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Antón Castro

DAVID LOZANO: DIÁLOGO DE 'HEREJÍA'

[Ayer, en el Palacio Arzobispal de Zaragoza, David Lozano Garbala presentaba su nueva novela: ’Herejía’ (SM), que  transcurre en la Zaragoza del siglo XV, en espacios como La Aljafería, el monasterio de Santa Clara o distintas calles. Es una novela sobre la Inquisición, la perscución de los judíos, la intolerancia, el espionaje, y contiene una apasionada historia de amor, protagonizada por el joven Ginés, que quizá no sea quien aparenta ser. A David lo acompañaron el historiador Domingo Buela y el director general de Cultura Humberto Vadillo.  Esta entrevista se publicaba ayer, en casi su totalidad, en ’Heraldo de Aragón’.]

-¿Qué ha pasado por tu cabeza para dar ese giro hacia el siglo XV?


La Baja Edad Media siempre me ha atraído pues ofrece escenarios muy sugerentes y un clima donde tienen cabida muchos ingredientes que dan juego: fanatismos religiosos, amores prohibidos, supersticiones paganas, intrigas… En el fondo, el mundo era todavía una gran región inexplorada, llena de misterios. Pero es que además la Inquisición constituye un tema que también me interesa desde hace años. Supongo que cuenta con ese toque oscuro, amenazador, que siempre busco en mis historias.

         

-¿Qué querías contar: una época, una aventura de desdoblamiento, un episodio de intolerancia?

Me apetecía contar un episodio de la Historia donde se viera cómo el fanatismo acaba por engendrar monstruos y cómo, en ocasiones, para luchar contra las injusticias uno tiene que arriesgarlo todo: su vida, sus principios, incluso su propia identidad.

 

-Casi todas tus novelas giran en torno al mal. En cierto modo, aquí sucede lo mismo. ¿Sería la Inquisición sinónimo del mal?

En mis novelas, en efecto, me gusta mostrar diferentes manifestaciones del mal. Dentro del Santo Oficio había religiosos con una honesta –y moderada- preocupación por la salvación de las almas y la ortodoxia católica. Sin embargo, la Inquisición también cobijaba –sigue ocurriendo hoy en otros ámbitos como la política- perfiles mucho más nocivos: los codiciosos, los corruptos, los integristas… individuos que se aprovechaban de su poder para dar rienda suelta a sus excesos, tanto económicos como ideológicos. Amparaban sus actos bajo la cobertura de una justificación “oficial”, lo que les garantizaba impunidad. Eso sí es el Mal, con mayúsculas.  

         

-Aludes al final a la documentación que has manejado y a tus citas con historiadores. ¿Era posible una historia así en aquella Zaragoza?

He procurado ser bastante riguroso respecto a la ambientación de la novela, por eso decidí contar con el apoyo de varios historiadores. No obstante, la historia que narro es ficción y en ese sentido confío en no haberme apartado mucho de lo verosímil. Lo que sí había en la Zaragoza de la época era una atmósfera de miedo hacia la creciente presencia del Santo Oficio, denuncias sin prueba alguna, intrigas, envidias vecinales… El perfecto caldo de cultivo para una severa represión inquisitorial a la que no todos estaban dispuestos a someterse.      

 

-¿Cuál era la importancia que tenían los judíos conversos en la ciudad, por qué suscitaban tanto odio?

 La visión del pueblo judío como amenaza se sustenta en las suspicacias que despierta su poder económico… e incluso político. Hay que recordar que antes de su expulsión los judíos eran los únicos que tenían autorizada la usura, por ejemplo, y su condición frecuente de prestamistas de los monarcas les otorgaba un peso muy serio en la Corte. El hecho de que muchas de las conversiones fueran forzadas no ayudó. En el caso de Aragón es un tema especialmente sensible, porque buena parte de la nobleza tenía raíces conversas.  

 

-Luis de Ortuña, el protagonista o Ginés de Alcoy, son muy jóvenes. Apenas 16 años. ¿Operaban con tanta entera y con tanta lucidez en aquel momento los jóvenes? ¿Cómo los defines?

Los Fueros de Aragón consideraban como mayores de edad a los jóvenes de 16 para determinados actos. A esa edad eran ya prácticamente hombres que debían prepararse para coger las riendas de su destino (o mujeres listas para concertar un matrimonio de conveniencia). Con una esperanza de vida que rondaba los cuarenta años, uno tenía que darse prisa por vivir… 

 

-Has escrito una novela de desdoblamiento y de espionaje... ¿Sigues en tu línea de suspense e intriga o crees que ha cambiado algo en tu opción?

La ambientación histórica y el espionaje no son incompatibles con una narración que incluya intriga. Cambia el escenario, los acontecimientos, incluso el registro de los personajes, pero no el ritmo. Yo he procurado que “Herejía” cuente con suficientes elementos que alimenten la curiosidad en el lector a lo largo de las páginas.

