DIÁLOGO CON PABLO J. RICO
Pablo J. Rico Lacasa (Zaragoza, 1955) regresa a Zaragoza, tras más de un cuarto de siglo dando vueltas por el mundo: Mallorca, Alicante, Nueva York y México, donde ha vivido casi una década. Aquí resume algunas de las actividades y sensaciones de estos años.
-Vuelves a casa tras más de veinticinco años dando vueltas por ahí… ¿Qué significa para ti reencontrarte con Zaragoza?
Extrañas sensaciones y sentimientos. Ha sido media vida trabajando en el mundo del arte, que es el mío, por medio mundo, valga la redundancia. Han sido más de 300 exposiciones en 22 países del planeta. Regreso no sólo para jubilarme en unos pocos años sino también para morir aquí, es un decir, ojala dentro de mucho tiempo. He elegido voluntariamente regresar a mi tierra y cerrar un círculo virtuoso personal y profesional.
-¿Qué has hecho en estas primeras semanas? ¿Qué sensaciones te ha dado la ciudad?
Caminar, caminar y caminar hasta cinco horas al día. Recorrer la ciudad con los ojos de plato y recordar sin melancolía. También reencontrarme con viejos amigos (literalmente, viejos de aspecto todavía juvenil)... La ciudad ha cambiado mucho, para bien. Ahora es una ciudad más amable. Paseable. Más cálida aun el frio que hace...
-Se te ha visto en el Museo Pablo Gargallo, donde casi empezaste y donde fuiste director. ¿Qué te pareció, qué te pasó por la cabeza?
Pasé allí unos años muy intensos y felices. Quise entrar de corrido y, por supuesto, el conserje me paró en seco y preguntó dónde iba. Fue un acto inconsciente, automático, como hice durante años. Pero él no tenia por que conocerme ni recordarme. Caí del guindo en un santiamén...
-Recuérdanos, muy someramente, qué has hecho en todo este tiempo lejos de casa. Por ejemplo: ¿cuál es tu balance en la Fundación Miró?
En 1992 gané el concurso internacional para dirigir la Fundación Miró en Mallorca. Los primeros meses me tocó terminar de diseñar del nuevo edificio que había proyectado Rafael Moneo y organizar la Fundación. Fui director durante seis años y llegamos a hacer más de 200 actividades anuales, no sólo exposiciones y cosas de arte. En otoño de 1997 me fui a vivir a New York y a trabajar, sobre todo, como productor y curador de buena parte de las exposiciones de Yoko Ono, 15 en total. Luego regresé a España como comisario de grandes exposiciones, digamos, de Estado, con el Instituto Cervantes, Asuntos Exteriores, ICEX, etc. En aquellos años de Comisario independiente llegué a vivir más de 250 días al año fuera de casa, sobre todo en América y Asia.
-¿Y en Alicante?
El Ayuntamiento de Alicante me encargó el diseño y programa museológico del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante y poco después me la dirección artística del Castillo de Alicante, un lugar excepcional, con unas vistas increíbles sobre el Mediterráneo y once salas para exposiciones. En tres años hice 42 exposiciones realmente memorables. Luego hubo elecciones municipales y el nuevo concejal tenía otras ideas para el Castillo y me fui. No me veía organizando cenas o justas medievales, por supuesto...
-De manera sencilla, casi como un apunte, ¿cómo ha sido tu trabajo con Yoko Ono, Marina Abramovic, Rebecca Horn?
¡Qué decir! Tener la amistad y las complicidades de tres de las artistas más grandes e influyente del arte contemporáneo es un privilegio al alcance de muy pocos. Cada una es muy distinta. Sus procesos de trabajo también. He tenido la fortuna de participar del mundo del arte contemporáneo internacional no sólo con mis exposiciones sino también compartiendo los recuerdos y experiencias de ellas tres y otros artistas igualmente significativos. Se aprende y participa también por ósmosis.
-Volviste en 2000, creo recordar, con Yoko Ono. ¿Es uno de tus mejores recuerdos?
Sín duda, sí. Regresar a Zaragoza de la mano de Yoko Ono es un lujo, se mire como se mire. Recuerdo a Yoko en la rueda de prensa antes de la inauguración diciendo “He venido a Zaragoza porque me lo pidió Pablo que es amigo mío y cómo no venir a su ciudad que tanto quiere”... Yo lloraba... Fue una gran exposición, de las más completas de Yoko Ono, una de las grandes del arte contemporáneo. Ella la recordó también en su inauguración en el Guggenhein de Bilbao. Tiene tan buenos recuerdos que me ha pedido que hable con las autoridades de Zaragoza y Aragón porque quiere donar una gran instalación permanente aquí. Para mí sería una enorme satisfacción hacer posible este deseo de Yoko en mi tierra.
-Has estado en México mucho. ¿Con quién has trabajado allí?
