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Antón Castro

PALOMA GONZÁLEZ: 'LA MIRADA'

LA MIRADA

 

 

Por Paloma GONZÁLEZ

 

*Escritora. Autora de ‘Epitafio’ (Ediciones de la Discreta)

 

El signo de mi vida está marcado por la concatenación de felices hallazgos que presentan ante mis ojos uno o varios motivos (cada vez uno distinto) en una secuencia que matiza la mirada, la perspectiva bajo la que se observa algo que una vez pareció lejano y se vuelve familiar.

El jueves hacía una visita a la sede de Conocer al autor y me proponían intervenir en la sección “De qué va la peli”. Entre los títulos propuestos para comentar figuraban las obras del director de cine español que me merece más veneración: Víctor Erice.

El espíritu de la colmena, que vi cuando tenía quince años, supuso para mí un seísmo de consecuencias aún hoy imprevisibles: me descubrió el alcance de la mirada… De modo que opté por comentar El sol del membrillo.

Hace algunos años un escritor magnífico, Emilio Gavilanes, me propuso que presentase su novela Una gota de ámbar. Una gota de ámbar nos relata unos pocos minutos en un edificio de cuatro plantas. El autor nos lleva por orden de puerta en puerta, de planta en planta. En cada espacio, en cada piso, en cada habitación se escriben historias distintas. A veces Emilio nos da a conocer la historia que sucede y, unas líneas más tarde, la historia “que leen” los vecinos de la historia que sucede contigua a su tabique. Todas las historias, excepto una, quedan en suspenso por un fuerte ruido que procede del exterior del edificio. Es una historia de miradas cruzadas. Una historia que revela una mirada concentrada en los más mínimos detalles.

Utilicé para presentar esta obra, compleja y llena de matices, algunas opiniones sobre el realismo del pintor Antonio López. Cité sus propias palabras cuando afirma que calificar el realismo de mágico es redundante: la realidad es siempre mágica; también que el único acercamiento honesto a la realidad consiste en la observación minuciosa del objeto a reproducir por el arte. El seguimiento de un objeto, de una trama, supone el abandono de ti mismo, la inmersión en otra realidad que te lleva a una vida que no es la tuya y está teñida de tu mirada.

Otra concatenación mágica: ayer terminé de leer El buen soldado de Ford Madox Ford. A lo largo de la obra el autor insiste una y otra vez en que ignoramos absolutamente lo que se esconde en el fondo del corazón de los demás. Ford, que llamó en un principio a su libro La historia más triste, reitera una y otra vez que la narración coherente de una historia con todos sus infinitos matices es una tarea ímproba, que la linealidad y el orden son inalcanzables; que para seguir el rastro de los personajes que nos importan, que a él le importaron, es necesario abandonar líneas de pensamiento que al supuesto oyente le serían imprescindibles, y nos lo repite incansablemente, volviendo atrás, saltando hacia delante, haciéndonos sentir lo difícil que es contar una historia de forma verosímil, de forma que se entienda, que “se ilumine” bajo la mirada. Para ello se propone ser honesto y transmitir todo lo que él ha observado con todo el detalle de que es capaz.

El sol del membrillo es una película que nos cuenta la historia de un motivo bajo una mirada. El motivo es un membrillo, la mirada es la de un artista, Antonio López, que persigue el motivo día a día, que observa y saca sus conclusiones, que llega a un “acuerdo” tras una minuciosa observación para trasladar el membrillo y su mirada a un cuadro. El primer problema es la luz: a medida que las semanas transcurren, el horario para pintar el membrillo debe adaptarse a la posición cambiante del sol.

“Transportar” el membrillo al cuadro conlleva problemas de temporalidad. No se puede hacer “de golpe”, hay que establecer un orden: hoja a hoja, fruto a fruto… Los que van siendo “transportados” son marcados con grandes cruces de pintura blanca. Las grandes cruces excluyen una nueva mirada (¿excluyen?, ¿no queda la revisión?), ahora lo prioritario es llegar a la totalidad… La cámara sigue a Antonio López, que no es un actor profesional, sino un artista. La cámara persigue a Antonio López, que persigue al membrillo, y el membrillo persigue la luz… Y la vida continúa: para el pintor, para su mujer que a su vez le cuenta la vida que ella persigue en sus delicadas obras de arte… El sol del membrillo es una película que persigue el juego de la vida… Y una película que al artista le plantea algo que se pone de relieve cada vez que se tiene un motivo entre los dedos… Las hojas, los frutos que se marcaron… ¿se reflejaron adecuadamente?, porque cuando los miramos con perspectiva, advertimos con consternación que la vida ha pasado por ellos, que ya no son los mismos frutos, que solo vamos a ser coherentes si hemos sido capaces de “transportar” una esencia que está más allá de la temporalidad que nos esclavizó. A fin de cuentas, cuando pintamos, escribimos, componemos… solo perseguimos una música que suena muy lejana en el interior de nuestra cabeza.

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