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Antón Castro

POEMAS DE JÜRI TALVET, EN OLIFANTE

Albert Lázaro-Tinaut publicaba hace muy pocas semanas la antología 'Del Sueño, de la nieve’ (Antología 2001-2009) del poeta estonio Jüri Talvet, que también es traductor de poesía catalana y española y colaboró en la revisión de las versiones de las composiciones. Ofrezco aquí, por gentileza de Albert y de Jüri, una selección de poemas y un pequeño retrato del vate. El libro ha sido editado en versión bilingüe por Olifante.

 

 

 

[RETRATO DE JÜRI TALVET, POR ALBERT LÁZARO

 

Jüri Talvet, nacido en la ciudad costera de Pärnu, en el sudoeste de Estonia, en diciembre de 1945, era, cuando empezamos a relacionarnos, un estudiante de filología inglesa en la Universidad de Tartu, de la cual es actualmente catedrático de literatura comparada y en la que, en 1992, fundó los estudios hispánicos en todos sus grados, incluido el doctorado. Su labor incansable, sin embargo, ha ido mucho más allá de sus responsabilidades académicas, lo ha convertido en el más prolífico de los traductores estonios de las literaturas ibéricas: suyas son las versiones al estonio del Lazarillo de Tormes y de obras de Quevedo, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Baltasar Gracián, Vicente Aleixandre, Salvador Espriu, Ramón Gómez de la Serna, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Fayad Jamís, Eliseo Diego, Francisco de Oráa, Roberto Fernández Retamar, Fernando Pessoa, Carlos Vitale y un sinfín de autores más de las literaturas española e iberoamericana, catalana, gallega, vasca y portuguesa.]

 

 

 

BREVE TRAYECTORIA PERSONAL

 

Gracias. No hay de qué. Haré todo

lo que esté en mi poder. Excelencia.
Majestad. Os beso las manos. La lluvia caía

con tanta elegancia que invitaba a la pérgola

a desplegarse como un paraguas verde,

empapado sobre nuestros cerebros desnudos

y acartonados. Te sabías mover como nadie

entre los matorrales, pero ¡ay!, de repente

te diste de bruces con un terrón de gleba.

Con el cráneo hecho trizas podías saberlo

todo de antemano, lo que quedaba atrás,

a la derecha y a la izquierda, en qué momento

había que inclinarse cuando desfilaran portando

el Grial. Ahora ya no sabes nada, pero tus ojos

están limpios de nuevo. Adiós, pues. Nos cruzamos

y pasamos de largo: el este del oeste,

el hombre de la mujer, el “otro” del “otro”, 

el amigo del amigo.

 

 

 

EUGENIO

 

En Holstebro adonde llevan desde el aeropuerto

taxis-limusina y donde la gente del lugar

almuerza en lujosos restaurantes

vive Eugenio Barba que no tiene barba y que

no es vikingo ni siquiera danés pero de cuyo

perfil bronceado lanza llamas a un tiempo  

la pasión que tan fácilmente se frunce en Cicerón                      

y la sabiduría del único ojo de Odín y que sabe

cómo hacer que un danés corpulento de piel tersa

y con un aro en la oreja se mueva por la escena

con una chaqueta empapada y que una mujer

a quien amaba locamente otra mujer (que acabaría

quitándose la vida) metamorfosee su fuero interno

ante los grandes ojos verdes que han llegado

en taxis-limusina y que el hermoso joven de pelo

rizado incline tras su acordeón hacia adelante

y hacia atrás su cuerpo siendo ya Guilhermino Barbosa

(¿tenía barba éste? Véase el Dicionário Enciclopédico

Brasileiro vol. 2 p. 659) ya Edipo (léase Freud

Gesämtliche Werke cualquier página) y él que         

aun sin las fábulas del Nuevo Testamento

ha estado en ti desde el principio de los tiempos

y al que todo amanecer eleva a otro tú detrás

del horizonte que hoy coloca su lazo

alrededor de tu cuello  

 

EL HOMBRE Y LA MUJER

 

¡Ay del hombre que transita los caminos

del tiempo, tan a medio hacer que siempre

hacen falta adjetivos para complementarlo!:

homo sapiens, homo ludens,

homo politicus o bien homo sexual.

Pero la que suele conocerse como

costilla del hombre no es un hueso,

porque su nombre tampoco

pende de otro nombre,

sino que huele –independientemente

de la lengua en que se pronuncie–

siempre a lo mismo: a hierba,

a mar, a tierra limpia o a aire,

o, si se quiere una imagen

más precisa, sólo a sí y únicamente

a sí, a sí misma: a mujer.

 

 

A UN ESCRITOR NATURALISTA

 

Te mando un montón de ropa vieja

para que les pongas calcetines, pantalones

y un abrigo ligero, por lo menos,

a tus personajes que, según dices,

han sido tomados de la vida misma.

(Quien haya sido tomado de la tierra, ése ...)

Quien haya sido tomado de la vida, volverá

a la vida. Pero ya que los pintas desnudos

acuérdate que en la calle, mientras tanto,

ha empezado el invierno.

 

 

GARE D’AUSTERLITZ

 

Arden las plantas de los pies después de caminar

muchos kilómetros, trepar y trepar por escaleras

hasta la sonrisa de Monna Lisa, las nieblas de Monet,

el desayuno de Manet sobre la hierba, donde

se ve a una mujer que siente frío −¡y debe

de temer a los mosquitos!−, Gauguin, Cézanne,

Degas, sus bailarinas y sus bañistas, desnudas

algunas, otras tiritando, azules, bajo un leve tul,

las muchachas de Toulouse-Lautrec que se ofrecen

alegremente en la rue Voltaire, aunque ahora

en torno a Saint Denis las que pululen sean negras,

son otros tiempos, éstas conversan a través de

teléfonos móviles y acarician, distraídas, las

cabezas calvas de Rodin, no tengo tiempo, he

de hacer otras cosas, en la plaza de Verlaine

Verlaine no está, una multitud abigarrada pasa

raudamente ante Franciabigio, que, con sus

ojos apresurados hacia el futuro pudo prever

cómo del firmamento azul, a sus espaldas,

surgiría algo nuevo y cómo Courbet, en el sótano,

después de haber levantado apenas veinte

centímentros la ropa de un cuerpo anónimo,

era capaz de seguir balbuciendo sin pudor:

esto sí, esto sí que es el origen del mundo.

 

 

MÍRAME

mira mira mira

hasta que te vuelvas transparente,

hasta que las golondrinas puedan anidar

en ti. Toca mis dedos diminutos para aprender

a mantenerte de pie en el aire por encima

de las sombras. Para que con los ojos

cerrados sepas ajustar las plantas desnudas

de tus pies a las fibras de la cuerda floja.

Bajo las palmas de la mano, sobre la noche

se acumula el murmullo de mi voz.

Yo nunca más me volveré a dormir.

Tú no viajarás nunca a África.

 

 

*La foto del poeta es de Albert Lázaro; todas las demás son de Patrick Demarchelier. 

 

 

 

 

 

 

 

1 comentario

Albert Lázaro-Tinaut -

Muchas gracias, Antón, por divulgar la poesía de Jüri.