JULIO ESPINOSA: UN DIÁLOGO
“La poesía es una forma de estar en el mundo”
Julio Espinosa Guerra, poeta chileno afincado en Zaragoza, presentaba hace unos días su nuevo poemario: ‘La casa amarilla’ (Pre-Textos), dedicado a la memoria de su padre
Julio Espinosa Guerra (Santiago de Chile, 1974) inaugura mañana en Puerta Cinegia la nueva sede de la Escuela de Escritores de Zaragoza. Allí se presentará su poemario ‘La casa amarilla’, que publica Pre-Textos. Arranca así: “Recolecto los frutos de la memoria bajo el manto de la nieve”.
¿Cómo nace ‘La casa amarilla’, cómo está conformado este poemario que recibió el premio ‘Villa de Cox’ en Alicante?
-El libro está escrito en versículo/prosa poética. Son trece poemas largos que conforman un todo. ‘La casa amarilla’ era la casa de mi infancia, en una zona semirural, en la pre-cordillera de Los Andes. El libro/poema está dedicado a mi padre, que murió en febrero de 2011. Lo concluí en febrero de 2012.
¿Cuáles son sus temas?
Lo escribí jugando con el recuerdo y la ficción, intentando sacar de las palabras esas sensaciones, esos aprendizajes de mi niñez, todo lo que me dio mi padre. Construyo una casa amarilla que no es la original, pero que la rememora. El objetivo es que el lector entre en ella y descubra su propia casa. Así, es un homenaje a mi padre y a la niñez, pero también a los padres y las niñeces de todos.
¿Cómo está escrito desde la atmósfera, el uso del lenguaje y el poso filosófico que hay en él?
-La poesía es una forma de estar en el mundo, de instalarse en él. Te hace mirar de otra forma las cosas, de leerlas sin el peso de la palabra cerrada como un candado. La poesía abre la perspectiva y permite volver a sentir las cosas: de pronto el mundo aparece frente a los ojos y ya no es más el lugar común del uso constante de las mismas palabras. La poesía, de este modo, refresca el lenguaje y nos permite acercarnos a experiencias y situaciones olvidadas, nos regala el estremecimiento de la primera vez.
¿Qué lugar ocupa la poesía en su vida y en su trayectoria?
-Y sí, escribo mucho, pero menos de lo que me gustaría. Al final uno escribe porque quiere mostrar algo a los demás, algo que uno “ha leído” del mundo, ha bebido y piensa que quizá los otros no. Es una propuesta estética y también ética. Novela y poesía, así, van de la mano. Dos senderos que se bifurcan para volverse a unir y, luego, volver a bifurcarse, que se potencian mutuamente, se enriquecen, y nos permiten presentir más y mejor todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
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