DIÁLOGO CON GABI MARTÍNEZ
El escritor Gabi Martínez (Barcelona, 1971) presentó el pasado martes el libro de viajes ’En la Barrera’ (Altaïr), sobre la costa de arrecifes de coral de Queensland. Antes había publicado, entre otros títulos, ’Suud’, ’Los mares de Wang’ o ’Solo para gigantes’. Este es un libro ameno poblado de historias, de personajes y de citas.
-Habías recorrido medio mundo ya... pero ¿cómo nació este libro?
Mentras paseaba con mi hijo por el Aquarium de Barcelona. En un rincón, bajo una cristalera con corales, leí que si la temperatura del planeta aumentaba dos grados, la mayor parte de los corales de la Gran Barrera morirían. Hablamos de una de las grandes maravillas naturales, del único animal visible desde la luna, de más de dos mil kilómetros de ser vivo extendiéndose por la costa de Queensland. Que iba a morir. Pensé en mi hijo, en que él podía ni siquiera tener la posibilidad de disfrutar de ese regalo. Y que junto a la Gran Barrera estaban sucumbiendo muchos otros espacios naturales. Me obsesioné con la idea –me cuesta trabajar de otra forma- y decidí viajar para ver qué podía aportar desde mi nicho de escritor.
-¿Qué es, qué contiene, la Gran Barrera?
900 islas, 400 tipos de corales, 1.500 de peces, 2.900 arrecifes... el espectáculo de la vida en una de sus versiones más fascinantes... y unos cuantos miles de personas con historias que parecen mentira y sirven para volver a confiar en la fuerza –de todo tipo- de los seres humanos.
-¿Cómo se organiza un viaje así, cuáles son los preparativos, qué materiales llevas?
Antes de salir intento leer mucho sobre el territorio que atravesaré. Eso no ocupa espacio y ayuda a establecer conexiones de forma mucho más rápida, a entender o al menos intuir el porqué de algunas cosas. En cuanto a materiales, llevo ropa ligera, sombrero, repelente de mosquitos, protección solar, una navaja multiusos, calzado más cómodo e impermeable posible... varias libretitas que caben en un bolsillo del pantalón, varios bolígrafos y un cámara compacta. Tanto la libreta como la cámara deben ser pequeñas para desenfundar en cuanto salte la idea, la imagen, la inspiración.
-¿Tienes una idea en la cabeza o vas un poco a la aventura y te dejas guiar por la intuición?
Siempre me impulsa una idea de partida que los kilómetros van matizando, perfeccionando, y eso incluye cambios que pueden ser muy grandes en el punto de vista Por ejemplo, en Los mares de Wang, el viaje me ofreció a un protagonista, Wang, que aparece incluso en el título. Y desde luego que no estaba pensado que fuera así. Para la Gran Barrera sabía que iba a hablar de unas personas de las que se había escrito muy poco en los últimos años porque todas las palabras se dedicaban a la flora y la fauna, olvidándose de los que al fin y al cabo más están interviniendo en esa geografía. Digamos que parto con una idea pero intentando ser lo bastante flexible y poroso como para que los hechos e intuiciones del recorrido acaben transformando a esa idea en lo que en realidad “necesitaba” ser.
-Llegas allí. Y decir eso es muy arriesgado. Ese allí es casi infinito: el mar inmenso. ¿Cuál es la primera impresión ante tanta belleza?
Una exaltación radiante. Y la duda habitual: ¿cómo transmito esta alegría, esta sensación? Pronto entendí que Queensland me pedía poesía. ’En la Barrera’ es el libro sin duda más lírico que he escrito, aunque no se pueda describir como un libro de poesía.
-Explícanos esa vinculación entre el coral y los antepasados. Parece un cuento, una leyenda...
Por una parte, la Gran Barrera está compuesta de pólipos que en sí mismos son insignificantes pero que unidos unos a otros dan forma a una de las grandes maravillas del mundo. Por otra, la capa visible de los corales es la más superficial, la que sobresale mínimamente sobre las aguas del océano, pero está soportada por una montaña submarina de ancestros, ya muertos. Y quise que ese apilamiento invisible que permite que aflore una vida preciosa cobrara forma literaria. Por eso reuní voces del pasado -como Darwin, novelistas, capitanes de barco, viajeros- con otras del presente de cualquier condición -desde economistas a arqueólogos, vendedores de aparatos de ventilación, geólogos, pescadores o poetas- y también del futuro, acudiendo a visionarios que predijeron muy bien el mundo actual. Con las voces del pasado, el presente y el futuro he intentado hablar de lo que ocurre hoy y de lo que, si no reaccionamos, probablemente ocurrirá dentro de no tantos años.
-¿Por qué desaparece aquí casi tu presencia y hablan los indígenas, la gente que vive allí?
