DE 'CONCIENCIA DE CLASE'. D. MAYOR
David Mayor Orgillés (Zaragoza, 1972) ha sido becario en la Residencia de Estudiantes, librero, y ahora es profesor. Uno de esos profesores de los que a menudo te hablan los alumnos, profesores que dejan huella por su actitud y por su capacidad de contagio de pensamiento, de palabras, de sueños. Es autor de tres libros, más bien delgados y aún estilizados: ’En otra parte’ (Pre-Textos, 2005), que tanto le gustaba a Félix Romeo, ’Otra novela’ (Cartonerita Bonita, 2011) y ’31 poemas’ (Pre-Textos, 2013).
David Mayor es un poeta peculiar, con personalidad: personalísimo y hondo, capaz de llorar y cantar al padre que se ha ido o de dibujar diferentes aristas de la realidad. Le apasionan la música y cierta imaginería pop de los 60 y los 80. Si alguna vez fue críptico, y aún minimalista, cada vez es más diáfano, más proletario, más combativo. Acaba de publicar ’Concienca de clase’ (PUZ: La Gruta de las Palabras. Zaragoza, 2014. 66 páginas), uno de esos libros trabajados en diversas direcciones, hacia todas las latitudes del ser y de la identidad. De entrada, conviene decirlo, es un libro sobre la identidad: “La historia que te lleva, en la que eres palabra / por escribir y por leer. Eres biografía / como un mito es la imagen para cualquiera”. Es un libro sobre el hecho de escribir, sobre la poesía misma, sobre la tarea de inventarse y hacerse texto: “Escribir con brújula, desconocer el camino que recorres, decantarse por la pertinencia del oficio frente a la indulgencia del genio”, anota en ’Piezas de taller’. Y en ’Poema’ mezcla la enfermedad de su padre con la fragilidad de la existencia o la negra sombra de la amenaza: “Mientras mi padre envejecía cien años en un mes, / la repentina presencia del emperador de todos / los males hizo que vacilaran las cosas primeras y / últimas del mundo”. Ese padre, que ya aparecía en el libro anterior, reaparece casi con categoría mítica: “Recordar no es vivir de nuevo; es habitar una ausencia / que nos calma de otra manera (…) La prosa es un día cualquier que nos lleva”.
David Mayor concentra y expande sus temas. ’Conciencia de clase’ es un libro familiar, su madre también anda por ahí, y su compañera, con la que se sienta en una terraza, es un libro de manifiestos privados, de un nacionalismo cultural no excluyente y es un poemario sobre el embrujo de lo cotidiano, la fuerza de las pequeñas cosas: “Aprender a ir en bici tiene algo de virtud”. Y es también un libro fantástico, imaginativo, donde es posible que la ficción se convierte en certeza o en presencia. Dice en ’Paganismo’: “Las ondinas remontan el río Ebro en busca de presas / que escuchen su canto. Ojos rápicos del pájaro que / fueron miran inadvertidos entre las aguas”. David Mayor ha escrito su libro más intenso, con ecos filosóficos y musicales (Monk, Patti Smith...), que no se despega de obsesiones anteriores del autor: el paso del tiempo, la mirada hacia la infancia y la juventud, la erosión de los días vencidos. “No confíes en nadie que tengas más de treinta años, / perderás el tiempo”, dice, y apostilla en otra composición. “El escenario de los sueños es tu infancia”.
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