JULIETA ALWAYS DE LOS ESPÍRITUS
VERANO 2015. LECTURAS. HERALDO DE ARAGÓN
Julieta Always de los espíritus
La increíble vida de la pintora barbastrense que fue bailarina, pintora y amante de Primo de Rivera
Uno de los personajes más escurridizos del Aragón contemporáneo es Juliana Mariana Juana Aguilar Coscuyuela (Barbastro, 1899-1979), que ha pasado a la historia con epítetos como la pintora mendiga, la loca (“¡Ahí va la loca!”, se decía de ella), y con su seudónimo: Julieta Always. La espiral de su mito empezó en los años 60 cuando el pintor Modest Cuixart, tras la avería de su Citroën Tiburón negro, la descubrió en una bajera de la calle San Julián, vio sus cuadros, se quedó fascinado y habló con ella. Quiso comprarle alguna pieza, no lo consiguió, volvió varias veces y al final, cautivado por su arte rebelde e irreductible, le dedicó un cuadro, ‘Bruixa Barbastro’ (1976), que expuso en la sala Luzán de la CAI en 1977. Allí lo vio el periodista de HERALDO Luis García Bandrés e indagó acerca de su historia. Localizó a Julieta en su pueblo, conversó con ella y publicó una entrevista en el especial del Pilar de ese año que desvelaba una personalidad insólita, mística y pagana, la vida de una mujer increíble que había vivido en los últimos tiempos de la caridad con un séquito de gatos.
Desde entonces, Julieta Always se hizo un personaje literario. Y fue expuesta en la galería Barbasán y en Costa-3. Ana María Navales le dedicó una novela, ‘El regreso de Julieta Always’, que no es exactamente su existencia, “Tu vida no. La que te inventamos”, y escribieron de ella José María Lacoma, Manuel García Guatas, Ángel Azpeitia, el citado Bandrés, los periodistas Ángel Huguet y Lola Campos. Hace unos meses, el anticuario Antonio Buil y el arquitecto Antonio Abarca le dedicaban un libro, el más completo sobre ella, con toda su obra conservada (una treintena de piezas del centenar que realizó): ‘Julia Aguilar, Always (1899-1979). Rebelde y artista’ (2014).
Toni Buil reconstruye su existencia, de la que hay muchas lagunas, y Antonio Abarca se centra en “el arte de pintar sin arte”, intenta despojarla del viejo cliché de que es una pintora naïf y ve en sus cuadros misterio, humor, erotismo y panteísmo. Su vida y su obra son igual de enigmáticas. ¿Cómo aprendió a pintar, de dónde proceden sus intuiciones, su sentido del color, su misticismo? Se dice que en París, donde estuvo de joven y durante la Guerra Civil española, además de ser bailarina del Follies Bergere o del Moulin Rouge debió de ser modelo de pintores y escultores. Allá donde iba no pasaba inadvertida: en Barbastro llamaba la atención por su belleza, su libertad de costumbres y su desparpajo.
En su breve estancia en Huesca, fue discípula de Ramón Acín, las monjas se encontraron con una joven indómita y con carácter, que sedujo al farmacéutico Jesús Gascón de Gotor, ejecutado el 23 de agosto de 1936. Poco más tarde volvió a casa, su padre regentaba una fonda, pero no tardó en marcharse. Estuvo fuera prácticamente veinte años, salvo en una ocasión en que regresó en un coche de lujo bien acompañada. A principios de los años 20 se cree que se trasladó a Barcelona y de ahí a Madrid, donde parece más que posible que viviera sus historias de amor más famosas: con Miguel Primo de Rivera, y tal vez con Perico Chicote, Rafael Gómez ‘el Gallo’ y el propio Manolete, personajes que aparecen en sus lienzos.
Trabajó en un hotel, en algún instante parece que debió preparar el título de enfermera; fue detenida tres días en 1931 por escándalo y estuvo a punto de ir a la cárcel de nuevo por impago en un hotel. Según cuenta Toni Buil, robó en las galerías Lafayette de París para que la deportasen a España tras concluir la guerra. Permaneció unos meses en Madrid y a finales de 1941 o principios de 1942 se instaló definitivamente en Barbastro. Vivió en continuas estrecheces, en lugares cedidos, decrépitos o abandonados, entre ellos el palacio de los Argensola o una bajera en la calle San Julián; luego en el Hospital de Huesca y en el asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, donde murió en 1979.
Vendió periódicos, cuidó gatos, pintó, escribió y, a hurtadillas y desde Barcelona, contó con la ayuda de su hermano Mariano. Entre sus rarezas está la de haber dormido en alguna tumba del cementerio y la de bañarse desnuda en las aguas del río Vero; a los que la insultaban o le llamaban marrana, les decía: “Lo que enseño es de cristiano, y el que me mira es el marrano”. A pesar de sus viajes y de sus trayectos, creyente y aún visionaria, Toni Buil concluye que nunca fue feliz.
LA ANÉCDOTA
“Hacia 1952 o 1953 Julieta apareció en Zaragoza rodeada de su habitual cortejo de gatos. Su presencia no pasó inadvertida para una pareja de la Guardia Civil que la obligó a acompañarlos hasta un cuartel del Arrabal”, dice Toni Buil. El radiotelegrafista del puesto estaba casado con una mujer de Barbastro, Esmeralda, que reconoció a su paisana. Los guardias escoltaron a Julieta “junto con sus gatos, en un entretenido y movido viaje, hasta la estación de Selgua”.
*Este artículo ha aparecido en Heraldo de Aragón. La foto, cortesía de Toni Buil y Antonio Abarca, pertenece al archivo familiar.
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