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Antón Castro

EL CORAZÓN DE ORO DE BARTALI

EL CORAZÓN DE ORO DE BARTALI

A PLENO SOL. 4 El ciclista italiano, de cuyo nacimiento se cumplen cien años, ganó dos Tours y dos Giros y fue el enconado rival de Coppi. Era huraño, conservador, muy creyente, pero escondía algunos secretos: jugándose el tipo, participó en una red de la resistencia al fascismo y al nazismo y salvó a 800 judíos.

 

El corazón de oro de Bartali

 

 

Julio es el mes del Tour. Parece que no va a ser 2014 el mejor año del ciclismo español en la ruta francesa, pero sí es un año muy especial, como se encargó de recordar Vincenzo Nibali hace unos días. El 18 de julio se cumplían cien años del nacimiento de uno de sus grandes héroes: Gino Bartali (1914-2000), que ganó la prueba en 1938 y 1948, y pugnó por el maillot amarillo en varias ocasiones más, en lucha feroz con Louison Bobet, que conquistó tres veces la ronda, con Hugo Koblet, que la ganó una, o con su gran rival y compatriota Fausto Coppi, que triunfó en 1949 y 1952, dos años magníficos para él porque también conquistó el Giro.

Si Coppi era conocido, por su elegancia y su talento, como La garza real, Bartali, de correr más agónico, puro tesón y ataques constantes, fue apodado El monje e incluso El monje volador, debido a un terrible accidente que sufrió en el Col de Laffrey en el Tour de 1937; chocó con un compañero, Rossi, en un puente de madera y voló peligrosamente por los aires. Hasta entonces había hecho una espléndida prueba: llevaba el maillot amarillo.

Gino Bartali fue un corredor de misteriosa personalidad. Arisco, descontento casi siempre, enojadizo; era conservador y muy creyente, lo cual también le acarreó otro mote, El piadoso, y algunos equívocos que nunca quiso desmentir. Se dedicó al ciclismo casi por casualidad: había nacido en el seno de una familia de campesinos de la Toscana, oficio que no debía satisfacerlo. Su padre le consiguió un empleo en un taller de bicicletas. Era tan voluntarioso que el dueño le regaló una bicicleta.

Ahí empezó todo. En 1936 y en 1937 conquistó el Giro de Italia. Por sus convicciones, decían que era el ciclista de Mussolini, que se sentía próximo al fascismo. El propio Duce se sintió más afín a él cuando logró ganar el Tour en 1938 con 24 años. En el Giro de 1939, tal como se cuenta en el libro ‘Ciclistas’ (Edumat, 2007), escrito por varios autores, ya dio muestras de un actitud muy caballerosa y solidaria. Peleaba por la carrera con Giovanni Valetti, ‘el Rojo’, campeón del año anterior y simpatizante de los comunistas; este se escapó y fue atrapado por “unos milicianos fascistas, vestidos de negro y con casco”, que “quisieron lincharle”, y fue Bartali quien se opuso. Quería una carrera limpia: Valetti venció de nuevo. Y dos años más tarde, Bartali removió medio mundo para que lo liberasen de la cárcel “adonde sus ideas políticas lo habían llevado”. Lo más curioso es que no lo reveló jamás. Lo hizo el propio Valetti, años después, cuando era un famoso sindicalista de la izquierda.

Gino Bartali siempre maldijo la II Guerra Mundial: diría que había acabado con los mejores años de su vida deportiva. Pero fue en ese periodo, en concreto entre 1943 y 1944, cuando se comportó como un héroe de la resistencia al fascismo y al nazismo. Participó en una red de apoyo al pueblo judío que coordinaba el antifascista Giorgio Nissim, que contó con la colaboración de numerosos sacerdotes y obispos. Bartali trasladaba con su bicicleta fotografías, documentos y pasaportes falsos que habían elaborado las imprentas clandestinas para salvar a los judíos italianos de los campos de exterminio. Llevaba los papeles en los tubulares y en el manillar. Solía ir equipado con un chándal con su nombre en letras bien grandes. Algunas veces lo detuvieron los soldados italianos y los alemanes, e incluso la policía secreta de Florencia. Bartali siempre les respondía que algún día acabaría la guerra y él debería seguir compitiendo. Era un deportista. Por lo regular, la gente lo vitoreaba. Corría tanto por montañas y por el llano que parecía que estaba intentando superar el récord de la hora. De esto nunca se supo nada en vida de Bartali, que falleció en el año 2000. Tres años después, los descendientes de Giorgio Nissim (1908-1976) encontraron entre sus papeles un diario donde se explicaba la red y se contabilizan 800 judíos salvados por el ciclista. Según algunas fuentes, más de 6.500 judíos italianos murieron en el Holocausto

Cuando finalizó la II Guerra Mundial, poco a poco regresaron las competiciones. Y entonces a Bartali le salió un gran rival, con el que ya había tenido sus más y sus menos en 1940: Fausto Coppi. Italia se dividió entre los seguidores de uno y del otro, y hubo muchos momentos épicos. Encarnaban la vieja y la nueva Italia, la derecha y la izquierda. Bartali, cinco años mayor, siguió demostrando su casta de campeón: el momento más decisivo fue el Tour de 1948. Aquel año no participó Coppi y Bartali había empezado con muy mal pie. A las primeras de cambio ya estaba muy alejado de la cabeza. En apariencia, no tenía ninguna posibilidad. Italia vivía una situación convulsa que se agravó con el atentado, por paramilitares fascistas, al líder comunista Palmiro Togliatti (1893-1964). Un día, en plena competición, Gino Bartali recibió la llamada del presidente Alcide de Gasperi; le dijo que había un clima de guerra civil y que sus compatriotas necesitaban algo muy grande: una victoria suya en el Tour.

El tesón, la terquedad, la fuerza y el heroísmo de Bartali lograron lo improbable: ganó en la decimotercera etapa y se hizo con el liderato de Louison Bobet en la siguiente. Y se coronó campeón, justo una década después de su primer triunfo. Bartali le pidió a Gasperi estar exento algún tiempo de pagar impuestos. Así lo hizo. El joven Giulio Andreotti le dijo que eso era imposible. El gladiador Gino Bartali –ambición, rabia y puro corazón-se retiró en 1954 a los 40 años.

 

EL ANECDOTARIO

 

Buzzati y Homero. Dino Buzzati (1906-1972) es un formidable cuentista. Su novela ‘El desierto de los tártaros’ figura entre las favoritas de Borges. En 1949, ‘Correre della Sera’ le encargó que hiciera la crónica del Giro de ese año que ganó Fausto Coppi y que fue el principio del fin de Gino Bartali (solo ganaría la Mila-San Remo de 1950), que peleó y peleó como siempre, sucio de barro, incansable, y sucumbió ante el nuevo campeón. Las crónicas proponen un retrato homérico de los dos héroes que luchan en “una prueba ciclista tan tremenda” y han sido recogidas en un libro: ‘El Giro de Italia’ (Gallo Nero. Traducción de David Paradela, 2014): “Bartali –aun siendo arisco y esquivo, aun sin ser consciente de ello- lleva en sí, como Héctor, el drama del hombre vencido por los dioses”, dice Buzzati.

1952. En el Tour de Francia, que ganaría Coppi, se produjo una de las anécdotas más curiosas de la rivalidad de los dos campeones. Coppi va delante y Bartali, detrás, en la ascensión al Galibier. Uno de ellos le pasó el bidón del agua al otro. ¿Quién se la pasó a quién? Bartali, que era huraño pero no presumido, dijo que se la había cedido él porque “Coppi iba reventado y no hubiera llegado a la meta”.

 

 

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