Yo soy una voz más de esa constelación, alguien que mira desde fuera y desea saber más. ¿Quién nos puede enseñar mejor? Los que viven allí. Mi experiencia de visitante es una anécdota al lado de su bagaje vital sobre aquella tierra.
-¿Como eliges a los personajes?
Por sus historias, su carácter. Un libro, como cualquier obra, tiene unos límites físicos donde se trata de concentrar la mayor fuerza simbólica posible. Mi aspiración es reunir voces que de algún modo resuman de manera poderosamente natural el carácter de la tierra sobre la que escribo.
-¿Cómo reciben las gentes al viajero occidental: como un intruso, como un cómplice?
En Australia la colonización inglesa fue decisiva, y junto a la Gran Barrera hay bastantes pequeñas poblaciones dedicadas a la ganadería, la caña de azúcar... pero que también ingresan una buena tajada por el turismo a la Gran Barrera así que la tendencia es a la cordialidad. Es una zona muy relajada, con una naturaleza asombrosa pero pasada por el control anglosajón. El punto donde la vida se asilvestra en serio es en Cape York. De hecho, ahí se concentra buena parte de la población aborigen, en una especie de reservas. Los aborígenes viven muy aparte, presas de una tristísima resignación.
-Si tuvieras que explicar tu poética de escribir de viajes, qué me dirías: qué buscas, cómo se escribe un viaje...
Es tan difícil... acabo de terminar un libro para intentar explicar justo eso. Sobre todo después de Sólo para gigantes, mucha gente me pregunta cómo he escrito y viajado tanto siendo tan joven (41 años ya no es tan joven pero gracias, gracias). Y decidí escribir algo que respondiera a esa curiosidad. En lugar de escribir un ensayo, me salió otro libro de viajes en el que vengo a decir que yo viajaba sin saber muy bien qué buscaba, más allá del estímulo que me impulsaba en cada ocasión. Cada lugar requería una forma distinta de encararlo, y me daba cosas diferentes que después adquirían una plasmación artística también autónoma. Lo único seguro es que detrás de todas esas historias, estructuras, iba comprendiendo un poco mejor a otras personas y, con ellas, me intuía yo. Cada vez necesito menos ansiosamente viajar, supongo que he alcanzado algunas respuestas que me están llevando a otra parte, a una más cercana. Creo que he hecho un viaje de fuera hacia adentro y que posiblemente en los próximos años acabaré escribiendo sobre España, sobre Barcelona. Quizá, sobre una familia de Barcelona.
-A menudo se te sitúa entre Paul Theroux o Bruce Chatwin. ¿Son ellos tus maestros o son las referencias obligadas, antes que Norman Lewis, por ejemplo u otros?
Hay varias grandes referencias. Robert Byron, Bouvier, Alí Bey, Mathiessen... Para mí, la novela total es en realidad una especie de libro de viajes, Los siete pilares de la sabiduría, de Lawrence de Arabia. De Theroux aprecio su descaro y la falta de tapujos para decir lo que piensa, al margen de cualquier corrección política, y a Chatwin le debo el atrevimiento formal. Tardé un tiempo en entender la dimensión de En la Patagonia pero cuando lo hice, quedé impresionado. Con ese libro Chatwin rompió el molde del género al introducir la abstracción y demostrar que el relato de un viaje no debe ceñirse al parto de un lugar – hago un recorrido- llego aun destino. Amplió los límites creativos del viaje y En la Barrera recoge precisamente ese testigo.
Finalmente: ¿qué hay de ficción en tus textos? ¿Por qué acudes a tantas imágenes, a tanto tejido literario?
Ni Capote está libre de la ficción, ¿no? Pero hay ficciones que pervierten la realidad y otras que contribuyen a transmitir la atmósfera “auténtica”. Mis libros de viaje tienen dosis bajas de ficción. Sea como sea, ficcionar es sencillo en Australia, donde a menudo pasan cosas que parecen mentira. Para explotar esa obviedad recurrí a las fotografías. A veces, acompañé un episodio difícil de creer con una foto que certificaba su “realismo”, autoconcediéndome así la licencia para en algún momento inventar una historia que, al estar acompañada por una foto más o menos consecuente, gozara del aura de lo auténtico. Por supuesto que prácticamente la totalidad del libro alude a hechos verídicos pero sea como sea, la clave de su engranaje estaba en que todo lo que se contara fuera posible en los límites de la Gran Barrera. La exactitud no es lo más importante en un libro de viajes, sino la atmósfera, el latido, el aire y tantos de aquellos intangibles que a fin de cuentas son la verdad de los lugares.
*Gabi Martínez presentó su libro ’En la Barrera’ (Altaïr, 2012) el pasado martes en la librería Cálamo en compañía de Antón Castro.
La primera foto de Gabi es de aquí:
https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-39269887a59f89408dbfdc20bbec28ca.jpg
La segunda es del autor durante el viaje.
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