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Antón Castro

MANUEL JABOIS: FICCIÓN EN PRENSA

Manuel Jabois (Sanxenxo, Pontevedra, 1978) ha sido la última revelación del periodismo español: una voz fresca, a contrapelo, irónica y cínica a la vez, que se instala en la frontera. Hace periodismo y ficción, inventa y recrea, y le encanta vapulear a quien sea con la misma contundencia que lo hace consigo mismo. Sea Manuel Fraga, José Tomás, Ernst Junger, Eduardo Galeano o el nacionalista Anxo Quintana. O el seleccionador Camacho.

Manuel Jabois ha publicado en Pepitas de calabaza ‘Irse a Madrid y otras columnas’, una colección de artículos, reportajes, notas de su blog y piezas de difícil clasificación: algunas auténticos microrrelatos como ‘Novia’, un episodio de amor demasiado fugaz, o ‘Performance’, el relato de un pene que se desplazó sobre ruedas por las calles de Pontevedra. Incluso ‘Karaoke’ puede leerse como las andanzas de un seductor sin suerte (“yo quiero, y ellas no”, dice) que intenta aliviar “una gran melancolía: no ser un figurón de la canción ligera”.

Jabois es heredero directo de Julio Camba, sobre todo, de Cunqueiro y por momentos de Rafael Dieste. Posee la ironía de los tres, el sentido del humor, incluso esa textura de frase, impregnada de sintaxis gallega y de arcaísmos más o menos buscados, pero con más mala leche. Jabois es fresco, desenfadado, maledicente, a veces resulta un periodista patético o paleto de provincias (quiero decir que asume esa pose) y a la par es un ciudadano un poco a la deriva: no sabemos si son reales o no (ni importa demasiado) sus aventuras nocturnas con algunas mujeres, y pienso en esa pieza magistral ‘El último morreo del siglo XX’, donde se besa sin mucha afición con una joven y aparece un tipo que le da cuatro o cinco puñetazos limpios, o con algunas sustancias peligrosas que le llevan a una embarazosa resaca. El amor y sus caricaturas están muy presentes: hay otra pieza, ‘Morir en Caneliñas’, que es un formidable retrato de la afectación y del engreimiento. ‘Me recuerda tanto a Lugo’ empieza así: “Entonces yo creía que el paraíso era un chalé lleno de putas escandinavas que supiesen hacer el pulpo á feira sin que se les moviesen los pechitos”. Y lo que sigue aún es más gracioso.

Y, por otra parte, Jabois es un periodista incisivo, casi sin escrúpulos, como dice en ‘Off the record’, pero todo el libro está lleno de esa insolencia real y teatral a la vez. Firma algunas piezas extraordinarias, que te hacen reír a carcajadas como ‘Un despido procedente’, el relato de un hombre que escribe correos subidos de tono a un amigo, que jamás le contesta, y de pronto descubre que en realidad le llegan al jefe de finanzas del periódico; es antológico ‘Cuando a doña Emilia un loro la llamó puta’, y doña Emilia no es otra que la condesa de Pardo Bazán; de ese mismo tono sería ‘Un número equivocado’, y ‘José Tomás ha muerto, ¡viva la Fiesta!’ tiene algo de ejercicio de futurismo antitaurino con tanta mala baba como lucidez. Jabois habla de casi todo, también de las nuevas tecnologías, y elogia a Antonio Ozores –que participaba en películas que componía “el cuadro de la España de entonces: alocada y medio febril, con prisas por follar”- y confiesa que “encuentro, por ejemplo, un placer revolucionario en las películas de Paco Martínez Soria”. Más allá del sarcasmo y de la sátira, Jabois es distinto, divertido, genial y provocador.

 

Irse a Madrid y otras columnas. Manuel Jabois. Pepitas de Calabaza. Logroño, 2011. 188 páginas. [He tomado la foto de Jabois de 'Revista de letras' en internet.]

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