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Antón Castro

DURAS: LA ESCRITURA DEL AMOR

Dos de las más grandes escritoras de las letras francesas del siglo XX se llamaron Marguerite: Marguerite de Crayencour o Yourcenar, la mujer que redactó una novela inmortal como ‘Memorias de Adriano’ (1951), y Marguerite Duras, nacida Donnadieu, que firmaría otro libro maravilloso y autobiográfico: ‘La amante’ (1984), entre otros muchos. Aunque eran como la noche y el día, a veces las confundían: por las calles, en los manuales e incluso por sus rarezas. De algún modo, las dos acabaron sus vidas vinculadas de extraña e intensa manera a dos hombres jóvenes. Yourcenar, que amaba a las mujeres y había vivido muchos años con Grace Flick, su secretaria y amante, sucumbió a una extraña pasión otoñal por un hombre más joven, Jerry Wilson, que moriría de sida, y Duras vivió casi tres lustros con Yann Andrea, un joven homosexual, que fue su confidente, su enamorado (Laure Adler lo cuenta con todo lujo de detalles en su biografía ‘Marguerite Duras’, Anagrama, 2000) y su compañero de bebida. Ambas tuvieron una infancia especialmente intensa: Yourcenar viajó, leyó y vivió bajo la fascinación de su padre, que era un ilustrado melancólico, y Duras perdió a su padre a los siete años, adoró a su esforzada madre y le perdonó alguna que otra infamia, pero conoció en Indochina (hoy Vietnam del Sur) una forma de vida exuberante y peligrosa, y coqueteó con el incesto con su hermano Paul; también tuvo otro hermano, al que detestaba y lo consideraba el malo y el perverso. Además, los Donnadieu vivían en la calle, entre charcos y aguaceros, cerca de los tigres y de las violentas mareas. Y no solo eso: Marguerite Duras, en la adolescencia, vivió una historia de amor con un hombre mayor, delicado y rico, que le adiestró en los secretos del cuerpo y del sexo y tal vez en otro concepto: la vida material, tan importante en la vida y en la obra de la autora de ‘Un dique en el Pacífico’, esa novela donde contaba sus años en Saigón, antes de marchar a estudiar a París hacia 1932. Ese hombre maduro (en comparación con ella: tenía 37 años) y silencioso dio lugar a ‘El amante’, la novela que le llevaría el premio Goncourt y la devolvería a la cima de las letras francesas, una historia que le rondaba una y otra vez, de la que daba avances, pero que finalmente fue contada con una gran energía narrativa. 

¿Por qué unimos aquí a los dos Marguerite? Quizá por capricho y por la constancia de su antagonismo, o de su escritura dispareja. Yourcenar, impregnada de sabiduría y de reflexión, ocultó sus pasiones tras la poesía, la filosofía y el viaje en el tiempo y en la historia; por ejemplo, tras ‘Fuegos’ hay un quebranto de amor que se tornó casi insoportable. Yourcenar era, en un sentido más convencional, toda una mujer de letras. Duras escribía por necesidad, por urgencia, por pulsión autodestructiva y como bálsamo inefable. Duras escribía a como a hachazos, con fogonazos de intuición y de ira.

Las dos comparten casi una fecha capital: en 1951, Yourcenar publicó ‘Memorias de Adriano’, el libro de una vida y de una obsesión, que tradujo al castellano Julio Cortázar. Y en 1950, tras una larga crisis derivada de la II Guerra Mundial y de la angustiosa situación que había pasado su marido Roger Antelme, confinado por los nazis en Dachau, Duras volvió a escribir: publicó ‘Un dique contra el Pacífico’ y ‘Un marinero de Gibraltar’. Y las dos, ahora, están unidas por algunos detalles: de Yourcenar, Alfaguara acaba de reeditar un libro delicioso: ‘Alexis o el tratado del inútil combate’, la historia de un músico que se casa y acaba revelándole a su mujer la complejidad de sus sentimientos con una inesperada revelación sobre su condición erótica. Y de Marguerite Duras (1914-1996) se cumple un siglo de su nacimiento.

