LA PASIÓN DE BIOY Y ELENA GARRO
[Hoy en mi sección diaria 'A pleno sol', en Heraldo y heraldo.es me acerco a la historia de amor de Elena Garro y Adolfo Bioy Casares, que se prolongó desde 1949 hasta 1969. El enlace este este, aunque aquí falta la historia de amor de Alejandra Pizarnik y Silvina Ocampo.]
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A PLENO SOL. El autor de ‘El sueño de los héroes’ o ‘La invención de Morel’ e íntimo amigo de Borges compartió su vida siempre con su esposa Silvina Ocampo. Pese a ello fue un gran mujeriego y vivió una gran historia de amor con la autora de ‘Recuerdos del porvenir’, cuando aún era esposa del Nobel mexicano Octavio Paz.
La pasión de Elena Garro y Adolfo Bioy Casares
La literatura, como la vida, está llena de amores imposibles. Algunos fueron la semilla, el núcleo, la espiral de origen de libros maravillosos, de poemas sentidos o incluso de suicidios más o menos grotescos. Adolfo Bioy Casares (1914-1999) fue un escritor personalísimo, inclasificable, solitario: durante años, algunos decían que no existía y que era una invención de Jorge Luis Borges, el amigo inseparable con quien escribió a cuatro manos en varias ocasiones; un diccionario famoso de literatura de Aguilar lo liquidaba en 1985, antes de que ganase el Premio Cervantes en 1990.
Bioy pertenecía a una familia acomodada, le apasionaban los deportes, sobre todo el tenis, los coches y era un mujeriego. O uno de esos hombres sensuales y con encanto a los que las mujeres buscan, anhelan, protegen y acaban convirtiendo en amante e hijo a la vez. No le gustaba la noche y era más bien noctámbulo, decían que era intrínsecamente fiel y amó a muchas señoras. La mujer de su vida no ha sido Silvina Ocampo (1903-1993), con quien estuvo casado hasta su muerte. Al parecer tenían una pareja abierta, aunque quien peor lo pasó fue la finísima escritora de cuentos que, según diversos testimonios, sufrió ataques de cólera y de celos. En una ocasión, Bioy Casares le declaró su amor y ella le respondió así: “Lo sé. Has tenido una infinidad de mujeres, pero has vuelto siempre a mí. Creo que eso es una prueba de amor”.
Entre esa infinidad de mujeres hay una que destaca por encima de las demás: la escritora y periodista Elena Garro (1916-1998), primera esposa del Premio Nobel Octavio Paz; en 1963 firmaría una espléndida novela, ‘Los recuerdos del porvenir’, de la que muchos dicen que es, con los libros de Juan Rulfo, el anticipo del realismo mágico. Paz y Garro estuvieron casados entre 1937 y 1959 y tuvieron una hija: Helena Paz Garro (1939-2014). La relación entre los dos se deterioraría gravemente y apareció el odio. Elena Poniatowska, Premio Cervantes de 2013, escribió en ‘La jornada laboral’, en 2006, sobre el desencuentro con Paz tras la separación: «A Gabriela Mora le dijo [Elena Garro]: “Yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él, tuve amantes contra él, escribí contra él y defendí a los indios contra él. Escribí de política contra él, en fin, todo, todo, todo lo que soy es contra él. (...) en la vida no tienes más que un enemigo y con eso basta. Y mi enemigo es Paz”».
¿Qué sucedió entre Adolfo Bioy Casares y Elena Garro? Se conocieron en París en 1949, en el hotel George V, durante una visita de la pareja argentina. En esa primera cita, pasó algo entre el seductor y la joven escritora. Hubo una atracción inmediata, una curiosidad recíproca. Bioy hizo lo posible para concertar un encuentro en un bosque de las afueras (Paz era diplomático y estaba ocupado) y se dice que caminaron, que hablaron, que se besaron y que alquilaron una pensión para pasar unas horas juntos. A partir de entonces, Bioy y Garro iniciaron una intensa correspondencia: la remitida por el autor de ‘El sueño de los héroes’, una novela que es casi un documento sobre su relación clandestina y apasionada, consta de 91 cartas, trece telegramas y tres tarjetas postales y se halla en Princeton. Y se prolongará durante veinte años, hasta 1969.
