ANTÓN CASTRO, DIÁLOGO DE 'LA LEYENDA DE LA CIUDAD SUMERGIDA'
El lunes 15, en la librería Antígona (calle Pedro Cerbuna) se presenta mi nuevo libro, ‘La leyenda de la ciudad sumergida’ (Nalvay), ilustrado por Javier Hernández, un argentino con antepasados oscenses que reside en Siétamo (Huesca). El libro es una aventura juvenil donde un niño, con poderes, debe enfrentarse a un cataclismo: en su pueblo, Baladouro, acaba de desatarse un diluvio universal que está a punto de inundarlo. Debe encontrar al Nubeiro, el hombre que gobierna las lluvias, las tempestades, las nubes. Y en esa aventura va a contar con alguna ayuda: una anciana que ve el demonio, un ciego llamado Cidre Oután, la sombra de una molinera, unos fantasmas, un matrimonio de naturalistas... El libro es un elogio de la aventura, del paisaje, de la lectura, de amistad y de las bibliotecas y, por supuesto, de algunos mitos galaicos vinculados con los bestiarios y la brujería.
-La presentación será a las 20.00. Intervendrán los editores, los autores y Julia Millán, librera y especialista en literatura infantil y juvenil.
ENTREVISTA CON ANTÓN CASTRO
Por ALONDRA RAMOS
Publico en Nalvay la novela juvenil ‘La leyenda de la ciudad sumergida’ con ilustraciones del argentino, afincado en Aragón, Javier Hernández, ilustrador también del libro ‘El viento, el niño y el miedo’. La periodista madrileña Alondra Ramos me ha mandado algunas preguntas y estas son las respuestas.
-La leyenda de la ciudad sumergida es una historia de aventuras. Como ocurre en las leyendas, el nacimiento del protagonista está lleno de presagios. ¿Quién es exactamente Esteban, el protagonista y cuál es su misión?
-El libro abarca desde el nacimiento del niño hasta sus primeros años. Y es un niño que, poco a poco, se va haciendo especial. Es curioso, le apasiona leer, posee un gran sentido de la amistad y un infinito cariño hacia los suyos. Una de las figuras que le marca es el ciego de Baladouro, Cidre Oután, que es un contador de aldea, un músico ambulante, un soñador y alguien vinculado con lo enigmático. Le regala El Libro Rojo, que le cambiará la vida y la percepción de las cosas: descubrirá que posee varios dones. Casi antes de que se dé cuenta, Esteban se verá enfrentado a una misión inesperada. En su pueblo, Balaldouro, llueve sin parar, parece que se acerca el diluvio universal y a él le tocará evitar que Baladouro se inunde para siempre y se convierta en una ciudad sumergida.
-Este es un libro que escribió originalmente en gallego y que ahora ha traducido y reescrito. ¿Cómo nació y en qué ha cambiado?
-El libro nació en un tiempo en que estuve a punto de regresar a Arteixo, mi pueblo gallego, para siempre en los años 80. De repente convocaron un cursillo de dos o tres meses de biblioteconomía que impartía el poeta y bibliotecario Miguel González Garcés; me sugirieron que si lo hacía podría presentarme a la nueva plaza y allá me fui. El libro es un homenaje a los libros, a los bibliotecarios y a las bibliotecas, a la lectura como una de las aventuras más fascinantes, y es un recuerdo de aquellos días que compartía con el escritor y traductor Darío Xoán Cabana. El libro nació también en un tiempo en que yo escribía en gallego y buscaba mi propia lengua y un estilo, un modelo personal y léxico de expresión. El libro ha cambiado poco: he rebajado barroquismo, he eliminado acciones morosas y todo fluye de prisa. Y creo que tiene bastante más humor.
-El mundo de La leyenda de la ciudad sumergida es un mundo repleto de magia, de seres fantásticos. Tiene mucho que ver con el mundo céltico y gallego, con autores como Cunqueiro, el mundo de los bosques de Fernández Flórez.
Sin duda, son dos escritores que me han marcado mucho. Como también fue capital para mí Rafael Dieste y libros como ‘Historias e invenciones de Félix Muriel’ y ‘Dos arquivos do trasno’ (De los archivos del trasgo), y Ánxel Fole y su universo de fábulas, noches y lobos. Y fue muy importante recordar mi propia infancia: allí estaba todo. Incluso lo inverosímil. La imaginación en su estado más deslumbrante.
-Baladouro y alrededores es una zona llena de sabios locales, de escritores e historiadores, que recopilan secretos, viejas historias. Es un libro de aventuras, pero también es un libro de bibliotecas.
Sin duda. Algunos de los sabios que aparecen existen o existieron. Tengo muchos amigos botánicos o naturalistas y trabajan un poco así, ahora con las cámaras de vídeo de fotos o con los móviles. García Buño existió, lo conocí y tenía tantos hijos como aquí se dice. Y recogía historias, leyendas, fragmentos de fábulas. La biblioteca la he situado en un lugar donde yo estudié de niño, desde los cinco años: el palacio de Mosende en Preguín. Me sigue resultando un lugar romántico, evocador, lleno de sueños, de historias, de personajes, de libros.