Marguerite Duras fue una mujer complicada, egoísta, ensimismada y frágil. Ella se consideraba a sí misma un genio (y no parecía decirlo con ironía o con distanciamiento) y, con sus dudas y su inmenso desgarro, fue capaz de desarrollar una carrera literaria muy personal, que nunca encontró acomodo en grupos o movimientos. En su obra se perciben los ecos del neorrealismo italiano, del existencialismo y del ‘Nouveau Roman’ (con Nathalie Sarraute, Robbe-Grillet o Michel Buttor, en algún instante), pero más bien ocupa una región única: la que ella denominó “el mal incurable del amor”. O “el mal de la muerte”, título de una de sus mejores y desesperadas novelas. La muerte, el amor, el sexo, la soledad, el dolor, la melancolía, el alcohol y la locura son sus grandes temas. Y la necesidad de escribir, claro. Mujer de grandes pasiones, defensora del amor físico casi por encima de todo, llevaba la semilla de la insatisfacción en su interior. En algún momento barajó el suicidio: fue algo más que una postura estética o provocadora. La vida le golpeó en muchas ocasiones con los dardos de la desesperación. Se salvó escribiendo. Y ese es el argumento de otra de otra de sus novelas: ‘Emily L.’ Y se redimió creando personajes inolvidables, personajes que la persiguieron toda la vida, como le sucedió con Lol V. Stein, la protagonista de una de sus novelas más extraordinarias: ‘El arrebato de Lol V. Stein’ (1964), la historia de una mujer que vive una gran historia de amor y se percata de que el objeto de sus desvelos, a su vez, se enfrenta a otra pasión más o menos febril o subyugante. A ella le pasó en su vida cotidiana con Gérard Jarlot, un seductor que la enloquecía de celos. Los hombres de su vida, además del amante chino, fueron sus dos maridos, el citado Robert Antelme (tuvo un hijo con él que se murió muy pronto), Dionys Mascolo (tuvieron otro hijo), el citado Jarlot y Yann Andrea. Perteneció a la Resistencia francesa, al grupo de François Miterrand, que siempre estuvo muy cerca de ella, también se integró en el Partido Comunista, pero fue expulsada en 1955. Esas relaciones tiránicas, de intensas dependencias, abonadas al placer, también están presentes en un libro como 'El amor': el relato de tres personajes aparentemente inconexos y náufragos en una isla

De algún modo fue una solitaria. Y una soñadora que conoció el éxito y que pasó por momentos terribles, prisionera del alcohol y de la autodestrucción. Hemos citado algunos libros, pero nos olvidamos de títulos básicos como ‘El dolor’, ‘Destruir, dice’, ‘India Song’, ‘La impudicia’, ‘El caballero sentado en el pasillo’ y ‘El mal de la muerte’ o ‘Los ojos verdes, pelo negro’, dedicado a Yann Andrea. Y por supuesto ‘El amante’, para muchos su obra maestra (la llevó al cine Jean Jacques Annaud), y ‘El amante de la China del Norte’, que nace al enterarse de que su amante acababa de fallecer. Ese hecho le dio pie a reelaborar la historia: el periplo amoroso, la relación con su hermano y con su misteriosa madre. “Escribí este libro en la enloquecida felicidad de escribirlo Permanecí un año en esta novela, encerrada en aquel año de amor”. Una buena parte de sus libros están publicados en Tusquets y en Alianza editorial, sobre todo, pero también andan esparcidos en otros sellos.

Laure Adler dice que “jamás dejó de ser una mujer sublevada, indignada, una apasionada de la libertad. Libertad política, pero también libertad sexual. Pues si fue, por descontado, la escritora del amor, también fue una militante de la causa feminista y era abogada enfervorizada del placer femenino. Reivindicó sin desmayo el derecho al goce y fue, a lo largo de toda su vida, una gran amante. Le gustaba hacer el amor y supo exaltar la fuerza del amor, el goce, el abandono, la exaltación del amor. Y asimismo exploró sus límites y vampirizó sus energías: la búsqueda de lo absoluto como búsqueda del placer”.

Marguerite Duras también fue guionista y directora de cine: hizo veinte películas, cuatro de ellas documentales, y fue guionista y adaptada en varias ocasiones. En 1959 colaboró con Alain Resnais en una película perturbadora: 'Hiroshima mon Amour'. Era una mujer difícil y la relación se resintió, pero eso le pasaba siempre, quizá porque solía decir: “Solo me gusta mi cine (...) Soy un ser insólito, un ser libre que habla al margen de cualquier censura”.

 

*La primera foto la tomo de aquí:

https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-b3de1229ac6c832a2fda54284ebc1ff3.jpg

**La segunda de aquí:

https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-2ea1097a17c87d2d97a0f62c961625ca.jpeg

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