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Antón Castro

DOS POEMAS DE ALEJANDRO ALAGÓN

 

 
'La Campana de Huesca' de José Casado del Alisal.
Recibo esta nota, con dos poemas, de Alejandro Alagón desde Huesca, que acaba de ser premiado por sus poemas en Valencia; hace algún tiemplo también lo fue en Denia; allí le publicaron 'Himnos de la amnesia'. Dice: "Ahora he vuelto a tener suerte en la comunidad valenciana, concretamente en la localidad de Enguera (Valencia). Acabo también de concluir un estudio de investigación sobre un manuscrito inédito que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid y que lleva por título La gran comedia de la Campana de Aragón. Es una refundición de la obra de Lope de Vega llevado a cabo por Antonio Martínez de Meneses y Luis de Belmonte Bermúdez. Los autores reinterpretaron el reinado de Ramiro II el Monje desde el presente del siglo XVII. De ese modo en la Corte de Ramiro se menciona el consumo de tabaco, se alude a los indios araucanos, aparece la metáfora de que la Campana de Huesca llegará a escucharse en Chile y se alude a las estrategias militares propias de los Tercios de Flandes. Éstos son dos de los poemas premiados en la XLII edición de las Justas poéticas de Enguera (Valencia) con el primer premio "Miguel Hernández".
DOS POEMAS DE ALEJANDRO ALAGÓN
I
La empleada doméstica elige una bayeta,
repasa cada frase en una estantería
de diplomas y títulos, oraciones escritas
con el brillo metálico de las placas solemnes.

También la lluvia limpia los nombres de las lápidas,
se arrodilla en la tierra y refleja insegura
la bandada de acentos. Hoy se encoge volátil
como una abreviatura, que luego se evapora.

El arquitecto, a veces, desafía a los cielos,
cuando muere sus casas se estiran solitarias,
envejecen sin pausa y dejan tras su ocaso
las visceras vacías de cualquier edificio.

En un día de niebla ya crecen los tizones,
las llamas del demonio en cada vertedero,
el grito de las ratas que abandonan su gruta
y reinan arrogantes en las alcantarillas.

Infarto de bombillas, la oscuridad despierta
en la vida prohibida de una ciudad tan dócil
que olvida en sus aceras un sudario de polvo,
el oro del semáforo que derrama su bruma.

II

Se estiran las vocales como si fueran células
bajo la lente limpia del mejor microscopio,
su polen atraviesa la colina del folio,
se dilata en esporas que el aire disemina.

Hay mendigos que viven ocultos en las páginas
ruinosas de algún libro, encienden sus hogueras,
recorren los capítulos seguidos de sus perros
que olfatean el índice, las aceras estériles.

Maduran las espigas en los campos semánticos
y el aire desordena la arena del crepúsculo.
La llanura amarilla se llena de peligros.
Hay mil rimas que asedian cosechas de mazorcas.

Se inicia la vendimia cotidiana del léxico,
los sujetos varean las promesas baldías
y las tildes rebeldes y errores de gramática
y adjetivos inútiles que, sin compasión, caen.

El revisor comprueba los yogures caducos,
la fecha que corrompe, el día que amenaza,
el misterio del virus que olfatea la fruta,
el reloj que decide productos en oferta.
-La foto de Robert Doisneau la tomo de aquí.

http://www.iphotocentral.com/Photos/VintageWorks_Images/Full/12813Doisneau.jpg

 

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