GOLDMAN Y AURA ESTRADA, SU AMOR
LA ESCRITORA QUE SE PERDIÓ EN UNA OLA
Francisco Goldman, Quico Goldman para sus amigos, es un escritor de Boston, nacido en 1954, hijo de padre norteamericano y de madre guatemalteca, que ha sido corresponsal de guerra. Ha firmado varios libros, entre ellos ‘La larga noche de los pollos blancos’, novela de la que habló en la Universidad de Zaragoza a principios de los años 90 y que trasladó al cine John Sayles, y de un libro de investigación periodística, ‘El arte del asesinato político. ¿Quién mató al obispo?’, donde cuenta la historia del obispo Juan Gerardi, que fue asesinado a golpes en abril de 1998.
Francisco Goldman, que también imparte clases de periodismo y de literatura, conoció en 2003 a una joven escritora mexicana, Aura Estrada (1977-2007), que tenía entonces alrededor de veinticinco años; poco después, se irían a vivir juntos, y se casarían en 2005, en una ceremonia pintoresca, llena de amigos, donde el vestido de la novia parecía relumbrar. Apenas dos años después, Francisco y Aura se fueron a las playas de Oaxaca, en Mazunte, y allí, cuando practicaban ‘bodysurfing’, se produjo un accidente terrible y al día siguiente Aura fallecía en un hospital de México D. F. En 2011, tras viajar al infierno y ser acusado por la familia de Aura de su muerte, Francisco Goldman publicó una impresionante libro sobre su duelo, la culpa, la memoria de la amada: ‘Say her name’. ‘Di su nombre’, que publica Sexto Piso con estupenda traducción de Roberto Frías.
Ha recordado Goldman que, en los últimos tiempos, la literatura del duelo se ha convertido casi en un subgénero. Aquí están libros espléndidos como ‘El año del pensamiento mágico’ y ‘Un hombre de palabra’ de Imma Monsó, por citar dos ejemplos. Goldman ha dicho que ‘Di su nombre’ es un libro de ficción, porque hay muchos personajes recreados y reinventados. El género, aspecto poco importante en realidad, es impreciso: es un libro híbrido, de memorias, de exaltación y recuento de una pérdida, es una elegía, y también es una novela sobre la pérdida. Una novela más bien desordenada donde los recuerdos y las imágenes fluyen, o llegan, con cierto capricho: a Goldman no le preocupa contar varias veces, de forma diferente, cómo se conocen, cómo inician el coqueteo, cómo pasean por París. Recuerda noches y días concretos, ofrece imágenes de la belleza de la joven, latigazos de convivencia e incertidumbre, viaja en su busca por las carreteras de la pesadilla y evoca a su primer novio, a otros novios que tuvo, describe su espíritu burlón y cruel con algunos compañeros de clase. Y, sobre todo, va buscando detalles, instantes, lecturas, besos, coitos; repasa las casas en las que han vivido en Nueva York, en México, en París. Y repasa, muy especialmente, las cosas que ella le decía, sus afanes, sus quimeras, esos rasgos que le conferían una personalidad muy especial: Aura Estrada (que ahora ha dado nombre a un premio para menores de 35 años) quería, por encima de todo, ser escritora. Tras su muerte aparecería en Argentina Admiraba muy especialmente a Clarice Lispector, leía a Nabokov, a Cortázar (le encantaba su cuento ‘Axolotl’) y cuando murió, con la violencia de una ola inesperada, estaba leyendo ‘La vida breve’ de Juan Carlos Onetti. Goldman constata, al repasar la existencia feliz que tuvo con su mujer y su pasión por la música, desde Los Beatles a Los Smiths, cuántos signos y cuántos presagios iban asediando sus días. Los días de la joven, que escribía relatos muy diferentes, que anotaba personajes de novelas, que redactaba diversos diarios a lo largo de los años que aparecen en el libro. Con carácter póstumo aparecerá su libro misceláneo ‘Mis días en Shanghai’.