 

-Entre las mujeres hay dos claves: la priora Catalina de Bolea. ¿Por qué actúa así, a favor de la libertad? ¿Qué dirías de ella?

 Me gustan los personajes femeninos fuertes, que se alejan del estereotipo. Es cierto que la mujer pintaba poco en la sociedad aragonesa del siglo XV, pero la Historia siempre nos ofrece muestras de personajes femeninos que se adelantaron a su época, que reivindicaron su papel. No olvidemos a Isabel de Castilla, que reinaba justo en el momento en el que se desarrolla mi novela. Catalina de Bolea, desde su rango de Priora, es una mujer valiente, honesta, dispuesta a no traicionar sus ideales. No se somete al miedo, eso la hace libre y la lleva a luchar por la libertad.

 

-Ana de Saviñán, la enamorada de Luis-Ginés, que también era poeta. ¿Has querido que fuera como una heroína romántica, casi desmesurada en sus pasiones?


Ana de Saviñán sí responde más al perfil femenino típico de finales del siglo XV, sobre todo en familias de clase alta. Con una educación limitada para la vida real y un conocimiento muy deficiente del mundo, sus aspiraciones se limitan a ser una futura buena madre y esposa de alguien digno, de alcurnia. Muy religiosa, es además soñadora, ingenua, inexperta. Lógico en alguien a quien se ha mantenido demasiado protegida de la realidad durante su crianza. Se entrega, confía, pero en el fondo no ha sido educada para pensar por sí misma.    

  

-¿Cómo conviven la historia de amor y la narración de intriga? ¿Has querido hacer una novela de época de atmósfera romántica?

 Pocas cosas generan más suspense que la posibilidad del amor cuando dos vidas se cruzan, sobre todo si el entorno es hostil. El amor surge por sorpresa, no puede controlarse ni predecirse. A menudo inoportuno, es al mismo tiempo muy estimulante. Por eso decidí que lo sentimental iba a desempeñar en mi novela un papel de peso, que incluso amenazaría los planes de los protagonistas. “Herejía” es una novela de aventuras envuelta en una atmósfera romántica, sí.

 

-Hablemos de los malos. El malo malísimo es fray Agustín de Saviñán, inquisidor decano. Es como un buscador de corruptos pero el más parece él, ¿no?

Agustín de Saviñán representa ese Mal al que aludí antes. Es perverso, calculador, estratega. Para ser malo hay que ser consciente y él lo es, conoce bien el alcance de sus actos. Saviñán es un oportunista, se aprovecha del poder que le da su cargo dentro de la institución para satisfacer una codicia insaciable. Se camufla, oculta sus verdaderas intenciones con una tapadera legítima, pervierte la genuina función inquisitorial. No tiene escrúpulos, cualquier precio es válido si le ayuda a conseguir lo que quiere. Es ajeno a los remordimientos y eso le hace muy peligroso; un adversario implacable.   

  

-¿Era tan atrabiliaria y siniestra la Inquisición como se ve aquí? ¿Daban esas palizas hasta provocar la muerte?

Dentro de la Inquisición había de todo. Incluso hay quien afirma que el famoso Torquemada, primer Inquisidor General para los reinos de Aragón y Castilla, era de talante moderado. Lo que no ofrece lugar a dudas es que el Santo Oficio, en su celo por desenmascarar a los herejes, casi convirtió en un “arte” la habilidad para lograr confesiones de culpabilidad. Y ahí entran en juego formas de torturar sumamente creativas… 

 

-¿Qué ha supuesto para ti pasear por aquella Zaragoza de La Aljafería, Santa Clara, etc.? ¿Funciona bien la ciudad como escenario de ficción?


Zaragoza funciona muy bien como escenario a pesar de que tampoco es una ciudad que haya sabido conservar el valioso patrimonio de su pasado. El poder adentrarme en la Aljafería ha sido un auténtico lujo, desde luego. Y gracias al testimonio de varios historiadores, como la doctora Susana Lozano, yo he podido imaginar sus callejuelas, las torres de las iglesias alzándose sobre las casas bajas, el sonido de sus campanas, el ambiente bullicioso, las murallas…

 

-Conocíamos tus pasiones por autores más de ‘thriller’. ¿Quién te interesa en la novela histórica?

No suelo leer novela histórica, o al menos no con la frecuencia con la que me dedico a otros géneros. En nuestra tierra, sin embargo, tenemos nombres propios de prestigio a los que sí me acerco de vez en cuando como José Luis Corral, Ángeles de Irisarri, Magdalena Lasala… 

 

*David Lozano, en el Paseo de Independencia, en una foto de Heraldo.

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