JULIO CORTÁZAR DE LA 'A A LA Z'
Julio Cortázar, que en realidad se llamaba Julio Florencio Cortázar, nació accidentalmente en Bruselas el 26 de agosto de 1914, hace ahora un siglo, y falleció tal día como ayer, en París, en 1984, hace treinta años. Julio Cortázar, por una razón u otra, siempre está de moda: es el escritor seductor, atractivo, moderno, que conjuga un sinfín de aptitudes o características: amaba el tango y el jazz, disfrutaba con el boxeo (de joven iba a ver combates y redactaría luego varios cuentos: 'La noche de Mantequilla' o 'Torito', entre ellos), le encantaba viajar ( «Desde pequeño los viajes fueron para mí el objetivo final de mi vida», confesaría), le apasionó la política, sobre todo tras conocer a su compañera Ugné Karvelis. No solo eso: era un buen fotógrafo y entendía la existencia y la literatura como juego, como aventura, como una forma gozosa e imaginativa de estar en el mundo.
Eso se percibe en varios de sus libros: en 'Un tal Lucas' o 'Historias de cronopios y famas', pero muy especialmente en 'Rayuela', un ejemplo de novela abierta, híbrida, que convirtió a París en un escenario real y mental, en una región de la imaginación y del delirio donde todo era posible para La Maga, para Horacio Oliveira, para tantos y tantos otros que parecían moverse como si fueran criaturas de un espejismo de Joyce. Y se percibe, claro está, en libros como o 'Último round' o 'La vuelta al día en 80 mundos', donde explora y subvierte los géneros y donde mezcla la narración pura, la evocación, el apunte de memorias, el periodismo o la nota de ensayo. Vinculado al Oulipo, el Taller de Literatura Potencial que habían frecuentado Ray-mond Queneau, Georges Perec e Italo Calvino, entre otros, Cortázar se atrevía a casi todo: a escribir del erotismo de un modo diferente, con un ceceante susurro de ritmos e incitaciones; se atrevía a crear arrebatos léxicos, a soñar en cada frase con alma de poeta: «Te digo: 'Perdóname, estaba soñando que te acariciaba, y te toqué sin querer'. Y solo entonces me despierto de veras». En cierto modo, Cortázar vivió con el espíritu de la poesía; su lírica, dicho sea de paso, se recoge en el volumen 'Salvo el crepúsculo'.
El marino de Banfield, lector
Julio Cortázar vivió cuatro años en Bruselas y, con una peculiar manera de pronunciar la erre, se trasladó a Banfield, un barrio suburbano de Buenos Aires. Aunque era un niño melancólico, un lector voraz que ni quería ver el sol (un médico le aconsejó que durante cinco o seis meses no leyese), soñó con ser marino; a los ocho años escribió una novela que su madre jamás le quiso entregar: ella sospechaba que ese libro iría directamente al fuego. Hubiera sido un marino gigante de 1.92 m. Cortázar le escribió a un amigo: «... la vida me va quedando chica como los trajes cuando tenía doce años y cada semana crecía un par de centímetros». Un libro como 'Opio' de Jean Cocteau le marcaría la vida: sería como un despertar a otra concepción de la escritura y de la lectura.
Cortázar fue maestro, tenedor de libros, viajero, traductor profesional en la Unesco y de Poe, Defoe, Gide y Marguerite Yourcenar y, sobre todo, fue un explorador de la frágil membrana que comunica la realidad y la ficción a través del cuento. Quizá sea uno de los cuentistas mayores de todos los tiempos y uno de los que mayor influencia ha ejercido en todo el siglo XX, desde la aparición de su 'Bestiario', reeditado ahora en Alfaguara ala vez que 'Todos los fuegos el fuego', hasta sus últimos títulos: 'Alguien que anda por ahí', 'Queremos tanto a Glenda' o 'Deshoras', un libro en el que rinde homenaje a sus años de profesor.
El arsenal de los recuerdos
Acaba de publicarse un libro especial, amoroso y sugestivo como 'Cortázar de laAala Z . Un álbum fotográfico' que propone un recorrido por sus manías, su correspondencia, sus amigos, su casa, su afición a la trompeta, su veneración por Glenda Jackson o por la cantante de tango Susana Rinaldi: es decir, aquí, con una maquetación especial, está su fascinante vida. Es un libro en cierto modo para fetichistas, para lectores de Cortázar y para amantes de la literatura y de los libros.
Es un itinerario, una excursión por el dibujo, la pintura, la caligrafía, las postales, los autógrafos, las epístolas, los recuerdos, las abundantes fotografías; 'Cortázar de laAala Z ' es una cita con la incesante pulsión vitalista de un hombre arrollador, el amante de las mujeres y del amor, que tenía el síndrome de la eterna juventud. Se abra por donde se abra, los hallazgos son particulares. Por ejemplo, en el vocablo 'City College' leemos una carta que les remitió a los aragoneses Paco Uriz y su esposa Marina Torres, traductores de lenguas nórdicas: «Estuve ya en el Barnard College y en el City College de Nueva York, y me di cuenta de lo útil que es darles a esos muchachos una noción fidedigna de lo que pasa en nuestras tierras; ellos nos leen mucho, pero sólo en el plano literario, las noticias políticas las reciben a través de la prensa yanqui... y con eso queda dicho todo». Cortázar siempre estuvo preocupado por la política: era un activista de izquierdas que apoyó la Revolución Cubana, y la nicaragüense, se opuso a la dictaduras chilenas y argentina y firmó manifiestos. La novela del compromiso y la militancia sería 'Libro de Manuel'.
