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Antón Castro

EL ESTILO INVISIBLE DE PISÓN

Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) siempre lo ha tenido claro: la literatura era su pasión, y a ella se ha dedicado con método, con claridad, con vocación de contar sin ínfulas, con un estilo sereno y límpido, elegante y eficaz, como lo hacen lo clásicos o los maestros del cine norteamericano: con un estilo invisible. Pisón, además, destacó desde muy pronto por algo más: por la elaboración tranquila de un universo que se suspendía en la familia y en sus entresijos.

Una y otra vez, en sus cuentos o en sus novelas, ha explorado su propia familia, su condición de hijo de militar con antepasados carlistas, del que se quedó huérfano a los nueve años, y ha explorado familias ajenas, historias y personajes que se le han ido imponiendo. Pisón siempre ha tenido muy claro que ha querido contar su tiempo, y por extensión el siglo XX y XXI. Su obra narrativa puede repasarse como un gran friso realista de los episodios más vibrantes de la historia de España: desde la guerra de África, la guerra civil, la posguerra o la Transición.

Vivió en Logroño y Zaragoza. En la casa de su abuelo materno, en la calle Zurita, descubrió todo un universo de sugestiones. Con él iba al cine o leía en su despacho la ’Enciclopedia Espasa’ y la trilogía ’La guerra carlista’ de Ramón María del Valle-Inclán. Y después la obra de Baroja. En la Universidad de Zaragoza descubrió a compañeros que siguen siendo sus mejores amigos: el bibliófilo José Luis Melero, el poeta Gerardo Alquézar, el profesor Antonio Pérez Lasheras. La lista es mucho más amplia y abarca al economista Vicente Pinilla o al cinéfilo y periodista Luis Alegre. Entre sus profesores, recuerda siempre con mucho cariño a Juan Manuel Cacho, que le enseñó a navegar entre las fábulas y las criaturas de las novelas de caballería, y a José-Carlos Mainer, “que exhibía un conocimiento deslumbrante y globalizador”, y acababa de publicar ’La Edad de Plata’; Mainer siempre ha sido uno de los lectores más atentos de su obra.

Ignacio Martínez de Pisón se casó con María José Belló, profesora de inglés e hija de Luis Belló, el ex futbolista y ex entrenador del Real Zaragoza de Los Magníficos, y juntos se trasladaron a Barcelona. Tienen dos hijos: Eduardo y Diego. Pisón se licenció en Filología italiana, dio algunas clases, pero pronto vio que ese no era su camino. En1984, con ’La ternura del dragón’, una novela corta que tenía mucho que ver con su abuelo, ganó el Premio de Novela ’Casino de Mieres’, que apareció en Anagrama. Poco después publicó los cuentos de ’Alguien te observa en secreto’, y se ratificó como un formidable cuentista y como una de las voces más originales de la Nueva Narrativa Española, en la que también se integraban autores aragoneses como Soledad Puértolas, Javier Tomeo o José María Conget.

 


Desde entonces, con paso firme, con una vocación insobornable, Pisón ha desarrollado una carrera rica, variada y coherente, que se suspende por igual en la invención y en la documentación. En 1996 publicó ’Carreteras secundarias’ (Anagrama), que ha sido llevada al cine por Martínez Lázaro y Emannuel Poirier y ha sido publicada, en edición crítica, por Larumbe. Se despidió del sello de Jorge Herralde con una de sus novelas más ambiciosas: ’El tiempo de las mujeres’ (2003). En 2005 dio el salto a Seix Barral y allí ha publicado algunas de sus obras más ambiciosas: ’Enterrar a los muertos’, una investigación en torno a la ejecución de José Robles Pazos, traductor de John Dos Passos, que conmovió a Mario Vargas Llosa; ’Dientes de leche’ (2008), la historia de una familia de fascistas italianos en la Zaragoza de posguerra; ’El día de mañana’ (2011), la historia de un delator en Barcelona de finales del franquismo, una historia coral de doce personajes que le llevó a ser finalista del Premio Nacional de Literatura. Y en 2014, publicó ’La buena reputación’, la historia de una familia, con vínculos aragoneses, que sucede en el Protectorado de Melilla y que le acaba de dar el premio más importante de una trayectoria distinguida y reconocida. Este mismo año ganó el Premio Cálamo.

Pisón decía a HERALDO: “’La buena reputación’ es mi libro más decimonónico: quise hacer una novela del siglo XIX de manera consciente, como una propuesta específica. Rindo homenaje a la narrativa del siglo XIX y reflexiono sobre la tercera persona: ese narrador omnisciente que interesa tanto a Tolstói. Como a él, me atraen mucho las historias familiares”.

También es traductor del italiano y guionista de varias películas de Emilio Martínez Lázaro, entre ellas ’Las trece rosas’, y de ’Chico y Rita’ para Fernando Trueba. Se ha convertido en un auténtico especialista de la guerra civil española, como probó también en su libros de reportajes ’Las palabras justas’ (Xordica, 2007), y en su edición de ’Partes de guerra’ (RBA, 2009). Se confiesa aragonés y zaragozano con locura, discípulo de José Antonio Labordeta y amigo de Félix Romeo, y zaragocista hasta la médula. Dijo para este mismo periódico: “Me siento aragonés por todos los costados. Y muy zaragozano. Fue la literatura de José María Conget la que me enseñó que Zaragoza era una ciudad literaria, y muchos de mis textos transcurren aquí. Zaragoza es el espacio de mi memoria y el lugar donde viven muchos amigos. Y a mí me encanta pasearla, recorrerla y reconocerla”.

El Premio Nacional de Literatura distingue a un espléndido narrador, pudoroso, que posee cada vez mayor sentido del humor, riguroso y metódico, que afirma: “Escribo desde el fondo de un rincón oscuro del corazón y quiero que en mis libros aliente la vida”.

 

*Este artículo, con estos subrayados y llamadas de atención, se publicó en Heraldo.es el pasado martes, tras la concesión del Premio Nacional de Narrativa a Ignacio Martínez de Pisón por su novela ’La buena reputación’ (Seix Barral, 2014).

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