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Antón Castro

POESÍA PROCAZ. POR JAVIER BLASCO

POESÍA PROCAZ. POR JAVIER BLASCO

El amigo Javier Blasco -catedrático de Literatura en Valladolid, especialista en Juan Ramón Jiménez y en Cervantes, entre otras cosas- está trabajando en poesía erótica española de diversas épocas. Mucha de ella es de carácter anónimo. Me envía este soneto con glosa. Con picardía, procaz, divertido.

 

Rapándoselo estaba cierta hermosa,
hasta el ombligo toda arremangada,
las piernas muy abiertas, y asentada
en una silla ancha y espaciosa.

Mirándoselo estaba muy gozosa,
después que ya quedó muy bien rapada,
y estándose burlando, descuidada,
metióse el dedo dentro de la cosa.

Y como menease las caderas,
al usado señuelo respondiendo,
un cierto saborcillo le dio luego.

Mas como conoció no ser de veras,
dijo: "¡Cuitada yo! ¿Qué estoy haciendo?
Que no es ésta la leña deste fuego".


GLOSA

Del dicho de la gente temerosa
el encubrirse toma por consejo,
y ansí, secretamente y a un espejo,
rapándoselo estaba cierta hermosa.

Pero como quien no es experimentada,
dejóse una ventana medio abierta,
por do la vio el por quien fue descubierta,
hasta el ombligo toda arremangada.

Estaba aquesta hermosa confiada
de la parte secreta do lo hacía,
sin entender que algún hombre la veía,
las piernas muy abiertas y asentada.

Mas como no hay secreta alguna cosa,
por do la dama menos lo pensaba,
un galán la acechó y dijo que estaba
en una silla baja y espaciosa.

Como lo vio rapado esta hermosa,
y aparejado para haber cuistión,
dice que, con frecuencia y afición,
mirándoselo estaba muy gozosa.

Y ansí daqueste gozo acompañada
que la hacía entre sí mover a risa,
mil veces se limpió con la camisa,
después, cuando ya quedó muy bien rapada.

De todo su juicio enajenada
le toma con la mano y mil cosillas
se hace por moverle a haber cosquillas,
estándose burlando, descuidada.

Volviéndole a mirar como una rosa,
le pareció codicia el menearse,
y viendo que no puede ejecutarse
metióse el dedo dentro de la cosa.

Como anduvo con él por las laderas,
no dejó de tomar de aquesto gusto,
lo uno porque el dedo vino justo,
y como menease las caderas.

En aquesto se estaba entreteniendo,
toda elevada en aqueste ejercicio
y procurando bien hacer su oficio,
al osado señuelo respondiendo.

Apenas entró el dedo cuando luego
vido que era hacienda muy gustosa,
porque como topase cierta cosa
un cierto saborcillo le dio luego.

Corrió con ese gusto dos carreras
y hallóse a la tercera muy burlada,
y ansí se desmayó sin hacer nada,
mas ¿cómo conoció no ser de veras?

Pero después de aquesto, en sí volviendo,
pésale por no haber sido de veras,
y sosegando el cuerpo y las caderas
dijo: "¡Cuitada yo! ¿Qué estoy haciendo?"

Y ansí dio fin al amoroso juego,
entre sí lo pasado repetiendo,
con sollozos y lágrimas diciendo
"Que no es ésta la leña deste fuego". 

 

*La fotografía es de Jean-Philippe Piter.

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