Elena Garro y Adolfo Bioy Casares solo se vieron dos veces más: en 1951 en París, de nuevo, y en 1956, en Nueva York. Helena Paz Garro supo por las palabras de su madre las claves de la historia de amor y en cierto modo también la vivió. En sus ‘Memorias’ (Océano, 2003) revela que su madre se quedó embarazada de Bioy y que la situación provocó el enojo de su padre, Octavio Paz, que habría obligado a abortar a su esposa. Según Helena, Paz le dijo a su madre: «Ese niño legalmente es mío. Cuando nazca se lo voy a mandar a mi madre. Y si tú te vas con Bioy, no vuelves a ver a Helena, pues el diplomático y el que tiene el poder soy yo. La embajada me apoyará, ¡pobre estúpida!». A pesar de este contratiempo, los amantes siguieron escribiéndose. Algunas de las cartas de Bioy son impresionantes. Esta se ha convertido en una de las más famosas: «Tú sabes que hay muchas cosas que no hicimos y que nos gustaría hacer juntos. Además, recuerda lo bien que nos entendemos cuando estamos juntos... recuerda cómo nos hemos divertido, cómo nos queremos. (...) Me gustaría ser más inteligente o más certero, escribirte cartas maravillosas. Debo resignarme a conjugar el verbo amar, a repetir por milésima vez que nunca quise a nadie como te quiero a ti, que te admiro, que te respeto, que me gustas, que me diviertes, que me emocionas, que te adoro. Que el mundo sin ti, que ahora me toca, me deprime y que sería muy desdichado de no encontrarnos en el futuro. Te beso, mi amor, te pido perdón por mis necedades». Bioy alternaba las cartas literarias con del amante angustiado y halagador; le dice: «tengo tanta necesidad de ti que si no toleras estos monólogos voy a morir de angustia». En 1952 le escribió a Japón en estos términos: «recaigo en la monotonía y en mi amor y te cuento que eres mágica, o que eres la única diosa que he conocido».
Dejaron de escribirse tras la matanza de Tlateloco de 1968 y por una cuestión de felinos. Durante un viaje, Garro le pidió a Bioy que le cuidase los gatos porque tenía que irse de México. Se los mandó por avión a Buenos Aires en una caja. Bioy los tuvo algunos días en su casa y luego los llevó a una quinta. Ella se lo reprochó y experimentó una reacción inesperada: «Se me secó el amor», confesaría. También diría: «Fue un gran amor y creo que fui el amor de su vida». Agregó: «Adolfo fue la más feliz aventura de la creación». ¿Por qué no se irían nunca a vivir juntos?
el anecdotario
Silvina y Alejandra. Adolfo Bioy Casares tuvo infinidad de amoríos y de uno de ellos nació su hijo Fabián, al que reconoció al final de su vida. Pero también su esposa Silvina Ocampo -hermana de Victoria, la directora de la revista ‘Sur’ (que enamoró a Ortega y Gasset y a Tagore)-, vivió alguna relación secreta. Por ejemplo con la poeta Alejandra Pizarnik. Esta le envió numerosas cartas; una de las más efusivas fue de 1972, poco antes de su suicidio: « Te dejo: me muero de fiebre y tengo frío. Quisiera que estuvieras desnuda, a mi lado, leyendo tus poemas en voz viva. Sylvette mon amour, pronto te escribiré. (...) Además la muerte tan cercana a mí (tan lozana!) me oprime. (…) Sylvette, no es una calentura, es un re-conocimiento infinito de que sos maravillosa, genial y adorable. Haceme un lugarcito en vos, no te molestaré. Pero te quiero, oh no imaginás cómo me estremezco al recordar tus manos que jamás volveré a tocar si no te complace puesto que ya lo ves que lo sexual es un “tercero” por añadidura».
*La foto de Bioy Casares puede verse aquí:
https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-a5fcef859f5b570bf77b2c45942e5509.jpg
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