LEV TOLSTOI Y EL CINE: EN FÓRCOLA
[Javier Fórcola es un editor entusiasta y apasionado. Publica libros estupendos de muchos autores. Uno de los últimos es ‘Conversaciones y entrevistas. Encuentros en Yasnia Poliana’ de Lev Tolstoi. Javier me envía esta entrevista sobre el cine. Un detalle de generosidad con este blog y con sus lectores.]
Lev Tolstói
Conversaciones y entrevistas. Encuentros en Yásnaia Poliana
Edición de Jorge Bustamante
Fórcola, 2012
Tolstói y el cine[1]
A principios de septiembre de este año nos dirigimos a casa del conde Lev Nikoláievich Tolstói con la misión de recibir del eminente escritor su autorización para la producción de un documental cinematográfico con él y, de ser posible, realizar de inmediato algunas tomas.
No sin agitación mi camarada y yo saltamos del carruaje, cerca de las dos columnas macizas que guardan la entrada a la hacienda de Yásnaia Poliana.
¡He aquí aquel rincón silencioso, donde inmerso en sus pensamientos y su actividad creadora, vive casi enclaustrado el «gran escritor de la tierra rusa»!
Una amplia alameda nos conduce a una pequeña casa de piedra de color blanco níveo, hundida en fondo verde del follaje... Todo está en silencio... y avanzamos bajo la bóveda de los tilos seculares que han cercado la plazoleta frente a la casa, de la que sobresale el porche.
No hay nadie, nadie sale a nuestro encuentro, y pareciera que nosotros mismos temiéramos perturbar esa majestuosa tranquilidad con la que los allegados a Lev Nikoláievich, y tal vez incluso la misma naturaleza, han rodeado su vida...
Pasamos nuestras tarjetas de presentación a la condesa por medio de un criado, con la petición de que se nos permita exponerle el asunto, por no molestar a Lev Nikoláievich. En efecto, como nos informó la condesa Sofia Andréievna, el escritor se encontraba muy ocupado en los preparativos para viajar al día siguiente a casa de V. G. Chertkov, poniendo en orden sus papeles, los trabajos comenzados y otras cosas.
Debemos destacar la absoluta simpatía con que acogió la condesa nuestra petición. A ella misma le parecían atrayentes las tomas que tuvieran por objetivo inmortalizar para los familiares de Lev Nikoláievich los momentos de su vida, y, tanto en este viaje nuestro a Yásnaia Poliana como en los ulteriores, Sofia Andréievna nos brindó siempre todo tipo de ayuda en los pormenores de la producción de las tomas, negociando con Lev Nikoláievich su consentimiento de posar ante la cámara, asunto que hubiera sido imposible de no haber sido por ella.
Ay, sólo podemos decir que las convicciones del conde, las grandes ideas del profeta de los preceptos del amor universal y la felicidad, eran incompatibles con posar para el cinematógrafo... Era algo que nos había transmitido el propio escritor en nuestras breves conversaciones, en los encuentros con él durante los acostumbrados paseos matutinos...
Con todo nos fue permitido realizar las tomas, grabar los momentos de la vida cotidiana del escritor.
El primero de los trabajos emprendido por nosotros fue el de las tomas del viaje de Tolstói a la estación de Shchekino, de donde salió vía Moscú para visitar a V. G. Chertkov.
No sobra decir que estuvimos a tiempo en el lugar. Corrían los últimos minutos de la espera... De pronto, aparecieron... A paso muy ligero, salió por la puerta de la hacienda un cochecito de dos caballos que llevaba a Lev Nikoláievich y a su esposa, que lo acompañaba. Tras ellos iba una troika con Alexandra Lvovna, la hija menor del escritor, y otros acompañantes... Un ligero bufido se escuchó en la cámara, cuando corrió la cinta, absorbiendo todo lo que veía la mirilla perspicaz del objetivo, para después mostrar las escenas captadas a todo el mundo en la pantalla...
Pero teníamos que apresurarnos. Tan pronto como los coches pasaron frente a la cámara, debimos adelantarnos apresuradamente en nuestros caballos para tener la posibilidad de filmar la llegada a la estación.