Como estamos en vísperas del Día de San Valentín queríamos acercarnos, con la ayuda del volumen y de otros materiales, a la vida amorosa de Cortázar, que declaró en una ocasión: «No soy excesivamente monógamo». Al principio, desde los años 30 hasta mediados los 40, pensó que iba a ser un solterón empedernido. Las mujeres parecían esquivarlo.
Aurora, Ugné y Cristina, amadas
En esas apareció Aurora Bernárdez, traductora e hija de gallegos de la emigración, con quien fue muy feliz durante algunos años. Se casaron en 1953. El álbum tiene una entrada 'Carol' a doble página. Cortázar dice en una carta a Eduardo Jonquieres: «Pude hablar, pude decirle a Aurora lo que tenía que decirle, y pude venirme a Francia sin ninguna esperanza, pero con una serenidad que era por sí sola una altísima recompensa a mi cariño». En otra carta posterior, le dice: «Por el momento, A . y yo damos más bien la sensación de dos camaradas que arriman el hombro (el de ella me da en las costillas) para que las cosas sean más divertidas y verdaderas. Tenemos una buena costumbre: estamos de acuerdo en casi todo lo fundamental, y discutimos como leopardos sobre lo nimio. En esa forma desahogamos los humores sin malograr nada de lo que cuenta». Vivían en París y se separaron definitivamente en 1967, cuatro años después de la aparición de 'Rayuela', aunque las divergencias -y los amores contingentes de Cortázar- venían de antes. Algunos la definen como «una señora» y fue y es, ante todo, una gran traductora y una mujer que se ha preocupado por cuidar y divulgar la obra de su exmarido. De hecho, es con Carles Álvarez Garriga, estudioso de la obra cortazariana, la encargada de este álbum.
A Aurora la sucedió Ugné Karvelis, con la que nunca se llegó a casar. Era lituana y germanista, 22 años más joven que Cortázar y se quedó fascinada con el escritor a raíz de la aparición de 'Rayuela'. Diría: «Acorazada tras mi ejemplar de 'Rayuela' terminé por lanzarme al asalto del gran hombre, me interpuse entre él y el mostrador de la recepción en donde iba a depositar su llave. 'Oh sorpresa: me invitó de inmediato a tomar un mojito'». Era una mujer de carácter que acabó prisionera del alcohol. Y quizá tampoco supo aceptar la amistad de Cortázar con Cristina Peri Rossi, a la que siempre consideran una de sus amantes, a pesar de su condición lésbica.
En el álbum y a propósito de ella, Cortázar le escribe a Ariel Dorfman y le dice: «No soy hombre confidencial, lo sabes, y te evito detalles; digamos que lo de siempre, incompatibilidades cada vez más manifiestas, de las que se desprende la infelicidad, la agresión, lo inútil de prolongar algo que fue bello y ha dejado de serlo». Peri Rossi le oyó decir a Cortázar: «Ugné es muy celosa, te va a odiar. Olvídate de publicar en Francia, lo va a impedir».
Cortázar tuvo otras amantes: la inglesa Edith Aron, a la que conoció en un viaje en barco hacia Europa, y la fotógrafa holandesa Manja Hofferhaus.
De Manja a Carol Dunlop
En el álbum se recoge una postal que le dirigió en francés en 1971. Le decía: «Me acuerdo con gran alegría de toda la música que hemos hecho y escuchado juntos, música de los sonidos, de los cuerpos, del espíritu (…) Me acuerdo de tu perfume, de tu sonrisa. Sí, escucharemos juntos otra vez a Mozart, ¿no?». En 1979, o quizá un poco antes, entró en su vida la escritora estadounidense Carol Dunlop: se casarían en 1981 y ella moriría al año siguiente. Se llevaban 32 años. La boda «me da una tranquilidad muy grande en este momento de mi vida», dice Cortázar en la voz 'Casamientos'. Fue un amor intenso y breve; en un poema le decía: «Te quiero tanto silenciosa hacedora de música / que no necesita sonidos para lanzarme girando / a un viaje llamado carol / llamado amor». Junto hicieron un viaje casi de despedida que se titula 'Los autonautas de la cosmopista' y que redactaron a cuatro manos.
Julio Cortázar murió a consecuencia de una leucemia en 1984. Algunos cronistas (entre ellos el crítico aragonés Rafael Conte y la citada Cristina Peri Rossi) dijeron que había muerto a consecuencia de una transfusión de sangre contagiada de sida. Aurora Bernárdez acudió a su lado y le cuidó hasta el final cerca de sus libros y sus discos. Fue enterrado en el cementerio de Montparnasse al lado de Carol. Quizá para hablar con ella, «a través de mi corazón», de Charlie Parker, 'Bird', el hombre que le inspiró un texto memorable: 'El perseguidor'. Le dirá: «Quiero ver tus pestañas apuntando a las estrellas / tus manos jugando con la bola de cristal que me diste».
FICHA
Cortázar de la A a la Z. 'Un álbum biográfico'. Edición de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga. Diseño de Serio Kern. Alfaguara. Madrid, 2014. 314 páginas.
*Este artículo se publicó en 'Artes & letras' de Heraldo de Aragón.
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