Blogia
Antón Castro

MANUEL CONTRERAS ESCRIBE DE 'EL LABERINTO TERRITORIAL ESPAÑOL'

 

[El pasado jueves, el profesor de Derecho Manuel Contreras publicaba esta reseña en ’Artes & letras’ de Heraldo de Aragón. Una reflexión muy oportuna ante el 9-N, que Cataluña vivirá de manera especial, en la ardiente oscuridad, en el fulgor tenebroso.]

España como laberinto

Roberto L. Blanco Valdés, El laberinto territorial español. Del cantón de Cartagena al secesionismo catalán, Alianza editorial, Madrid, 2014, 471 pgs.

 

Manuel Contreras

La imagen de España como laberinto suele ser un acertado recurso para mostrar panorámicamente la realidad de este enrevesado país. Lo utilizó Gerald Brenan (nuestro entrañable “don Gerardo”) cuando en loa años cuarenta del pasado siglo escribió El laberinto español, un ensayo sobre los antecedentes políticos y sociales de la guerra civil. Más adelante, Max Aub noveló en un impresionante friso de seis libros (“campos”) la República, la guerra y la postguerra españolas y lo tituló El laberinto mágico. Ahora, Roberto L. Blanco Valdés, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago de Compostela, escribe un importante libro sobre El laberinto territorial español, y de nuevo acierta plenamente con el título.

Un laberinto no aparece de un día para otro, se ha ido forjando en el tiempo, construyendo su complejidad con el paso de los años. Justamente esta es la acertada perspectiva que adopta el libro de Roberto Blanco al entender que se trata de un problema histórico que arranca del siglo XIX y llega hasta el proceso constituyente de 1978. Antes, en 1873, la I República había optado por la fórmula federal que deriva en la insurrección cantonalista. Más adelante, la II República consigue articular constitucionalmente en 1931 una razonable solución a la cuestión territorial (también llamada entonces “cuestión catalana”) permitiendo la autonomía de algunos territorios dentro del concepto del “Estado integral”: la temprana quiebra del régimen republicano, vía sublevación militar y guerra civil, truncó la experiencia. Finalmente, nuestra Constitución actual puso las bases para la construcción del Estado de las autonomías, una forma cuasifederal pero con el problema incrustado y singular de la persistencia de unos nacionalismos periféricos que en su demanda interminable de autogobierno acaban reclamando la independencia. De ahí la tesis central del libro, que el autor trata de argumentar a través de sus cuatro capítulos, y es “el hecho llamativo de que en los tres momentos de mayor avance de la libertad en España desde el último tercio del siglo XIX hasta el presente, los particularismos territoriales, radicalizados por quienes hicieron de ellos casus belli, acabaran por poner atrancos, muy relevantes, en ocasiones, para la consolidación del régimen constitucional y, en todos los casos, para el asentamiento de un sistema en el que una amplia descentralización resultase compatible con la unidad a la que ningún Estado constituido está nunca dispuesto a renunciar”.

Es evidente que uno de los principales objetivos del Estado autonómico, la integración sobre todo de los nacionalismos catalán y vasco en un marco estatal único, no se ha logrado, y la prueba está en que el secesionismo se ha convertido en un problema de primera magnitud para nuestro país, frente al que hasta ahora no se nos ocurre sino aplicarle aquellas palabras que pronunciara Manuel Azaña en 1932: “Somos demócratas, y por serlo, tenemos una regla segura: la ley. ¡La ley!. La ley tiene dos caras. Por una parte es una norma obligatoria para todos los ciudadanos; pero es también un instrumento de gobierno, y se gobierna con la ley, con el Parlamento, y una democracia se disciplina mediante la ley, que el Gobierno aplica bajo su responsabilidad. No se puede gobernar una democracia de otra manera”. Es posible que de momento no se nos ocurra otra solución, pero no hay que descartar que con la lectura de libros como este acabemos reflexionado y hallando una salida digna y razonable de este laberinto territorial.

Añadamos finalmente que este excelente libro forma parte del esfuerzo que desde hace algún tiempo se ha impuesto el prof. Blanco Valdés de analizar y buscar una explicación a nuestro particular “laberinto territorial”. Un esfuerzo que comenzó con la publicación de Nacionalidades históricas y regiones sin historia. A propósito de la obsesión ruritana (Alianza, 2005), siguió con Los rostros del federalismo (Alianza, 2012), y en cierto modo culmina con el libro que reseñamos.

0 comentarios