Allí, en la plataforma de Shchekina, trabajamos con no menos acierto. Las tomas de la llegada, la entrada a la estación, el paseo de Lev Nikoláievich por el andén en espera de la salida, la escena del encuentro con los parientes, que habían llegado en ese mismo tren, y, al fin, los últimos momentos de la salida en la vía, todo quedó registrado en la cinta [...].
En este momento, mientras se escriben estas líneas, las escenas tomadas por nosotros de la vida de Tolstói ya se han convertido en una cinta, que en unos días verá Moscú, Rusia, y otros países.
Al obtener una primera copia de la cinta, y contando de nuevo con el consentimiento previo de la condesa, nos apresuramos a Yásnaia Poliana para mostrar al escritor el trabajo realizado.[2]
Al mismo tiempo, llevamos con nosotros una selección de otras cintas para proyectarlas. Los preparativos para la función comenzaron desde la mañana. En la plazoleta, frente a la casa (se decidió hacer la sesión al aire libre), desplegamos la pantalla, instalamos el equipo, los bancos y las sillas para los espectadores...
Todo quedó preparado. Hacia las seis de la tarde comenzaron a llegar los primeros espectadores: los niños de la aldea cercana a la hacienda. Tan pronto empezó a oscurecer, justo después de la comida, Lev Nikoláievich, Sofia Andréievna, Alexandra Lvovna y demás habitantes de la casa e invitados ocuparon sus lugares... Había también algunos vecinos. La mayor parte de los espectadores estaba constituida por campesinos, en total, se habían reunido unas doscientas personas.
El proyector se encendió, y una columna de luz reflejó en la pantalla un cuadrado de blancura deslumbrante en medio de la oscuridad de la noche.
La función comenzó.
No vale la pena hablar sobre el éxito técnico de la función. A ese respecto estábamos lo suficientemente preparados como para no preocuparnos. Pero, además, cuando se acabó la representación y el reflector se dirigió hacia la muchedumbre animada que por el jardín caminaba a casa, alcanzamos a ver los ojos brillantes de los niños, los rostros alegres de los adultos.
Escuchamos comentarios sumamente halagüeños, exclamaciones entusiastas.
Pero para nosotros era importante la opinión de Lev Nikoláievich, quien, al sentirse un tanto fatigado, se había ido un poco antes del fin de la función.
El gran escritor quedó contento con lo que vio. Nos comunicó que consideraba aquellas escenas panorámicas y científicas que habíamos mostrado en Yásnaia Poliana (el camino militar georgiano, la ciudad de Delhi en India, las plantaciones de tabaco, etc.) un espectáculo razonable e instructivo. Las tomas hechas a Lev Nikoláievich se mostraron dos veces...
Al día siguiente salimos de regreso, teniendo el gusto de regalar a la condesa Sofia Andréievna la única copia que habíamos traído con las tomas de Lev Nikoláievich. Esa copia está destinada al museo de Tolstói.
¿Qué podemos decir en conclusión?
Todavía, hasta la fecha, Lev Nikoláievich no es un total partidario del cinematógrafo, no lo ve como un fenómeno de excepcional utilidad desde cierto punto de vista.
Al ser la cinematografía en sí misma un asunto demasiado joven, que se desarrolla con una rapidez endemoniada, sin duda no puede encauzarse exclusivamente por un camino recto, sino que crece su significado en la vida de la humanidad, a la que va conquistando cada día.
Ha habido, sin duda, desviaciones del verdadero camino.
Pero ahora el cinematógrafo ha logrado ya sus primeros pasos en el trayecto del gran futuro que le espera.
Se ha convertido en teatro de la vida pasajera.
Un poco más y el cinematógrafo se volverá escuela.
Para nuestros hijos será el principal soporte científico, las universidades le abrirán ampliamente sus puertas.
Y aún más: el cine se convertirá en un medio para difundir grandes ideas.
Por ello estamos seguros de que está cerca el tiempo en que Lev Nikoláievich se acerque más al cinematógrafo [...].
[1] Texto aparecido en la revista Cinefono n.º 1, en octubre de 1909, firmado por Vladímir Konenko.
[2] Sofia Tolstaia escribió en su diario el 24 de septiembre de 1909: «En la noche mostraron la película, y se reunió toda la aldea». (Diarios, tomo 2, página 294.)
*Portada del libro y, abajo, Tolstoi con Gorki.
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