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Antón Castro

SVENJA LEIBER: UN DIÁLOGO

SVENJA LEIBER: UN DIÁLOGO

“La voz Zaragoza

me encanta: me

invita a vivir

en un cuento”


“La música me gusta,

me emociona,

me estimula y me

invita a crear”

 

 

 

Svenja Leiber (Hamburgo, 1975) acaba de presentar en Los Portadores su novela ‘Los tres violines de Ruven Preuk’ (Malpaso), que resume 60 de la historia de Alemania. 

 

¿Sabía usted algo de Zaragoza?

La verdad es que no. Pero la palabra me encanta: por su sonido, me parece poética, y pronunciar esa voz es para mí toda una aventura. Me invita a vivir en un cuento.

¿Le pregunto por España y sus escritores...?

Temía que lo hiciera. No soy una experta...

¿Cómo se veía a los judíos en su país antes de la llegada de Hitler?

Siempre ha existido odio, tensión, incomprensión. No es una cosa que llegase con el nazismo, que ahí todo se extendió, pero ya en el siglo XIX existía un clima de recelo. No es que yo quisiera hablar exactamente de los judíos, pero tenían una predisposición hacia la música y yo deseaba hacer una novela sobre la música y sobre un músico como Ruven.

¿Por qué?

La música me gusta mucho. Me fascina. Me emociona y me estimula y me invita a crear. Este es un libro sobre la vida y el arte, la vida y la música, la música y el destino. Y, además, me he basado en algunos hechos reales para contar la historia de este intérprete, de sus tres violines, de sus amores, de su relación con sus padres y de su formación con profesores tan distintos.

¿Qué más quería contar?

La historia de una familia especial: una familia de origen rural que tenía sus creencias, sus convicciones y que, en el fondo, era vista de manera natural aunque fuese judía. Se había adaptado bien.

Ruven, si me lo permite, es un inadaptado...

Sí, es verdad, pero no tanto por su origen o su raza como por su personalidad. Es tímido, soñador, no sabe moverse socialmente y fracasa en la música, vive una relación de amor y odio con su instrumento, e incluso con su propia hija Marie. El fracaso es uno de los temas de la narración.

De su novela llama la atención que parece inscrita en un clima de realismo mágico donde pasan cosas extraordinarias y a la vez terribles. ¿Es algo buscado?

No tenía la atención de hacer realismo mágico, como lo hacían García Márquez o Borges u otros autores sudamericanos. Sí es cierto que se han colado situaciones más o menos fantásticas, pero yo creo que todo esto está en la tradición de cierto esoterismo del norte de Europa y de Alemania, del romanticismo más tenebroso, que tiene mucho que ver con la superstición y con una forma nuestra de entender la magia.

El libro discurre entre 1911 y 1975. ¿Quería reflexionar sobre la historia de Alemania en el siglo XX?

Cuando empecé a escribir la novela leí algo de Gilles Deleuze acerca de “la vergüenza de ser hombre, la vergüenza de ser artista”. Y yo hablo en mi novela de todo eso: la vergüenza de no saber hacer las cosas, la vergüenza de los que sobrevivieron, la vergüenza de los que provocaron el horror. Entiéndame, Ruven, en el fondo, es inocente: es un hombre al que lo superaron las circunstancias, alguien que no sabe reaccionar, alguien que tampoco ha sido un brazo ejecutor de la violencia y la infamia.

¿Entonces?

Mi idea era sencilla: como decía Schopenhauer, quiero escribir palabras fáciles para decir cosas difíciles.

Hace algunos años se dio una importante corriente de autores alemanes: Heinrich Böell, Gunter Grass, Botho Strauss, Heiner Müller... ¿Qué pasa ahora? ¿Qué autores le interesan?

Siempre es muy difícil elegir. El escenario actual es muy complejo y muy variado. Hay de todo: poesía, cuentos cortos, ensayos, novelas, se nota cada vez más la gente que viene de la Alemania del Este. Y a mí me interesan, de los jóvenes, autores como Daniel Kehlmann, Uwe Tellkamp; clásicos como Thomas Bernhard y Peter Kurzeck o la Nobel Hertha Muller, bien conocida en España.

 

*La primera foto es de Antanas Sutkus. La de Svenja Leiber la tomo de aquí:

https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-e5550711ddcab4459cdd9075b2ef599f.jpg

 

*Esta entrevista se publicó esta semana en la contraportada de Heraldo de Aragón.

 

 

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