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Antón Castro

SOLEDAD PUÉRTOLAS, EN LA ACADEMIA

SOLEDAD PUÉRTOLAS, EN LA ACADEMIA

UNA ESCRITURA DE SOMBRA Y SEDA

Soledad Puértolas es un caso indiscutible de vocación literaria. Desde muy joven componía poemas y relatos de catástrofes, y se asomaba a los lugares oscuros de los famosos Almacenes Puértolas con vistas hacia la polvorienta plaza de los Sitios. Fue una niña de lecturas, de paseos y de cine de barrios, donde veía películas de aventuras y del oeste. En el colegio destacaba por sus redacciones y por su amor a la poesía y a la obra de Pío Baroja, que le mostraría los caminos de la narrativa: el dibujo de ámbitos de acción, la creación de personajes y la abundancia de situaciones. Sería en Madrid, tras una estancia en Noruega y un agitado período universitario donde se reveló “como una novia difícil”, cuando publicó su primera novela: ‘El bandido doblemente armado’ (1979), una novela deslumbrante de título feliz e inolvidable. Desde entonces, con tersura y sin voluntad de énfasis, con un estilo casi invisible, Soledad Puértolas afinó su método y el lugar de sus ficciones: contaría los claroscuros de la vida familiar, analizaría con sutileza el laberinto de los afectos y las amistades, indagaría la presencia de lo fantástico en lo cotidiano, y lo haría a través del arte de la sugerencia, de la musicalidad y de un lirismo contenido, hecho de detalles, de suavidades y de inquietudes. Así ha ido madurando libros espléndidos como ‘Todos mienten’, ‘La vida inesperada’, ‘La señora Berg’ o ‘Con mi madre’, un homenaje a su primera lectora: su madre Ana María Villanueva. Soledad ha reconocido la huella en su escritura del cine y la novela negra, el eco de Katherine Mansfield, Anton Chejov, J. D. Salinger, Italo Calvino o Tabucchi, pero ella ha ido a su aire, con levedad y energía, con belleza y un cuidado trazo de atmósferas, donde habitan las heridas y las insinuaciones. Esta travesía y aquella vocación invencible y sedimentada la han conducido al panteón de las palabras, en el corazón de los lectores, y del castellano, en la Real Academia.

 

*Esta foto es de 'El País' y la firma Uly Martín.

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