PABLO FIDALGO: TRES POEMAS
El joven poeta y narrador Pablo Fidalgo me envía tres poemas de su último poemario, Mis padres: Romeo y Julieta, publicado por el sello Pre-Textos.
1
Dejemos que las cosas ocurran, esta vez de verdad.
No nos perdamos otra vez en el viaje
de lo grande a lo pequeño.
Llegarás a Torino en avión, atravesando los Alpes.
Prende il Pullman, y baja en la estación de Porta Susa,
camina San Donato y al pasar el cine Roma Blue
gira a la derecha. Yo no saldré a encontrarte.
Será de noche, poco después tu cara será iluminada
por la luz naranja de la parada del tranvía: Livorno.
Una ciudad bien iluminada por la noche
nos conducirá a la revolución,
de momento es la felicidad.
Japón. La terra torna ancora a tremare.
Y siento que ha sido el comunismo,
su éxito y su fracaso, la idea del comunismo,
lo que permite que nos encontremos año tras año
en ciudades tan lejanas, en poemas tan distintos.
Un poco más, y estarás conmigo.
Si consigues orientarte sólo con mis palabras,
sin otros mapas ni otros libros,
tu mente se irá reparando y llegarás curada.
Creo que me has descubierto.
Palabra por palabra, recordamos la lengua en la que crecimos,
y aún pienso que uno de los dos morirá joven.
Nos hemos quedado en Europa definitivamente
y eso es lo que distingue nuestro odio
del odio de los demás.
Si me he tomado el tiempo de explicarte esto
es para que entiendas que sé llegar a cualquier sitio,
y que como tú dijiste un día la geografía me salvó.
Sigue un poco más y ya estarás en casa.
Por la mañana abrirás la ventana
y verás la nieve sobre la que hoy volaste.
Hemos vivido mucho tiempo solos.
La casa es pequeña,
nos costará aprender a movernos sin molestarnos
pero eso ya será parte del camino de vuelta.
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2
La luz se movía entre los árboles,
y yéndonos del río, vimos a un hombre y una mujer desnudos.
Vimos a su hijo acostado en una toalla
como si los tres acabaran de nacer.
Inclinados sobre el niño, adorándolo,
podrían ser tus propios padres y tú mismo.
La belleza es incontestable para nosotros
que hemos atravesado el infierno.
Mire donde mire están ellos
que ni siquiera se giran para ver quién soy
totalmente concentrados en su propia fe.
Después seguí mi camino deseando ser un padre
expulsado del paraíso una vez más,
pero sabiendo que quizá esa belleza, ese amor,
no se me habían entregado.
Y entendí, después del instante perfecto,
que todo se renueva de golpe: padres e hijos.
Pero nosotros cuando vamos a un lugar
no nos llevamos ningún recuerdo.
Hemos sido irrepetibles y fascinantes tantas veces al día
que nadie se ha fiado de nosotros.
Allí donde vayas, mires donde mires,
tus padres renuevan su presencia,
vigilan que todos sepan quién eres
aunque les cueste la vida.
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3.
El mar está ahí abajo. Es una calle llena.
No lo domino. Y si me tiro
¿quién recordará que venimos de las islas?
¿Por qué siento que las aguas no pudieron lavarme?
¿Por qué me suplicas que no vaya al más allá,
que no me transforme ni me ponga más vestidos?
¿Por qué me pides que sea menos de lo que puedo ser?
Yo estaba en el tejado de la casa
y tú, desde la calle,
usabas mis propias palabras para detenerme.
Pero yo cerré los ojos y me arrojé
y vi que el poder de la palabra no era suficiente
y que el amor otra vez llegaba tarde.
Yo estaba ahí desde hace tiempo suplicando
y si tardaste tanto en verme
¿qué quieres que piense de ti?
No había razón para que tú y yo
nos tratásemos como iguales.
¿Cómo se iba a comparar mi larga historia aquí arriba
con tu breve historia allí abajo?
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