La novela es esencialmente conflicto. La novela es un tapiz de personajes que tienen problemas: que se aman, que se oponen, que se pelean. Y aquí hay una clara novela de amor, un amor en plenitud, un amor lleno de fotografías y álbumes de felicidad. Una novela sobre el origen del amor y una novela sobre la primera y la más radical vivencia de la muerte. Recuerda que en su boda, regalaron a los invitados cámaras desechables y que un día las llevó a revelar y vio cómo la gente había tomado instantáneas de una especial intimidad que ahora le conmueven. Y hay también la crónica de un aprendizaje de la joven: la relación de dependencia con su madre, la huida del padre, su formación, los cambios de residencia, su pasión por Nueva York. Y hay, no podía ser de otro modo, un intenso conflicto tras el óbito: la madre y su abogado le hacen la vida imposible al escritor, que también recibe la desdeñosa mirada del tío Leopoldo, aquel que hablaba en aforismos.
Después, Goldman busca afanosamente cómo superar su dolor. En ese proceso febril de huida, pensaba o escribía: “Me aterra perderte en mi interior”. Querría que la gente la recordase dando saltitos por las calles. En un estado casi febril, de insoportable dolor, le pregunta en la novela: “¿Qué pensaste sobre esa larga noche, mi amor, mientras yacías allí moribunda con heridas tan terribles como las de un soldado de guerra y totalmente sola? ¿Me culpaste? ¿Pensaste en mí con amor al menos una vez? ¿Pudiste ver o escuchar o sentir cuantísimo te quería?”. Ella, camino del hospital, le había dicho: “No quiero morir” y “quiéreme mucho, mi amor”. ‘Di su nombre’ se soporta mejor por dos cosas: por la belleza y por la gratitud, nada empalagosa, del escritor hacia su amada. Gracias a ella se ha vuelto otro: su risa resuena en su interior y en su lenguaje.
Di su nombre. Francisco Goldman. Traducción de Roberto Frías. Sexto Piso. México / Barcelona, 2012. 420 páginas. Las fotos son del álbum de Goldman y Estrada.
7 comentarios
Yulian Coronado -
Me topé con una biografía triste pero llena de sentimientos profundos, no conozco a estos autores pero su relación es un vínculo que para la literatura es algo del corazón
Monica Látika -
Paco Riera -
Esto es lo que escribí a la muerte de mi amada, con ocasión de un Concierto que yo mismo y mis amigos le dedicamos.
Encontrarás mis escritos en www.pacorierablog.blogspot.com
Un abrazo!!!
ORFANDAD
¡Que enorme orfandad me inunda y me asola!
Me abandonan las mujeres de mi vida,
la que me la dio y la que me robó el alma.
Quiero que permanezcan en mi medio ser,
porque soy la mitad de lo que era antes.
El día de Reyes de 2009 el cielo entero se derramó
de tristeza sobre Barcelona.
La semana de tu agonía final el agua de las nubes
no te abandonó.
El agua de tu muerte regará todas las primaveras,
y con ella brotarán las flores
y germinarán todos los cultivos de las tierras yermas.
Alguna de esas lágrimas, blandas y espesas, se hospedaron en mis ojos
y debo verterlas para que no empañen el recuerdo de tu rostro.
No sé si me acordaré de vivir sin ti.
No sé si sabré vivir con tu ausencia.
Voy,
pero no vuelvo,
porque no sé dónde volver.
Se vuelve a casa,
y mi casa eras tú.
Y tú ya no estás.
¡No sé dónde volver!
Te fuiste porque eras un ángel,
y los ángeles mueren pronto.
Aún así, ¿por qué te has ido?
¿por qué te has ido, mi amor?
Viviré para enseñar a dibujar alas de ángel a mi nieta Paula,
las alas del ángel que cuidó de mis días,
mientras tú enseñas a volar a la amiga
a la que se le quebraron las alas hace unos días.
