ÁLBUM DE CROMOS / 5. ANDRÉ BRETON
ÁLBUM DE CROMOS / 5. ANDRÉ BRETON
EL POETA, EL MAGO, EL CHAMÁN
Xoán Abeleira traduce la antología ‘Pleamargen’ para Galaxia Gutenberg
Xoán Abeleira es poeta, apasionado del arte y traductor. Cada vez que trabaja sobre un escritor lo hace con intensidad, con voluntad de escrutar su poética, su existencia y los versos hasta sus últimas consecuencias. Lo hizo, pongamos por caso, con Robert Desnos y Arthur Rimbaud (para Hiperión), con Sylvia Plath y Ted Hughes (para Bartleby), y acaba de hacerlo con André Breton (1896-1966), al que define como uno de los grandes poetas del siglo XX.
Lo califica así y lo explica en un prólogo de más de un centenar de páginas, amasadas con referencias, citas, opiniones y con su propia percepción expuesta con veneración y con rigor; el volumen incluye una amplia selección de notas que ofrece el esclarecimiento de los poemas, casi a verso a verso. El libro se titula ‘Pleamargen. Poesía 1940-1948’ y lo ha publicado Galaxia Gutenberg en una colección que dirige el gran poeta y traductor Jordi Doce.
Poesía extraña, radical y única
De las casi 500 páginas del tomo, solo 200 son de la poesía, toda en bilingüe, salvo dos textos en prosa: ‘Arcano 17’, un poemario inspirado en el tarot (lo estudió en Nueva York, gracias al pintor Kurt Seligmann), y en concreto en La Estrella, que nació de su relación con la pianista chilena Elisa Bindhoff, a la que conoció en 1943 en el café Larrés de Nueva York y con quien se casó en 1945, y ‘Calados’. Esa cifra de páginas da una idea de la labor del traductor: es una apología entusiasta.
Abeleira utiliza una cita del poeta, «normando, criado como bretón», en su primera página: «No ser nada, ser todo, abrir el ser», y asegura que su su poesía «es extraña. Es marginal. Es inquietante. Es radical. Es única». Tras elegir el término superrealismo frente a surrealismo, recuerda que Henri Béhar, que transcribió el poemario ‘Arcano 17’, dijo que las tres obsesiones de Breton fueron: «conseguir la mayor precisión semántica y sintáctica posible (“la palabra justa en el lugar justo”), evitar repetir un término en el mismo párrafo o en la misma estrofa e incluso en la misma página, y armonizar el ritmo, siempre el ritmo». A partir de ahí el traductor analiza algunas de las constantes del escritor, que sintió un gran interés por la filosofía analógica y la hermética, «los secretos mistéricos» y el ocultismo (que «fue para Breton un crisol donde someter al baño María sus propios materiales»), e identificó al poeta con el mago, algo que avanzó Novalis, otorgándole tres cualidades: la de vidente, la de mago y la de sanador.
André Breton iba para médico, pero lo dejó. Con todo, tocado ya por el ángel de la poesía, en 1915 fue movilizado en la I Guerra Mundial en sanidad y aprovechó el lapso de treguas para leer, sobre todo a Arthur Rimbaud, interiorizó su verso «Yo soy otro». A esa referencia se irían sumando otras: Stéphane Mallarmé, Guillaume Apollinaire e incluso Paul Valéry. Pero también le apasionó Sigmund Freud, que le daría algunas claves para desarrollar el superrealismo y firmar en 1924 el ‘Manifiesto surrealista’. Para entonces ya era amigo de surrealistas y vanguardistas como Tristan Tzara, Paul Eluard, Louis Aragon, Philippe Soupault (con quien firmará su libro ‘Los campos magnéticos’ en 1920) o Francis Picabia.
Aunque en apariencia Breton no haya sido el surrealista más leído, sí quizá fuese el más influyente. En 1927, con sus colegas, se afiliaría al Partido Comunista, militancia que interrumpiría en 1935. Entre tanto no dejó de publicar: se casó con Simone Collinet, con Jacqueline Lamba, con quien tuvo una hija. Fue llamado a filas en 1939 como auxiliar sanitario en Poitiers.
La selección de textos abarca desde ‘Pleamargen’, una pieza de 80 versos, sigue con ‘Fata Morgana’, que arranca con este bello despliegue de imágenes -«Esta mañana la hija de la montaña sostiene en sus rodillas un acordeón de murciélagos blancos»-, entroncadas con un rasgo que no se le escapa a nadie: la escritura automática. ‘Fata Morgana’ fue redactado en diciembre de 1940 en Marsella, en la villa Air Bel, en un momento en que los Estados Unidos protegían a los intelectuales de los nazis; Breton hacía recelar al infame Gobierno de Vichy. El escritor declararía que con este extenso poema quería afirmar «su resistencia, más intransigente que nunca, a las tentativas masoquistas que, en Francia, tienden a restringir la libertad poética o a inmolarla en el mismo altar que las otras».
El amor de Elisa Bindhoff
‘Pleamargen’ incluye una de las piezas más brillantes del conjunto, y quizá de toda la obra bretoniana, la ‘Oda a Charles Fourier’, un poema épico de exaltación, matizado por la libre asociación de imágenes. Otro texto es ‘Los Estados generales’, que puede leerse como una síntesis de sus grandes asuntos: el amor, la libertad, el sueño, el poder de adivinación, la presencia femenina. Sin duda, el poema más conmovedor del volumen es el ya citado ‘Arcano 17’, porque revela una historia de amor y de angustia (Elisa Bindhoff acababa de perder a su hija y había intentado suicidarse; Breton se había separado de Jacqueline Lamba) y, sobre todo, compuso una historia sobre la eterna juventud y el mito de la resurrección; al fin y al cabo, Elisa y Breton resurgían los dos de distintos dolores. Escribe Breton en un texto complejo y rico, lleno de elementos confesionales: «Tú bien sabes que, al verte por vez primera, te reconocí de inmediato sin la menor vacilación. Y de qué confines terribles, los más custodiados de todos, no vendrías. (…) Cuando te vi, aún flotaba en tus ojos toda aquella niebla de una especie indecible».
‘Pleamargen. Poesía 1940-1948’ es, ante todo, una invitación emotiva para conocer mejor a André Breton. Y a sentirlo, a intentar entenderlo y a reubicarlo con precisión. A veces, lúcido y entrañable, confiesa: «Existe en el hombre, antes que nada, una terrible necesidad de infancia que pide ser colmada».
*André Breton y Elisa Bindhoff. Este texto pertenece a la serie que se publica todos los jueves en ’Artes y Letras’ de Heraldo. Por ahora han aparecido Marcel Schwob, Harry Kessler, Camilo José Cela y Karen Blixen.
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