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Antón Castro

CARLOS MONTERO, UN DIÁLOGO

Carlos Montero (Celanova, Ourense, 1975) ha ganado el Premio Primavera con 'El desorden que dejas', una novela sobre la ausencia, el acoso escola y la obsesión que sucede en un lugar imaginario que bien podría ser un cruce entre Mondariz y Allariz. Conversé con él hace algunas semanas en Zaragoza.

-¿Qué le da y qué le quita como novelista ser guionista de series de televisión?

-Me da más que me quita. El guion es un principio y la herramienta para que todo un equipo se ponga en marcha y la novela es un fin.

-¿Cuándo redacta los guiones, cómo trabaja?

-En compañía de otros, mediante la tormenta de ideas. Nos reunimos cuatro, cinco o seis guionistas. Estamos dos o tres o cuatro semanas pergeñando tramas y decidiendo, y ahí hacemos los momentos fuertes, (esta se queda embarazada, esta se muere, esta vive un amor secreto…) y luego vamos trabajando los guiones de cuatro en cuatro, por ejemplo. Cada guion lo escribe un guionista. Si yo soy el creador y el coordinador de la serie todo pasa por mí y soy el encargado de darle unidad evidentemente. Un tono.

-En su novela percibo una obsesión por las tramas.

-Llevo quince años escribiendo tramas para televisión. Es algo innato en mí. Me siento muy seguro escribiendo tramas y, francamente, creo que no soy malo haciéndolo. Y te apoyas en lo que sabes que más o menos manejas bien. He sido un buen lector desde niño de todo. De adolescente me atrevía con obras que no eran para mi edad, yo leía 'Trópico de Cáncer' y 'Trópico de Capricornio' de Henry Miller con trece o catorce años… Imagínese qué pasaría, sobre todo, con 'Trópico de Cáncer': unos calores rarísimos e intensos. Henry Miller fue un descubrimiento para mí. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que me ha marcado mucho más de lo que yo había pensado nunca.

-¿Por qué?

-Todas mis series siempre han tenido un componente sexual porque para mí el deseo es muy importante. Y también es muy importante para los jóvenes: como no tienen límites, y los están probando, se atreven con todo y van a muerte. Como personajes son poderosísimos.

-¿Existe algún otro escritor como más sofisticado o literario que le haya marcado?

-No. Yo he sido un lector bastante normalito. Me gustaría presumir de leer a Enrique Vila-Matas, que lo he leído y que me gusta, sí, pero mentiría si le dijera que me ha influenciado o que ha sido capital en mi formación. Y de mis paisanos los gallegos, mi escritora favorita es Emilia Pardo Bazán, y en concreto 'Los Pazos de Ulloa'. Esa novela la he vuelto a leer el verano pasado y me encanta. Me gusta muchísimo también Gonzalo Torrente Ballester: 'La saga-fuga de JB' o 'Los gozos y los sombras'. Conecto muy bien con él… Tiene una literatura muy transparente que espero yo tener algún día. Torrente quiere muchísimo a sus personajes y eso a mí también me pasa. Incluso los malos y perversos me interesan…

 

-¿Usted será como un príncipe en esto no, 'Física y química', 'Al salir de clase', la adaptación de 'Entre costuras'…?

-No me quejo, pero aquí te miden por el último trabajo que hiciste. Si fracasas, tienes que volver a luchar para recuperar tu prestigio.

-Vayamos con 'El desorden que dejas'. ¿Cómo nació la novela?

-Pensé en esa nota de la profesora, le dicen: “Tú no vas a tardar en morir”. Esa imagen me vino a la cabeza. Y me dije: ¡Ostras! Y esos chavales, ¿por qué le están diciendo eso? Voy a tejer toda la trama que cada vez se iba intrincando e intrincando más como exige todo buen thriller. Inventé un lugar imaginario, para evitar suspicacias. Soy muy fan de la novela escandinava, de la novela negra, y me apetecía un poco coger ese paisaje, que muchas veces exterioriza el interior de esos personajes. Esa tormenta interior que está en el paisaje. Y qué mejor que Galicia, que además es mi tierra y la conozco bien. Y a todo ello se suma ese elemento opresivo que tienen los pueblos.

-El personaje que genera la acción y el misterio es Elvira, la profesora muerta, aunque usted aborda más asuntos...