Te despediste repartiendo besos breves,
sentidos, profundos, misteriosos, leves.
Te despediste diciendo, muy despacio,
tenéis que quereros mucho más entre vosotros.
¡Que mensaje más generoso,
amor entre nosotros!
Vuela, Susan, vuela, y en tu vuelo contempla el Mediterráneo,
el mar en el que te bañas desde Alejandría
y hasta el Puerto de Santa María,
y en algún lugar me encontrarás,
porque quiero lamer el mar para encontrar el sabor de tu piel.
Y no dejes de teñir todos los atardeceres con el rojo de tu melena,
y cuando apunte la penumbra dibuja líneas verdes en el horizonte,
como la rayita verde que adornaba tus ojos.
Yo, mientras tanto, te observaré desde la montaña,
en el valle de la Cerdanya,
en el agua del río y del lago,
en tu huerto,
y después me sentaré con Augusto Monterroso
frente al mar inabarcable para contemplar el atardecer vinoso.
De regreso, ya al amanecer,
seguiré dejándote mensajes en el vaho de nuestro espejo,
para que cuando los descubras cada nuevo día
surja nuevamente tu sonrisa,
ese sonreír tuyo tranquilo, cómplice y sereno.
A las 10 y 10 del 4 de enero de 2009 golpeé varias veces tu pecho
para evitar la parálisis de tu corazón,
y la última lágrima de tus ojos cayó por tu mejilla como una estrella,
y se depositó en la constelación a la que ya te fuiste a vivir,
entre el cielo azul marino y el mar azul claro.
Susan,
te hablo bajito, porque estoy llorando ahora.
Yo no te quería, te adoraba!!!
Las imágenes de tu muerte quedarán mudas en mi memoria.
Sólo temo al vacío, porque el vacío siempre grita.
Y temo ver un atardecer sin el barniz
del cielo del color de la mandarina,
porque ese día sé que habré perdido la esperanza,
y el peor de los sentimientos es la desesperanza.
Está pasando un ángel entre nosotros.
Lloran pequeñas lágrimas.
Son las del agradecimiento de Susan
por todo lo que le disteis cuando nos acompañó.
Vuela, Susan, vuela.
De todos nosotros, todo para ti, Susan,
que lo eras todo para mí.
Paco Riera -
Yo también perdí a mi amada hace ahora cuatro años y un poco más porque un tumor cerebral se la llevó en 40 días. Hacía un mes que hablamos sido abuelos de una preciosa niña.
Yo estuve más de un borracho, pero no practiqué sexo porque no podía, veía a mi mujer en la cara de las otras.
Yo sigo hablando todos los días con ella: le doy los buenos días, as buenas noches, como lo que a ella le gustaba, paseo por donde ella lo hacía, buco su rostro en el reflejo de la luna.
Yo soy catalán, y ella era de origen danés. Pelirroja, ojos verdes, manos elegantes, mirada franca y sencilla.Yo la quería pero es que la quería todo el mundo, en el barrio, en el pueblo,...
Todavía lloro.
No creo que pueda rehacer mi vida sin ella. Goldman lo ha hecho, pero yo no creo.
Leo Di su nombre y se me nublan los ojos a cada párrafo. Escribí que me abandonan las mujeres de mi vida, la que me la dió y la que me robó el alma (mi madre murió a los seis meses de la muerte de Susan).
Y ahora mismo no sé adonde ir, porque mi casa era ella y ella ya no está y no se adonde debo ir.
Ella lo último que dijo antes de morir es que tenemos que querernos mucho más entre nosotros, y yo no se cómo hacerlo, aunque se que ella quiere que lo haga.
Sus cenizas están en el mar que amaba y en su huerto en la montaña, en mi corazón que es de ceniza.
Edith Esquivel -
carmen serrano -
PMPilar -
Proyecto inmediato de lectura!