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Antón Castro

EL FARO DEL FIN DEL MUNDO

 

[Ana Alcolea publica ‘La noche más oscura’, la novela con la que ganó el premio Anaya: la historia de una madre y una hija que se trasladan a Noruegan y descubren las huellas del nazismo]

 

Ana Alcolea (Zaragoza, 1962) es una escritora que emprende un viaje en cada uno de sus libros: igual se va al corazón de África, que a Venecia o a Noruega, por poner algunos ejemplos. En ‘Donde aprenden a volar las gaviotas’ (Anaya, 2007) se acercaba al país donde escribe y pasa los veranos, y narraba una turbadora historia de nazis y de unos diarios más o menos secretos. Tras una visita a un faro de un fiordo noruego, ha vuelto a escribir del país y de algo que está ahí, agazapado, como un secreto siniestro: la colaboración de algunos ciudadanos nórdicos con los nazis.

En ese faro, ‘Kjeungskjaer fyr’, construido en 1880, entre otras muchas cosas, Ana Alcolea descubrió dos nombres: Nicolaj Dubrowski, un teniente ruso, y el de su compañero Feodor Pawlov. Investigando, sabría que ambos pertenecían a un ejército de sesenta hombres -de los que murieron treinta y tres, entre 1941 y 1942-, que fueron llevados a ese lugar aislado y lejano para construir un aeropuerto. Esta es una de las historias que componen la novela ‘La noche más oscura’ (VIII Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil. Madrid, 2011. 278 páginas) y aparece ya avanzada la narración principal: Mercedes y su hija Valeria, adoptada y de origen chino, parten a un faro a descansar y a olvidarse del estrés. El faro es impresionante, una auténtica catedral del mar: en su entorno se agitan los vientos, se alargan y se encogen los acantilados, se divisan los barcos desde la ventana. Dice uno de los personajes: “A veces me pregunto qué sería de los seres humanos si no hubiera ventanas”.

Mercedes y Valeria se encuentran con Lars y con William, padre e hijo que se dedican a la pesca y que viven no muy lejos en una casa que tiene una hermosa leyenda de amor y evocación: se llamaba “La perla blanca” porque así la bautizó la madre de William, que ha fallecido recientemente. Se establece una curiosa relación entre las dos parejas, más intensa entre William y Valeria, que navegarán, visitarán el museo de la guerra, donde se encuentran las fotografías de los soldados rusos, y empezarán a rastrear los ecos del pasado: la historia del faro, la historia del viejo farero Erlend Nilsen, el drama de la II Guerra Mundial, el clima de delación, etc.

Todo el rato, como si estuviesen en el fin del mundo, percibimos el latido del oleaje, una atmósfera de dolor y miedo. Suceden muchas cosas, aunque una de las más determinantes es de orden fantástico: los sueños. Valeria sueña y habla en sueños con un personaje muy especial. Hasta sueña Mercedes, que solo quiere descansar, aliviar sus traumas y aprender algunas cosas como el secreto del salazón. Hay otros personajes inquietantes como el delator Tor Jakobsen o un misterioso fotógrafo que retrató a los soldados rusos a los que habían mandado los nazis allí para construir un aeropuerto.

Con seguridad y eficacia, sin temor a incorporar la potencia onírica y huir de la intriga realista, Ana Alcolea compone una novela de aventuras, hermosa y turbadora, una investigación y un despertar al amor en medio de un mar surcado de peligros y de interrogantes.

 

*La foto de Ana Alcolea es de Oliver Duch, y la del faro pertenece a dalehavn.com. Este texto apareció en Heraldo.es

 

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