-La profesora Raquel, que llega al colegio, tiene mucho miedo de acabar convirtiéndose en Elvira, Viruca. No se sabe bien qué pasa: Raquel se sumerge en esas aguas procelosas, turbias en las que acabó muerta misteriosamente Viruca, la profesora que tanto intrigará a Raquel, la protagonista.

-¿Qué tema quería abordar en la novela?

-La ausencia.

-¿La ausencia? Puede parecer que el acoso escolar.

-No, no, no. Es la ausencia. Yo me valgo de esa trama para contar lo que a mí me interesa, el desorden que deja una ausencia, el desorden que deja la ausencia de Viruca y el desorden que va a dejar la ausencia que todos los personajes están sufriendo. La propia Raquel siente de manera especial la ausencia, la paraliza y teme que esa ausencia sea también la de su marido, con quien no se entiende del todo… Yo comparo la ausencia de la muerte con la ausencia de una ruptura amorosa. Es igual de dolorosa y de incomprensible, sobre todo cuando rompen contigo y tú no lo querías, ahí se produce un trauma horroroso. A veces, claro, las rupturas son una liberación. Esa ausencia es demoledora y tienes que aprender a reordenarlo… Raquel y Germán están en crisis: hay cariño, hay amor, pero no acaba de funcionar. Raquel se aferra a él porque tiene mucho miedo a estar sin él.

- Y a la vez surge por ahí otro amor…

-Se obsesiona tanto con Viruca que se acabará enamorando de su marido. Raquel es, en ciertomodo, una doble de Viruca y se parece un poco a mí. En su situación yo haría cosas muy parecidas. Entiendo esa fragilidad emocional… Mi reto era hacer una novela apasionada con gente muy poco apasionada

 

-Perdone que insista. Si la ausencia es el tema central, ¿qué me dice del acoso escolar?

-El acoso escolar es una cosa muy brutal. Siempre se cuenta el acoso de alumnos a alumnos, pero se cuenta menos el de los alumnos a los profesores. Si se ven las estadísticas, resultan brutales e inconcebibles el acoso de alumnos a profesores.

-¿Tienen alguna responsabilidad los profesores en el acoso que sufren?

-Alguna tienen, sí. La debilidad de carácter muchas veces ayuda, no se imponen en clase, no muestran autoridad, no se hacen respetar… De hecho en un instituto hay profesores que son acosados y otros que no. Hay algo de responsabilidad. Y también de los padres desde que se ponen incondicionalmente de parte de los alumnos. Hace veinte años alguien te decía, “su hijo es un cafre” y al llegar a casa le reñías. Ahora es al revés; los padres le dicen al profesor: “el cafre será usted”. Se ha roto la corriente de respeto y de admiración.

-¿Ha querido hacer sociología de la juventud?

-Para nada. No quiero que los tres jóvenes implicados en el acoso sean un modelo de nadie. Es verdad que yo los hago muy perversos y muy manipuladores. Son nativos digitales que tienen un control absoluto de las redes sociales. Ellos han nacido con eso y se sienten muy seguros. Son adolescentes y exhiben esa fuerza y ese poder que tienen en la vida.

 

¿Cuáles son sus preocupaciones de estilo y lenguaje?

Me gustaría  que la historia fuese tan poderosa que diese la sensación de que el escritor desaparece. Yo a eso lo llamo un estilo transparente. Yo adoro a John Irving porque sus historias me encantan. Es uno de los escritores más amados. Por otra parte, le debo mucho a Stieg Larsson…

 

¿En qué medida se siente un cronista o un sociólogo?

Tienes que estar pegado a la actualidad y alerta de que lo está sucediendo en el mundo. Escribo para ir abriendo puertas en vez de ir mirando por atrás. Me gusta estar a la vanguardia, anticipar cosas que van a suceder. Por eso me gustan tanto series como ‘Turno de oficio’ o ‘Segunda enseñanza’: fueron pioneras, se adelantaron a cosas que iban a pasar.

 

*La foto de Carlos Montero pertenece a 'La Razón', es de la fotógrafa Connie G. Santos, zaragozana y ex modelo (de Andrés Ferrer y javier Cebollada, entre otros), la tomo de aquí: 

http://www.larazon.es/documents/10165/0/498x332/0c0/0d0/none/10810/OIFV/image_content_4417658_20160219023634.jpg

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