-Se cuentan muchas historias en el libro: hay muchos relatos intercalados en la trama principal. ¿Por qué las incluye?
Todas tienen un poco que ver con la trama principal. El cuento ‘Ornia’ casi contiene la maldición que pesa sobre Baladouro, o al menos la sugiere, y el cuento de ‘Ys’ es un intento de fijar el foco de atención en una de las ciudades más misteriosas y legendarias que existen o existieron y que cantó incluso Alan Stivell.
-¿Por qué decidió añadir ese glosario de personajes? ¿Qué son exactamente los nubeiros?
En realidad no es un glosario. Es un bestiario propiamente. No están todos los personajes del libro, solo lo los animales, que son determinantes en la acción y en la resolución del conflicto. Los nubeiros son, según la mitología gallega, unas criaturas que gobiernan las lluvias, los vendavales y las nubes. Al parecer les encantaban los zapatos nuevos, sin estrenar, y los cuentos. Aunque esto no sé si lo he leído o me lo he inventado. El Nubeiro es, aquí, un personaje capital y, en el fondo, simpático, entrañable, casi el receptor universal de las historias.
-Este es un libro que recuerda por momentos a obras como La princesa prometida y a textos de Italo Calvino. Tiene al menos dos lecturas. Se puede leer como un relato para jóvenes, pero también hay un tono irónico, espíritu lúdico y guiños literarios. ¿Era algo buscado? ¿Qué importancia tenía el humor?
Sin duda. Detrás hay una amplia tradición. Lo que dice es cierto, me gusta mucho Italo Calvino, pero también andan por ahí Borges con su ‘Manual de zoología fantástica’, Michael Ende con ‘La historia interminable’, que tanto me impresionó en mi primera juventud, Joan Perucho, con su gusto por los bestiarios. Y se le invita al lector a meterse, casi sin que se dé cuenta, por esos laberintos de la imaginación y de la literatura. El humor es capital: es un humor más bien líquido, a veces raya la melancolía, a veces el puro desternillamiento, y siempre es sutil. Invitar sonreír o a alguna que otra suave carcajada.
-¿Cómo se relaciona este libro con su literatura “para adultos”? ¿Escribe los dos géneros de manera distinta?
Hay muchas claves de mis libros para adultos. La relación con el lenguaje, los nombres, las atmósferas, la imprecisa frontera y de lo real y lo soñado, la pasión por contar y contar y oír y oír hasta el fin de los tiempos. Cuando escribes para jóvenes intentas eliminar complejidad y crear climas de sugerencia, de interés, de acción. Y creo que hay bastante de eso. Hay magia, esoterismo, naturaleza subyugante, criaturas del trasmundo, poesía y una curiosa relación entre el hombre y los animales.
-“Ante todo, sé valiente y no te pasará nada”, se dice en el libro. El temor y la valentía, como en ‘El niño, el viento y el miedo’ (Nalvay, 2013. Ilustraciones de Javier Hernández), también están presentes en el aprendizaje de Esteban.
-Por lo regular siempre estamos llenos de miedo incluso cuando parece que no lo tenemos. La valentía, el deseo de aventura, la honestidad del héroe, abren puertas al conocimiento, a la fantasía, al viaje, al sueño. La determinación es un recurso o un atributo para casi todo. Me gusta decir que el miedo es necesario para crecer. Quizá sea un poco exagerado, pero yo tuve, he tenido y tengo miedo a diario, y a veces me inflamo de arrojo, como si le construyese un disfraz, y trato de olvidarme de él.
-La amenaza (a veces consumada) de la inundación es algo que ha ocurrido en lugares de Aragón. Es una coincidencia llamativa en un libro que parece tener un imaginario gallego. ¿Hay más conexiones?
Supongo que alguna más habrá. En Aragón hay muchos lugares inundados, de los que se ha escrito: Santolea, La Tranquera en Nuévalos, diversos lugares del Pirineo, etc. Por haber, por aquellos de las conexiones, incluso hay un dragón. No es el de San Jorge pero tiene su fiereza y exige ser vencido. En otro de mis libros, Los seres imposibles (Destino, 1998), hay un niño cuyo pelo se convierte en oro y algo semejante sucede aquí.
-¿Cree que habrá más aventuras de Esteban?
La verdad es que no me lo había planteado. Pero podría haberlas. El personaje se las merecería. Yo creo que es estupendo: crea empatía con el autor y tiene un impulso de autenticidad y de coraje.
-¿Qué significa para usted trabajar con Javier Hernández?
Un placer. Estoy encantado. ‘El niño, el viento y el miedo’ fue una experiencia deliciosa. Él es un gran artista. Posee personalidad, un mundo, una forma de trabajar. No solo es ilustrador sino que también es cuentacuentos y escribe e ilustra sus propios relatos. Con él me siento cómodo. Ahí sí creo que puedo decir que habrá más aventuras... Si todo va como imaginamos, haremos alguna historia más juntos.
*Una foto de Rogelio Allepuz de Antón Castro, de la época en que escribió la versión gallega de ’A lenda da cidade asolagada’ (Xerais).
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