BOBBY MOORE Y SU SECUESTRO
REGATE EN EL AIRE
El incidente ingrato de Bobby Moore
Los Magníficos, como recuerda Rafael Rojas en un excelente libro de Doce Robles, cumplen medio siglo. En el reportaje que firmaban Chema R. Bravo y Joan F. Losilla para HERALDO aparecía una foto de Bobby Moore (1941-1993), capitán del West Ham y de la selección inglesa que ganó el Mundial de Inglaterra-1966. Si ahora se habla mucho del mordisco de Luis Suárez y del conflicto diplomático que se podría derivar de su expulsión y multa, antes hubo otro caso muy curioso que tuvo por protagonista al propio Moore.
En vísperas del Mundial de México-1970, los británicos, con su preparador Sir Alf Ramsey a la cabeza, decidieron jugar dos partidos de aclimatación en Colombia y en Ecuador. Instalaron su centro de operaciones en el hotel Tequendama de Bogotá. Tras enfrentarse a Colombia, Bobby Charlton, la otra gran estrella inglesa, y Moore entraron en la joyería Fuego Verde del edificio. Al parecer, Charlton quería llevarle una sorpresa a su mujer. Ambos, ricos y famosos, miraron y miraron pero nada les convenció. Cuando salían de la tienda sin comprar nada, la dependienta Clara Padilla acusó al defensa de haber robado un valioso brazalete de oro. Reclamó la presencia de dos agentes; también acudió el preparador Ramsey. Los futbolistas se ofrecieron a ser registrados. En teoría, punto final a un incidente ingrato.
Se intentó que aquello no trascendiese, pero no solo trascendió sino que se agravó con la detención del propio Moore al regresar de Ecuador al aeropuerto de Bogotá. El juez Pedro Dorado ordenó que el capitán británico no se moviera de la capital: había aparecido un testigo, Álvaro Suárez, que decía haber visto a través del escaparate cómo el líbero se había metido el brazalete en el bolsillo izquierdo de su chaqueta. El equipo inglés debía partir hacia México. Respaldado por el embajador británico en la capital, se logró que Moore no fuese a la cárcel, sino que quedase en casa de un miembro de la Federación de Fútbol de Colombia bajo arresto domiciliario.
Entrenaba a las seis y media de la mañana en el campo de Millonarios y en tres días perdió tres kilos. Mientras, en México sus compañeros no daban crédito a lo que estaba ocurriendo. Ante el juez, Clara Padilla y Álvaro Suárez se contradijeron. El Gobierno de Londres se significó ante la falta de pruebas, “tras hacer entrega (...) de una fuerte fianza y con intervención directa del primer ministro Harold Wilson” (tal como escribe Alfredo Relaño en ‘Tantos Mundiales, tantas historias’. Córner, 2014), el juez decretó la libertad de Moore. Eso sí, entonces, el caso ya había saltado a los periódicos y se barajaban diversas hipótesis. Para unos era una conspiración contra el campeón del mundo, para otros había sido un intento de chantaje económico o un crimen más o menos organizado por mafias de las esmeraldas, a las que pertenecían Ramos y Suárez, como se supo luego. Incluso hubo quien sugirió que era una venganza contra Ramsey que había llamado “animales, animales” a los argentinos en 1966.
Por fortuna, Moore pudo incorporarse a su selección y jugó cuatro partidos. En cuartos de final, Alemania e Inglaterra dirimieron su pase a semifinales en un choque que parecía la repetición de la final de 1966. En la prórroga, vencieron los germanos 3-2: aquel día Beckenbauer fue superior a Bobby Charlton, los alemanes neutralizaron el 0-2 de los ingleses y ya en la prórroga, antes de una decisiva volea de Gerd ‘Torpedo’ Müller, a Hurst, el héroe del 66, le anularon un gol claro. Gordon Banks, ‘el Chino’, se había puesto malo; lo sustituyó Peter Bonetti, que no tuvo la mejor tarde de su vida. Moore se fue a casa con la camiseta de Pelé y con su mejor elogio: “Fue el defensa que mejor me marcó en mi vida”.
*Este texto se publicó ayer en HERALDO.
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mario enrique martinez -