RAMÓN ACÍN: 155 PROSAS
Se publican 155 prosas que Ramón Acín escribió “sujetándose el hígado y apretándose el corazón”
Los textos de prensa de Ramón Acín, escritos a lo largo de veinte años, publicados en un libro
La Fundación y Debate, en edición de Carlos Mas y Emilio Casanova, recuperan sus textos en la prensa
El volumen se presentará el jueves nueve en el Museo Pablo Gargallo con los editores y el profesor y escritor Severino Pallaruelo.
El artista oscense habla de su infancia, de Goya, Costa, de Huesca y Aragón y de sus sueños en la creación
Antón CASTRO
En agosto de 2016 se cumplirán 80 años del asesinato de Ramón Acín (1888-1936). Su figura y su magisterio parecen agigantarse con el paso del tiempo. Su obra pictórica se expone en la exposición colectiva ‘Ideal de Aragón’ en el Paraninfo y sus escritos de prensa –aparecidos en ‘La ira’, ‘Solidaridad Obrera’, ‘Revista Aragón’, ‘Ideal de Aragón’, ‘El Diario de Huesca’ o HERALDO, entre otros- acaban de ser publicados en un libro de gran formato: ‘Ramón Acín toma la palabra. Edición anotada de los escritos (1913-1936)’, que han preparado Carlos Mas y Emilio Casanova, que es quien desarrolla y mantiene la página web de la Fundación Ramón y Katia Acín, responsable con el sello Debate de un volumen que recoge 155 artículos, algunas entrevistas, textos de arte y manifiestos, y ensayos de fondo de José Domingo Dueñas, José Luis Ledesma, Ismael Grasa, Víctor Pardo Lancina y los propios Mas y Casanova.
«El Ramón Acín pedagogo, artista o movilizador anarcosindicalista encontró en la escritura y, sobre todo, en la prensa, un medio eficaz para transmitir sus ideas, para denunciar o proponer y en no pocos casos para solazar al lector. Comprendía perfectamente el valor de la comunicación», señalan Emilio Casanova y Carlos Mas. El propio Acín, en un artículo de 1926, confiesa: «Yo, al escribir no hago literatura; escribo sujetándome el hígado o apretándome el corazón. Si canto suave o fuerte, canto sin saberlo, como los buenos árboles cuando les sopla el céfiro o les azota el aquilón». En otro lugar declara: «No se me ocurre escribir nada si no es un tono alegre». Ya en 1913 había publicado ‘Así soy yo’ en un suelto y declaraba: «... mi lápiz y mi pluma (los dos torpes, de principiante) se mojan en dos colores: uno rosa, como las mejillas de las adolescentes; el otro negro rojizo, como el color de los ataúdes a medio pudrir y gangrenosas venas de puñalada. (...) si alguna vez dejase de ser revolucionario, con la puntera de la bota metido en la anarquía, sería para irme a un monte, vivir en una ermita y llamar, como el místico al agua “hermana agua” y al lobo “hermano lobo” ». En 1930, con motivo de la exposición en el Rincón de Goya, redondeó aún más su autobiografía: «Mi arte no es de iniciación; no es para los que van al arte, sino para los que están de vuelta».
Insisten los editores: «Acín, como gran humanista que fue, hizo suyo el proverbio latino “Hombre soy; nada humano me es ajeno”. Aunque temas como la pedagogía, la política, los temas agrarios y otros de tinte costista son abundantes, Acín escribió sobre todo. En muchos casos, esos temas aparentemente pequeños adquieren en su mano una riqueza magnífica». Habla de las corridas de toros, de algunas fiestas, entre ellas la Semana Santa, compone jotas, rinde homenaje a sus maestros como el pintor Félix Lafuente -del cual firmó varios artículos y recordó que tenía estudio en Zaragoza-, o a amigos como el escultor Felipe Coscolla, los escritores López Allué, Silvio Kossti, el joven violinista Pepe Porta y llora la muerte en las trincheras francesas, en 1915, de Manuel Cuber, poeta, orador, republicano y militar que derrochaba «rebeldía y vitalidad».
A la vez firmaba manifiestos para promover una Agrupación Republicana en Huesca, celebrar a Goya o pedir el indulto para Juan Bautista Acher, pintor y dibujante condenado a muerte; defiende «la cultura como instrumento de liberación», viaja mucho, por El Prado, por Barcelona o por Toledo, y especialmente por los alrededores de Huesca; narra con especial emoción, en 1924, un ‘Un entierro en Ansó’, que cierra con versos de Valle-Inclán: «Todo en la vida es mudanza / hasta ser muerto». Al fin y al cabo, uno de sus méritos consiste en que él halló el paraíso o una forma de paraíso en su tierra, en Aragón.
«Los registros de Ramón son muy variados –comentan sus editores-. Sus dos primeros artículos de prensa aparecieron publicados en 1913 por el semanario barcelonés ‘La Ira, órgano de expresión del asco y la cólera del pueblo’. Y los dos artículos hacían honor a tan bombardera cabecera. Sin embargo, y tras esa entrada en fuego, Acín fue realizando un periodismo que, sin renunciar nunca a sus principios anarquistas, supo conectar con un amplio tipo de lectores. La ordenación cronológica de esta edición ofrece una interesante visión de cómo fue evolucionando su escritura».
Con el paso de los años, Ramón Acín cinceló mejor su pensamiento político; participó en la insurrección de Jaca en 1930 y estuvo varias ocasiones en la cárcel. Como recuerda Ismael Grasa, «para Ramón Acín la humanidad ha comenzado a adentrarse en una nueva tierra prometida, y aquí está su espíritu revolucionario, libertario y vanguardista». Acín creía en la amistad, en Goya y Leonardo, en Félix Lafuente, descubrió al joven poeta Julio Castro (Julio Alejandro, guionista de Luis Buñuel), era capaz de ofrecerse para alcalde de Huesca o despedía a su difunta hermana Enriqueta, por la que sentía un cariño sin límites. Revela: «Mi hermana Enriqueta guardaba, del primero al último, todos los recortes de mis artículos, cosa que, más quizá por sobra de abandono que por falta de vanidad, no lo hacía yo». Esos ‘escritos’ son el material sensible de este amanuense de las emociones que poseía humor, ironía y una cierta inclinación hacia el aforismo.
LA FICHA
Ramón Acín toma la palabra. Edición anotada de los escritos (1913-1936). Carlos Mas y Emilio Casanova. VV. AA. Debate /Fundación Ramón y Katia Acín. Barcelona, 2015. 393 páginas. (Presentación, jueves, 9, a las 19.30, en el Museo Pablo Gargallo)
*Ramón Acín y su esposa Conchita en 1927. Retrato de Ricardo Compairé.
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