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Antón Castro

CARMEN ALIAGA: ALGUNOS POEMAS

 

[Una selección de poemas, sin título, de Carmen Aliaga, poeta y rapsoda, que me ha enviado con generosidad. Las tres fotos son de Esther Bubley.]
Como halcón anillado
que consigue el escape
he llegado a la almena.

Delante de la sombra
de una guerra continua,
detrás del porvenir
y su ropaje en llamas.

La nuca despejada de los niños,
la falda de los pétalos abiertos,
el frío que retira
sus labios de mi puerta,
el dibujo rosado de los pómulos firmes.

El cielo como sábana
ya tibia de algún cuerpo,
los soles replegados
en el hombro más joven,
la sandalia trenzando
empeines y vitrinas,
el mundo a mis espaldas
vencedor y soberbio.

Todo,
todo lo he ido guardando
en la cesta del ojo,
el amirez antiguo,
la mezcla que rebosa,
el carbón y la nieve
de los sucesos.

La antorcha de la voz
que recuerda los golpes,
el hombre que camina
tras enterrar al hombre,
las cenizas abajo
mientras emprendo el vuelo.

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Transitar
el más ingrato túnel
con la venda en los ojos
igual que si jugases
a la gallina ciega.

Arrancar
de la propia baldosa
la sílaba oportuna
soltando de paredes
palabras que se agarran como lapas.

Hacer y deshacer
este puzzle complejo
y una vez acabado
anotar sus medidas,
la altura exacta, el peso,
como a un recién nacido
aún amoratado.

Arriesgarse a mostrarlo
mientras ves como empieza
a cobrar movimiento
y se dirige a ellos.

Hacia el primero,
el que lo arrojará a su vertedero
como un simple desecho,
hacia el segundo,
que pasará junto a él
con la más absoluta indeferencia
y hacia el tercero
que quizá lo amará
hasta darle su nombre.

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O let me be awake, my God!
Or let me sleep alway.
(S.T.Coleridge)

A menudo despierto al borde del espanto.
Tú duermes a mi lado
y sueñas con los peces que se escapan de mí.

Abro la boca como el lobo y el hambre
pero sólo me trago mi propio grito,
tu ropa en la caboa,
mi piel en el perchero,
este dolor que llevo de pijama.

El sueño y sus verdugos me taparán los ojos
mientras el mar se pudra debajo de mi lengua.

Agua.
Agua para el ahogado.

Las olas, al final, me romperán el cuello.
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                                                         Todos vosotros conocéis
                                                          la profunda melancolía que nos sobrecoge
                                                          al recordar los tiempos felices.
                                                                    (Erns Jünger)

En aquel largo tiempo
de promesas y dudas
aprendí a recostar mi cabeza
sobre los acantilados de mármol.

El libro fue la almohada,
lamparilla encendida,
la extensa prolongación
de mi mejilla.

La obra, como un pájaro,
desplegaba sus alas
y anidaba en mi frente,
antesala del sueño.

El reflejo del sol
sobre la flor de fuego,
el silencio en la ermita y el herbario,
el bárbaro menguando
ante el niño creciente.
La gran sabiduría
dominando el veneno.

Y el mármol recubría mis manos extranjeras,
acantilados que se alzaban
ante los pies descalzos de la palabra.

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En las horas más negras
voy pariendo las letras de mis hijos,
los hijos de mis letras.

Es mi voz ese llanto de madre abandonada,
ese grito primero que asoma la cabeza.
La miseria de fuera
tirará de los hombros
para sacar el resto.

Pero decidme ahora,
mientras que me desangro,
quién coserá mi herida,
quién cerrará mi ombligo,
quién dará la palmada
para que el niño llore,
ya huérfano de mí.
*
¿En qué momento fui
expulsado del árbol de la mirra?
¿Por qué no me deshice
bajo el espeso limo del diluvio?

El desierto ha abrasado
mi argolla y sus tobillos.
¿En qué momento el éxodo?
Los cien ojos de Argos
me vigilan de cerca.

¿Por qué no veo el mar
si está llena mi boca
de sal y de cristales
de botella?

No ha de llegar a oído de los dioses
ni el clamor ni la súplica.
La cruel metamorfosis
no admite retroceso.

