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Antón Castro

ESCRIBIR A CUATRO MANOS

Sentados los dos frente al ordenador, a cuatro manos, literalmente, narrábamos en voz alta lo que había que poner mientras lo escribíamos al mismo tiempo, volando las voces y las manos sobre el teclado. Cuando se escribe a cuatro manos hay dos cabezas, pero en un momento dado llegan a funcionar como una sola", dice Roberto Malo, a propósito del libro 'Tanga y el gran leopardo' (Comanegra, 2009) que redactó al alimón con Francisco Javier Mateos.

Mariano Gistaín y María Pilar Clau señalan que ellos han escrito sus tres libros conjuntos -'Lo mejor de Zaragoza' (2009) y 'Agua y cielo' (Mira, 2010) y 'Amor y nervios' (Internet. 2010)- con imaginación "y una sola alma. Es una experiencia maravillosa".

José Antonio Adell, pareja literaria de Celedonio García en casi 30 libros y más de 800 artículos, dice que "escribir un libro de este modo es similar a los que interpretan música a cuatro manos. La obra es una, aunque los autores son dos. Es imposible escribir un libro así si no existe una buena armonía y, en nuestro caso, una relación de amistad de años. A nosotros, como llevamos tantos años juntos, a veces nos confunden. A mí me llaman Celedonio. En un pueblo nos dijeron que habíamos durado más tiempo juntos que Martes y Trece y que Cruz y Raya".

La literatura aragonesa ha producido numerosas parejas literarias en los últimos años: además de los ya citados, debemos recordar a Magdalena Lasala y Ángeles de Irisarri; José Damián Dieste y Ángel Delgado; Javier Aguirre y José de Uña, que redactaron 'Nuevas leyendas del monasterio de Piedra' (Mira); Roberto Miranda, que ha formado tándem con Mariano Gistaín y Joaquín Carbonell; Luis Bazán y Jorge Cortés, autores de 'Aquellas miradas' (Certeza, 2010); Javier Coronas y José Antonio Videgaín; e incluso Miguel Mena, Eva Hinojosa, Mikel Alcázar y Antonio Domínguez, que son una doble pareja: los cuatro firman 'Toponimia nimia' (Eclipsados, 2010), un divertimento que ha nacido de una sección de 'A vivir Aragón' que dirige y conduce Miguel Mena.

Un caso muy particular de la escritura a cuatro manos es Fernando Lalana, que ha formado equipo con Luis Antonio Puente y con el cineasta Pedro Olea en la redacción del guión 'Morirás en Chafarinas'; con José María Almárcegui, su colaborador más habitual, y con José Antonio Videgaín en sus dos últimos títulos.

"He publicado dos libros con Luis Antonio Puente, 'Érase una vez una guerra' y 'Almogávar sin querer', donde las relaciones fueron tensas y complicadas, si puede decirse eso entre dos grandes amigos que no han dejado de serlo. Y colaboro con José María Almárcegui, que me lo pone muy fácil. Es un hombre muy flexible, apasionado por los años 60 y oyente casi obsesivo de la radio francesa, donde suele arrancar muchas peripecias", relata Lalana.

Reparto de tareas

Sobre su forma de trabajo con Almárcegui, Lalana cuenta que "primero él me dice que tiene un argumento y unos personajes. Nos reunimos, discutimos, desarrollamos verbalmente las situaciones y yo, al final, le digo: 'Ahora ya te puedes ir a casa. Lo que falta lo hago yo".

Ese procedimiento se parece mucho al empleado por José Damián Dieste y Ángel Delgado, autores de dos libros: 'La crónica oculta de Jaime I' (Edhasa, 2008) y 'El Rey Monje' (Edhasa, 2010, reedición de la novela publicada en 1999). Delgado suele realizar la labor de documentación, la comparte con Dieste y este redacta el libro, que es revisado por ambos. "Yo tengo la inclinación a utilizar muchas palabras, y Ángel me contiene un poco. Nos entendemos perfectamente", comenta Dieste.

José Antonio Adell explica el proceso que utiliza con Celedonio García: "Primero nos reunimos para ver cómo lo planteamos. Luego viene la búsqueda de información: archivos, hemeroteca, bibliografía y tradición oral. Después se realiza un índice de contenidos y se distribuye el material recogido. A partir de ahí viene la redacción, que se realiza dividiendo los contenidos".

Con sentido del humor

A las reuniones y llamadas por teléfono, se ha sumado el correo electrónico e incluso el sms. Videgaín y Coronas, autores de 'No me cuentes cuentos' (Temas de Hoy, 2003) y 'Entrevistas post-mortem o no' (Temas de Hoy, 2009), han completado sus libros así, mientras iban y venían de los platós de televisión a los estudios de radio, sin perder el sentido del humor ni los recuerdos de cuando comenzaban en las emisoras locales con sus personajes estrafalarios.

Roberto Miranda ha escrito con Mariano Gistaín 'El entierro de Líster' (Xordica) y con Joaquín Carbonell tres libros: 'Proyecto de Estatuto de Aragón. Plan B', 'Gran Enciclopedia de Aragón Preta' y 'Aragón a la brasa'. "Básicamente se trata de sintonizar. De buscar un tono en la misma longitud de onda y frecuencia del compañero. En mi caso, sólo ha funcionado con el humor", asegura Miranda. Y agrega que "Mariano Gistaín y yo pasamos meses riéndonos juntos (buscando el tono), antes de lanzarnos a escribir al unísono columnas, reportajes estrafalarios, el suplemento 'La Noche' y, al final, una novela. Con Carbonell, igual. Pasamos muchos ratos mañaneros intercambiando ironías y sátiras antes de encontrar la frecuencia adecuada".

El escritor y periodista confiesa que "en los dos casos recuerdo que yo soltaba la primera andanada y el otro salía por otro lado que me sorprendía. Pero nada que ver con la leyenda de que previamente nos emborrachábamos o tontadas parecidas. Siempre escribimos los libros a las nueve de la mañana con la mente muy clara, antes de ir a trabajar".

Eva Hinojosa, por su parte, resume así la experiencia de 'Toponimia nimia' (Eclipsados, 2010), un libro escrito a ocho manos y que parece heredero de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna: "Fue una tarea divertidísima. Previamente cada uno recopiló las que creía que eran sus mejores toponimias. Por fin encontramos un día para reunirnos los cuatro, que era una tarea harto difícil. Miguel Mena cedió el salón de su casa y aportó jamón y vino para hacer más amena la jornada. Uno por uno fuimos leyendo en voz alta nuestras toponimias y decidiendo si las incluíamos o no. La preocupación de todos era adaptar con naturalidad las toponimias de la versión oral radiofónica a la escrita. Fuimos unos jueces muy severos, severísimos, con nosotros mismos. Pero a medida que el vino iba haciendo efecto, relajamos nuestras exigencias y dejamos a la toponimia fluir. En dos reuniones zanjamos el tema". Con idéntico humor, agrega la escritora y periodista: "Así que puedo asegurar que a ocho manos, y con dos zurdos, se escribe mucho mejor".

Magdalena Lasala pasó de la poesía a la narrativa con 'Moras y cristianas' (Emecé, 1998), que firmaba con Ángeles de Irisarri. "Moras y cristianas' no fue escrito a cuatro manos... Aquí cada autora hizo su parte, independientemente y sin relación literaria entre los trabajos de cada cual", dice Lasala. Algo semejante le ocurrió luego a Irisarri con Toti Martínez de Lezea en el volumen 'Perlas para un collar' (Grijalbo, 2009).

 

*Recupero este texto que es de 2010.

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