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Antón Castro

MICRORRELATOS DE ELÍAS MORO

7 DESLICES

Micorrelatos de Elías MORO

Para Pilar Galán y Marino González,

por sus desvelos y consejos.

 

 

Pérdida de facultades

Esta mañana, mientras paseaba tranquilamente satisfecho del deber cumplido, que el hacer las cosas bien da tranquilidad de espíritu, he tenido la prueba más palpable de lo que me vienen anunciando mis conocidos desde hace tiempo acerca de una merma alarmante en mis facultades en lo tocante a mi trabajo.

Yo no les hacía caso, creía que lo decían para picarme.

Pero no, qué va, hablaban en serio; hoy me cruzado en la calle con el hombre que, estaba seguro, maté ayer.

 

 

Error de cálculo

Yo creo que todo este escándalo está fuera de lugar.

Total, por un chino.

La verdad, yo pensé que entre mil y pico de millones, uno menos no se iba a notar.

Pero ya veo que sí.

 

 

Sin motivo

Lo maté sin motivo, solamente porque sí.

¿Por qué no?

 

 

Forense

No, no, amigo; aquí, el que entra muerto, sale muerto.

Así que no me vengas con el cuento de que estabas cataléptico.

 

Fue inútil

Nada más verme, echó a correr todo lo que daba de sí.

Que no era mucho, todo hay que decirlo.

Lo alcancé de dos zancadas y lo tiré por el precipicio.

A él y a las muletas.

 

Te doy mi palabra

Después de una noche memorable de champán y sexo, y mientras la veía vestirse, le dije en un arranque de romanticismo:

-Un día de éstos, te voy a matar a polvos, tienes mi palabra.

-Ya, contestó ella riendo. Habrá que ver si tienes huevos pa tanta tortilla, remató, siguiendo la estela romántica de la conversación.

Y se fue tan tranquila la tía, con esa risita tonta que me pone de los nervios.

Así que cuando bajó a la calle tan campante, sospecho que riéndose todavía, salí al balcón con el saco de cemento y se lo lancé encima desde el noveno piso.

Acerté, por supuesto.

Yo siempre cumplo mi palabra, pregunte usted por ahí a ver si es mentira.

 

Beato

Toda la vida dando la tabarra con el paraíso en la otra vida a la diestra del Señor, la felicidad eterna y esas mandangas de vírgenes y angelitos, y cuando le quise mandar allí con ellos, se resistió como un loco.

No hay quien entienda a estos fanáticos.

 

 

*Ese escritor estupendo, y mejor amigo apenas entrevisto, Elías Moro, con parada y fonda en Mérida, autor del blog El juego de la taba, me envía estos siete microcuentos. Dentro de poco, en Calambur, Elías publicará una selección de sus textos del blog: poemas, relatos, aforismos, impresiones, etc. Las ilustraciones son del fotógrafo Wayne F. Miller.

3 comentarios

Niggerman -

Majos algunos, sí. Creo que recuerdan un poco a los de Óscar Sipán.

Raúl -

Muy buenos. Algunos son muy buenos.

Celebes -

Rotundos. In-verosímiles!