Me alejaré del templo sin voces y sin flautas
repitiendo, cual Eco,el último sonido.
Cúmplase la palabra de la pitia.
No volveré a mi forma primitiva.

*

La bestia ha regresado
con su carcaj abierto.

Mi pequeño animal anunció su llegada
y el día fue un aullido
de perros en la muerte.

La bestia ha regresado.

El testamento cuelga
de su hocico imponente.
Los pájaros de Ares
excavan persistentes
la mina descubierta.

La bestia ha regresado.

Mi casa arrastra un río
de frutas que se pudren
mientras se quema
la tierra de mi padre.

La bestia ha regresado.

Sobre mi vientre yace
un niño de ceniza,
los huesos de manzana
que lo atragantan.

*


Hoy amanece lento
sobre el tejido limpio
y los astros confunden
las aguas con la tela.
Mar del este,
mar sujeto a una barra de hierro,
estandarte de estrellas de diez puntas.
Mar del este y del norte
sobre flores de hilo,
donde el destello muestra
el esmerado paso de la aguja.

Hoy amanece lento
y el hermoso animal de la luz
se abalanza
sobre la cara y cruz de aquello cuanto nombra,
sobre el faldón del niño que bautiza.
Nada escapa a sus ojos enormes
a su larga pupila hambrienta de matices,
el acero, el cristal,
la madera,
la nívea porcelana
de la pequeña marioneta durmiente.

Hijo de Adán
despierta de tu noche,
de esa mano engañosa que bate palmas
y oculta la canción de la muerta primavera.
Hijo de Adán,
anciano de los días,
afila la tijera de tus dedos pintados
y rasga tu atavío,
ese paño de sombras,
la tela de fantasma
que te recubre.


*

... y todo en movimiento

las aspas del molino,
la cinta del tocado,
la cámara de aire
sobre la extensa
báscula de pesaje,

la luz parpadeante
del viejo fluorescente,
el velo de la novia
como una catarata
de tiempo venidero

...y todo en movimiento

la flor sobre la urna,
la muerte repitiéndose,
los piececitos limpios
de aquel niño minúsculo
que volvía a la vida

la ceniza en la frente,
la tierra prometida,
la imagen de dos rostros
oscilando en el tiempo
como un único péndulo.
*
                                                                A mi padre, el mejor soldado

No hay mieles suficientes
para la boca amarga,
para la boca barco
y el mar como un zumbido
deshaciendo los cuerpos
de los ahogados,
para la boca hinchada
de peces y venenos,
el aguijón anclado de la reina.

No hay mieles suficientes
para la boca amarga,
para la boca tierra
indigesta de trenes,
de un sol que abre en canal
el vientre de los pájaros.

- Un hombre descarrila en medio de la noche-

y el fruto de la vida estalla en los manteles,
una granada roja
como una bomba.

La guerra ha terminado.

Retrocedan soldados a sus celdas
y arrojen de sus mesas
esa pila perfecta
de jugosas manzanas,

pues siempre hay un momento
en que se acaba el hambre.

*

LOS AMANTES DEL CÍRCULO POLAR

No podremos tocar
las cien manos del álamo
vertiendo lentamente
el oro de sus hojas,
esa joya que labran
para esculpir su nombre.

No podremos sentarnos
frente a la nueva pérgola
esa que reclamamos
y apuntó a nuestro rostro
con sus armas de fuego.

No podremos medir
la distancia en milímetros
entre los dos amantes
que hayemos suplantándonos,
ni la estatura nueva
del ciprés vigilante.

Pero te juro, amor,
que ellos podrán oír
nuestra voz al unísono,
el contrapunto
resonando sublime
sobre los setos recortados,
sobre la catarata helada
de diciembre,

sobre el grito estruendoso
de esas aves exóticas
aquéllas que exhibían
el multiforme,
el infinito
Cántico de la Vida.
Fotos:
-La 1. https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-bab3c8216b076d6ae6e2c507b7788cae.jpg
-2. https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-e7d9be489c880cc4c3db94d3366d32a0.jpg
-3.https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-3f3bd0325df878c03a33958699837aae.jpg

 

2 comentarios

Carmen Aliaga -

Muchas gracias

Dorita Puig -

Uno más bello que otro,poesía de la excelencia, la de Carmen Aliaga!!!!