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Antón Castro

ROSA BURILLO LEE 'LAS MÉDULAS'

 

[La profesora y traductora María Rosa Burillo, una buena amiga de Madrid, me envía esta lectura suya del libro ‘Las Médulas’ de la escritora gallega Silvia Bardelás. Aquí está para los amigos que se acercan por aquí de cuando en cuando.]

  

El ÁRBOL, ÁRBOL

 

Por María Rosa BURILLO

  

 ‘Las Médulas’. Silvia Bardelás. Traducción de Carmen Pereiro. Pulp Books, 2013.

 

Se acaba de publicar la edición en castellano de As Médulas, la primera novela de Silvia Bardelás que editó Barbantesa en gallego en 2010 y fue seleccionada ese mismo año en Alemania para la lista de New Spanish Books. La escritora es Licenciada en Filosofía, estudió Creación Literaria y actualmente trabaja en una teoría  sobre la novela como tesis doctoral. La preocupación de la autora por encontrar una forma digna de estar en el mundo se hace extensiva a toda la trama, para ello presenta un personaje, Juan, un joven de familia acomodada, casado, que aparentemente lo tiene todo para ser feliz y que sin embargo, es incapaz de sentir.

Juan viaja a las Médulas, una cruz blanca en lo alto de la montaña como un presagio, anuncia el comienzo de algo. La novela está llena de guiños y se mueve en un mundo de sombras. El ambiente cargado de humedad sacude la mente del personaje al que llega la sensación de frío, pero lo que verdaderamente le conmueve es la naturalidad de esa chica, que atiende a los tres nombres,  Suha, Cécile, Flora, y viene a poner orden en la casa. La observa y ve que actúa sin pensar, como por instinto. Y se da cuenta de que para ella las cosas son lo que son, “solo era una escalera para ella. Solo unos armarios, solo una escalera, su mano, solo una mano.”

 Una serie de ideas interactúan en el flujo de conciencia de los cuatro personajes, que apenas se comunican porque cada uno ha de solucionar lo suyo en solitario. El discurso plantea que el pensamiento no lleva automáticamente a la acción, que las crisis son tan sólo la incapacidad de tomar decisiones cuando uno sabe que tiene que asumirlas. Hay una palabra que se repite como una necesidad, como un deseo, a lo largo del texto, colocar, poner orden, como cuando el narrador recuerda que los sensibles no pueden organizar el recuerdo, o ese rechazo visceral a las imitaciones que incluye imitar a la madre, imitar al padre, imitar al padre y a la madre porque “si una cosa no toma forma no avanza y se muere”. O la denuncia al mundo que conspira para ignorar a gente de valía: “¿Por qué es cobarde siendo inteligente? Es incomprensible. Hay algo, algo lo ha anulado, como si se le pudiese dar a un botón y dejar a oscuras una vida.” Y de pronto surgen imponiéndose, la realidad de argumentos como: “las cosas son como son… el que es alto es alto y el que es gordo es gordo y esa manía de intentar que la gente sea de otro modo, que no todos somos iguales, no entiendo que la gente se empeñe en una cosa que no es...”, o la idea de que “la identidad solo se da en la relación”. Y parece que Emerson y Ortega se dieran la mano.

 Juan aprende de la naturalidad de Suha- Cécile- Flora. Sara, su mujer, que también ha iniciado el viaje en solitario, se acerca a escuchar la voz del pueblo, los que se han hecho a base de esfuerzo, de quehacer cotidiano, pegados a la tierra, y ofrecen, sin ni siquiera proponérselo, una base práctica, ese enraizamiento que los hombres y mujeres de ciudad parecen haber perdido. Las vidas de Juan y Sara cambian porque ellos así lo han querido. Las de José y Suha- Cécile- Flora, evolucionan cuando, como un cataclismo, Juan irrumpe en sus destinos. Las montañas rojas y desnudas de las Médulas, son los testigos mudos de algo que tenía que ocurrir. El pueblo, Voces, recuerda demasiado el susurro de Juan, atronado por el recuerdo, tanto que habiendo aire, parece asfixiarse, incapaz de respirar. La voz narrativa mueve en todo momento los hilos y proporciona al lector un argumento sólido, una trama perfectamente urdida que corre a ritmo vertiginoso por momentos y termina por crear una propuesta contundente que pasa por volver al mundo de las sensaciones, “el árbol, árbol” porque “detrás de lo que no existe, todo es inventado”. En nuestras manos está asumirlo, escucharlo.

 Rosa Burillo

Universidad Complutense de Madrid.

 

*Todas las fotos son de Mark Shaw, salvo las de Silvia Bardelás, que las tomo de internet; la segunda es de ’La Voz de Galicia’. La primera es del blof brujulasyespierales.blogspot.com de Francisco Martínez Bouzas, un estupendo lector y crítico literario.

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