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Antón Castro

MUERE MARÍA ROSARIO DE PARADA

Adiós a María Rosario de Parada

 

La periodista y escritora, autora de ensayos y novelas, ha fallecido a los 92 años.

 

Antón Castro

Ayer por la mañana, hacia las ocho, fallecía en Zaragoza la periodista y escritora María Rosario de Parada, una mujer que se dedicó a la escritura por pura vocación. Por necesidad. Por deseo de comunicar. Nació en Zaragoza en 1921, fue madre de cinco hijos de su unión con su marido y cómplice Hernán Palacio. A principios de los años 50, cuando las cosas en España no eran demasiado esperanzadoras, con dos máquinas tricotosas, ella, su esposo y sus hijos se marcharon a Argentina. Vivieron allí, en Mar de Plata, dos largos años: María Rosario, Maruja para los amigos, hacía jerséis, atendía a su familia, contó con una asistenta de origen italiano y antecedentes españoles como Erminda Borghetti (a que le dedicaría una novela de amor y desesperación: ‘Erminda Borghetti’) y leía cuanto podía.

En 1959 logró uno de sus grandes sueños: empezó a trabajar en la prensa, trabajaría en ‘El Noticiero’, ‘Amanecer’, ‘Hoja del lunes’, fue corresponsal de ‘Diario de Barcelona’. En estos medios firmó de todo: reportajes, textos de opinión, entrevistas, crónicas políticas. Fue, con Gloria Arias, una de las pioneras de la mujer en la prensa. Más tarde, colaboró con el ‘Anuario de Aragón’, y sería reconocida por la Asociación de la Prensa de Aragón y presidiría la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro.

Los años 90 fueron especialmente estimulantes para ella: firmó varios libros como ‘Ferrocarril a Francia por Canfranc’, una de sus obsesiones, ‘El pueblo gitano en España y Aragón’ o un libro misceláneo como ‘El manifiesto de un jubilado’, e incluso una pequeña historia de Santa Cruz de la Serós, que era su paraíso en la tierra. Entre sus novelas destacan esencialmente tres: ‘Entre dos fuegos’, donde se cuenta una historia real, de amor, tensión y violencia, que sucedió en su finca de La Mezquita en el entorno de La Sotonera y la Hoya de Huesca, en vísperas de la Guerra Civil, la citada ‘Erminda Borghetti’, que conoció dos ediciones (la segunda, impecable,  a cargo de Gerardo Alquézar), y es un amargo retrato de mujer, vapuleada por el destino en tiempos de Eva Perón, y ‘El testamento de la reina’, su peculiar mirada hacia Isabel la Católica y la difícil relación que tuvo con su marido Fernando de Aragón.

María Rosario de Parada fue una mujer vitalista, que superó pruebas durísimas: la muerte de un hijo, arrollado por un tranvía en el Coso, la pérdida de otro posteriormente, y el adiós de Hernán, su esposo, apasionado de los libros y especialmente de la encuadernación. María Rosario, Maruja, trabajó hasta que perdió la vista hace algo más de dos años: entonces, de una vitalidad arrolladora, soñó las narraciones, las vidas que no había podido escribir. En 2011, Carmen Bandrés le dedicó una biografía: ‘María Rosario de Parada. El arte de vivir’ (Huerga & Fierro). Un elogio, una vindicación y un homenaje a una mujer esencialmente buena que encontró uno de sus mayores placeres intelectuales durante la redacción de su libro ‘Conversaciones con Pedro Laín Entralgo’ (1994). Hoy será enterrada en Santa Cruz de la Serós, adonde solía retirarse todos los veranos con una hermana y con un pelotón de nietos. Allí era inmensamente feliz.

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