LECTURA DE 'VIVIR DEL AIRE'
El poeta y editor Ignacio Escuín Borao publica una reseña de mi poemario Vivir del aire en el último número de la revista Turia. Me la manda cortésmente el propio autor, a petición mía, y la cuelgo aquí.
Hacia la inalcanzable montaña
Por Ignacio ESCUÍN BORAO
Cuando aseveramos que Vivir del aire es el primer libro de poemas de Antón Castro un sentimiento de extrañeza nos recorre, pues todos lo reconocemos desde hace tiempo como poeta en nuestro imaginario literario. Esta extrañeza radica en que Antón Castro, poseedor de un alma poética incuestionable, ha sido defensor y cultivador del poema en prosa desde que comenzó a escribir (tanto en prensa como en sus libros publicados hasta la fecha). El poema en prosa es un elemento desconcertante y “singular” en el universo poético y aunque algunos referentes del propio autor como Cernuda (y ese Ocnos eterno que resurge siempre que se habla de este tipo de poema) y Aleixandre lo han convertido en algo excepcional y a ello ha seguido la aceptación de este tipo de poema por las nuevas generaciones convirtiéndolo casi en un elemento “de moda” (de la mano de Pablo García Casado, Dionisio Cañas y José Ángel Cilleruelo o los aragoneses Manuel Vilas y Ángel Petisme —por citar algunos—) sigue siendo un “extraño” para muchos lectores.
Antón Castro bucea en Vivir del aire en la poesía sentimental (“Estoy feliz así. En ese instante cuando el mundo / se desmaya […] y me digo a mí mismo que, algunas veces, el mejor sonido / es el del silencio, el de la respiración de dos que se aman / y escuchan la música del corazón sin saber si despertarán”) sin caer en los excesos de lo que se ha denominado “nueva sentimentalidad”, esa poesía de la experiencia que alardea de las conquistas y los raptos de amor. Su sentimentalidad poética ahonda en la lírica tradicional, en el posromanticismo y en la herida de Cernuda (tan presente en el libro como para hacer referencia a él en varias ocasiones), los versos contenidos de Valente o lo reflexivo y existencialista de Gil de Biedma. Este es el libro de un lector de poesía incansable. Cada una de las lecturas realizadas, y son muchas, hacen mejor este primer libro que es singular también por ello. Pocas veces un primer libro de poemas contiene tanto en su interior. Aunque quizá hablar de primer libro de poemas en el caso del autor que aquí nos ocupa sea una manera de decir alejada de toda realidad, pues ha hecho poesía en cada uno de los libros que ha publicado hasta la fecha, y también son unos cuantos.
La poesía de Antón Castro tiene también mucho de los demás géneros que él practica, es decir, al igual que la poesía se ha colado en toda su obra, lo narrativo que tan bien define al autor está presente en este libro (como observará el lector en poemas como “Memoria del crimen”, “Dublín” —poema en el que nos detendremos más adelante— o “El poeta interrumpido” que acaso guarda en su interior el verso más contundente del poemario: “El miedo iguala a los poetas con los demás hombres”). Pero ese híbrido que tan bien realiza está medido, controlado, y permite solo su presencia cuando el poema lo requiere. Uno de los momentos capitales del libro, si no el más intenso, se enuncia a través del poema titulado “Dublín”. El mismo Dublín escrito por Joyce (“Había repasado las páginas de James Joyce: hubo un tiempo de incertidumbre / en que soñaba con sus poemas manzanas, con su obsceno amor / hacia Nora Barnacle”) y reescrito por Jordi Doce o Antonio Méndez Rubio, pero acaso enriquecido por otras miradas mezcladas a la perfección, como la de Borges hacia su Islandia (Dice Borges: “Islandia, te he soñado largamente”, y dice Antón Castro: “Muchas veces había soñado con Irlanda”). Aquí aparecen de nuevo las lecturas del poeta, el depurado uso del lenguaje y su gusto por la belleza.
Existe cierta mitificación del autor hacia la poesía, como bien explica fruto de sus deseos de juventud, que le eleva a un respetuoso uso de las palabras y de las cadencias sonoras. El buen gusto y la elegancia planean sobre el poemario y se hacen verso en ese poema que cierra el libro y que le da nombre, una especie de poética (poema—poética, más concretamente) en el que las razones de vida y poesía se entrecruzan: “Sueño que la felicidad que ansío está en todo: en cuanto me ve al pasar, la cigüeña que despliega sus alas en el torreón, en medio de la corriente, en el pato que anda, vuela y nada en el Canal antes de ocultarse bajo el tronco de un gran abedul”. Y hay un sueño latente que compartirá el lector, esa sensación de ligereza que se alcanza tras finalizar la lectura del libro: “dejarse ir, hacia la inalcanzable montaña de nieve, con las manos en los bolsillos…”. Quizá sea esta la mejor definición de la felicidad escrita hasta la fecha.
* Antón Castro, Vivir del aire, Olifante, Colección Pepeles de Trsmoz, Zaragoza, 2010, 53 páginas. (En las fotos, Luis Cernuda y Nora Barnacle).
3 comentarios
Chesús -
Precioso poema ese de Dublín, y hermoso libro, Antón. ¡Enhorabuena!
Vicente -
Marcos Callau -