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Antón Castro

BERTA CORRAL: 'EL ÁRBOL'

Obra de Josef Sudek.

[Esta tarde-noche, mi amiga la traductora Mercedes Corral, que ha vertido al español a Primo Levi y Natalia Ginzburg y a Dino Buzzati, entre otros, me ha enviado este cuento, esta reflexión de su hermana Berta Corral, que también es traductora]

Una obra de Monet.

 

EL ÁRBOL

 

Por Berta CORRAL

 

Cuando vi mi casa por primera vez, lo que más me gustó de ella fue el árbol… no es que el árbol creciera dentro de la casa pero casi. Cuando abría la ventana del office, las ramas más flexibles se metían dentro, y cuando la volvía a cerrar, tenía que retirarlas con cuidado para no dañarlas  y para que volvieran a su lugar… Yo sabía que vivir en Madrid y tener un árbol era un privilegio… El árbol crecía junto a nosotros y nosotros junto al árbol… y contemplar el árbol nos llenaba de alegría y fuerza…

Este jueves, cuando llegué a casa, lo habían podado al máximo. En el mes de Mayo… si “podar un árbol en abril es de ruin” imaginaros lo que es en el mes de Mayo. Podar un árbol cuando toda la savia sube por las ramas hasta las hojas, cuando el árbol está en su apogeo, cuando nos está regalando la vista con todo su verdor y exuberancia, es realmente un acto de crueldad… Cuando mi hija lo vio se echó a llorar… Yo no me eché a llorar porque ya casi no sé hacerlo, y comencé a pensar “la próxima primavera volverá a estar como antes, además ahora entra más luz” pero por dentro también tenía ganas de llorar…

Hoy me he dedicado a investigar qué es lo que ha ocurrido con nuestro árbol.

Cuando me he encontrado a la presidenta de la comunidad en el portal, se lo he preguntado. -

- ¿Qué ha ocurrido? ¿por qué han podado el árbol en Mayo’

 -“Porque lo hemos pedido. Y además nuestra intención es que se seque o que lo corten”.

-“ ¿Qué?” “Pero ¿por qué?

- “Los vecinos se quejan, la casa se les llena de bichos… Además es un árbol que ha crecido ahí porque sí, nadie lo ha plantado, y está estropeando el techo del garaje sobre el que está plantado, lo está llenando de humedad…

Yo no sabía que no era un árbol plantado y el hecho de fuera fruto de una semilla traída por azar  por el viento entres los edificios de Madrid, de una semilla generosa que había conseguido echar raíces en ese pequeño espacio de tierra en frente de  mi ventana, me lo hizo todavía más amable, más querido. El milagro del que todos los días éramos espectadores en nuestra casa en medio de Madrid, el de la naturaleza pugnando por entrar por nuestra ventana, el de lo natural frente a lo civilizado, y lo civilizado (mi casa) abriéndose a la naturaleza en un amoroso abrazo para llenarse de ella, se me hizo más evidente…

Cortamos un árbol porque entran bichos en la casa, enmudecemos a los perros porque  ladran demasiado… y en el camino nos olvidamos de quiénes somos…

 

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