Leonardo da Vinci, Giorgone), artistas que parecían seguir una máxima: “Somos aquello que queremos ser”. Matiza: “Este sentimiento de poder es el secreto de la vitalidad del Renacimiento. De su afán liberador”. Presenta a otros pintores: dice que “El Greco habría sido un estupendo pintor de fantasmas”; recorre El Prado, donde se acuerda que Gracián escribió: “Velázquez pintaba a lo valentón”; dialoga con Vermeer y Durero, se cita con Goya –dice: “Goya, buen dibujante, es un adelantado del triunfo del color, de la mancha…”- y la revolución, con Ingres, Delacroix y Gericault, entre otros, e incluso se asoma al lago de nenúfares de Monet, y al mundo de los impresionistas: Renoir, Pisarro, Degas, Sisley. “Hay también dos mujeres, Berthe Morisot y Marie Cassart”, recuerda.

El ‘tour’ estético sigue, en compañía de los peculiares trazos de Mingote, y el espectáculo de la creación plástica llega hasta Miró, Picasso, Duchamp o Joseph Beuys, que dijo: “Cada hombre es un artista”. He aquí un manual entretenido, erudito y profundo para niños y mayores, destinado a amar la pintura apasionadamente, al que Antonio Mingote, criado en Teruel, le da coherencia gráfica y en el que rinde homenaje a los grandes cuadros de todos los tiempos. (Este texto apareció ayer viernes en ’Heraldo de Aragón’)

 

 

 

3 comentarios

gonzalo villar -

entre mnis libros, los que más quiero son aquellos sobre pintura.

Marcos Callau -

Muy buena idea publicar esta "Historia de la pintura" tan curiosa y un acierto hacerla también para niños.

Montsserrat Sala Porta -

Un libro sin duda recomendable para el entretenimiento de grandes i pequeños y para culturizar a todos en el arte pictórico. Intemaré por lo menos verlo i si puedo comprarlo.