POEMA PARA JUAN CARLOS MESTRE
SÍGUEME
A Juan Carlos Mestre
Hay hombres que huyen de la tierra y vuelven a ella
como si estuvieran condenados al eterno retorno.
Llevan en su memoria y en su piel el rastro de la nieve,
la voz de los antepasados, el lamento de los bosques,
el aullido de los lobos, el paso decisivo del vendaval.
Llevan en la sangre un rumor antiguo de lluvia,
el temblor de los vientos y el vuelo de todos los pájaros
que nunca quisieron estar cautivos en el horizonte.
Hay hombres que se empapan de música, que tienen
en la mano el código de las estaciones, la ebriedad
de las miradas de las madres de luto en el campo.
Hay hombres que crecen y nunca dejan de ser niños,
hay niños que nunca dejan de ser ancianos o crisálidas
de un sueño de cristales, de musgos y de escarchas.
Hoy me he encontrado con uno de ellos: es un poeta,
un viajero, el peregrino que entretiene la tarde
con su acordeón, el contrabandista de delirios que lleva
en su cartera de cuero el estrépito de la utopía
y la colección de estilográficas de Rafael Pérez Estrada.
El rapsoda de sí mismo y de todos los espectros.
El brujo de una tribu imprecisa de labradores,
de buhoneros, de comerciantes y de huidos.
Hablo de un alquimista de vocablos, de un pintor
de curvas y colores que adormecen el fuego.
Cuando estás ante él, cuando lo escuchas presientes
que ya no eres dueño de tu vida ni de tus pasos.
Abre la boca y parece decirte: “Sígueme.
Crucemos el territorio milagroso de la poesía”.
*Estuve ayer, merced a la cordialidad de Ignacio Escuín y Almudena Vidorreta, con Antonio Méndez Rubio y con Juan Carlos Mestre, a quien admiro mucho desde hace años. Por la noche, me senté al ordenador y me salió este poema de homenaje al poeta leonés que acaba de estar casi un mes en la UCI tras un infarto. Juan Carlos y yo no nos habíamos visto nunca, pero teníamos muchos amigos comunes y algunas afinidades: Gamoneda, Francisco Pino, Xoán Abeleira, Rafael Pérez Estrada, Alexandra Domínguez, Antonio Pereira, etc. Este es un pequeño poema basado en alguien que podría parecerse a él.
3 comentarios
María -
entrenomadas -
Y alguien podría decir que mi exceso de elogios se debe a una alta ingestión de frenadol, pero no, a mi lado una amiga que no acude a eventos poéticos ni tiene catarro opina lo mismo.
Tu poema es precioso, Antón, y se ajusta mucho al personaje. Doy fe, desde luego que doy fe.
Me quedo con esto:
El brujo de una tribu imprecisa de labradores,
de buhoneros, de comerciantes y de huidos.
Hablo de un alquimista de vocablos, de un pintor
de curvas y colores que adormecen el fuego.
Cuando estás ante él, cuando lo escuchas presientes
que ya no eres dueño de tu vida ni de tus pasos.
Abre la boca y parece decirte: Sígueme.
Crucemos el territorio milagroso de la poesía.
K,
Marta
Vital -