Más de nueve años felices e intensos. He comisariado pocas exposiciones pero muy grandes. Acaso la más compleja fue Los Parra-Gironella, una macro exposición de tres generaciones de artistas mexicanos unidos por vínculos familiares. He expuesto a artistas mexicanos en Beijing y en USA, también en Guanajuato y Oaxaca. Y a Valerie Campos, una joven artista mexicana muy brillante con una carrera ya internacional. Pero sobre todo me he dedicado a escribir, he publicado en estos años seis libros, a dar conferencias y seminarios... y sobre todo, a cultivar el arte de la vida...
-¿Quién es Valerie Campos? ¿Qué vínculo tendría con Goya?
Es uno de los más satisfactorios encuentros que he tenido en mi vida artística. La conocí en Oaxaca hace unos siete años y de inmediato me fascinó su voluntad de arte y su inventiva, su frescura para ensamblar asuntos goyescos, por ejemplo, con estampas de mangas japoneses e imágenes de ingenuo-perverso erotismo. Parecía la hermana menor de los Chapman... He dirigido cuatro de sus exposiciones y escrito dos libros sobre ella. Valerie debería estar una temporada en la tierra de Goya. Participar en el programa de artistas contemporáneos influidos por Don Francisco...
-¿Sabes qué vas a hacer en Zaragoza? ¿En qué cometidos te gustaría implicarte?
Pues he podido ocupar una plaza provisional de técnico sociocultural en el Servicio de Juventud tras veinticinco años de excedencia voluntaria como funcionario. Por supuesto, yo quiero terminar mis días como técnico cultural dando a mi ciudad lo mejor de mí y mi experiencia de cuarenta años dedicados al arte y la cultura. Pero no depende de mí... En todo caso, quisiera crear o hacer posible un legado artístico en mi tierra. Tengo una biblioteca de 15.000 libros y catálogos que quiero donar a Zaragoza o a Aragón, también parte de mi colección de arte. Y, si es posible, lograr que algunos de mis amigos artistas y otros creen obras permanentes para esta tierra. Y, desde luego, acabar mis días haciendo lo que mejor sé hacer. Soy un enfermo crónico de Arte...
Trabajas desde hace años en una novela. ¿Qué nos puedes avanzar?
Después de diez años de documentarme y trabajar los distintos aspectos de esa historia, por fin en enero pasado comencé a escribir. Hasta mayo había escrito 800 páginas en 31 capítulos, pero tuve que parar y solamente tomar notas de acontecimientos de estos últimos meses porque la acción transcurre en tiempo real desde abril. Curiosamente, en febrero decidí que el desenlace final de la novela iba a ser el 30 de noviembre de 2017. Y el final de mi aventura personal como independiente terminó precisamente esa fecha. El 1 de diciembre me incorporé al servicio activo en el Ayuntamiento. Son esos caprichos y decisiones mágicas del Destino... Es la “biografía” de un libro en concreto que encontré en New York en 1998. Esa biografía, la de sus primeros propietarios y la de un tipo que se parece bastante a mi se trenza durante toda la novela. Los últimos capítulos son de una acción trepidante con inesperados giros. Yo mismo me sorprendo al escribirlos... El libro tiene vida propia.
-Después de andar de aquí para allá. ¿Qué crees que has aprendido, qué te ha enseñado el mundo del arte?
Todo... y no es una exageración. Creo firmemente que Arte=Vida=Arte... Toda mi vida he intentado ser digno de este mundo de artistas y locos por el arte, ser y estar en el mundo con dignidad artística, es un decir.
-Es morbo casi o pura envidia. ¿Qué relación has tenido con Jessica Lange, un mito del cine y ahora fotógrafa, en todos estos años?
La conocí en Oaxaca hace unos años. Estaba haciendo fotos con su mítica Leica m6 de un proyecto del que yo era su curador, MATRIA, una antigua casona porfiriana en la que creamos una especie de territorio “arterapeútico” con huerto colectivo y todo. Me pidió fotografiar las instalaciones la víspera del Día de Muertos, en realidad se trataba de un gigantesco altar de muertos en un palacio en ruinas... Le bromeé y me siguió la broma. Por ejemplo, que en todas las casas que he habitado siempre hay una gran mesa en la cocina... Luego vinieron amigos comunes y seguimos riendo y disfrutando de la vida en el Día de Muertos. Jessica es una de las mujeres más fascinantes que conozco y una gran fotógrafa, sobre todo de México y sus singulares tradiciones
-¿Quién o quiénes serían los artistas que más te han impresionado y por qué?
Además de mis tres superwomen, YoKo, Marina y Rebecca, Xu Bing, el gran artista chino, más influyente y reconocido incluso que Aiwei, auténtico responsable de la explosión creativa en China en los últimos años, del que soy su brother desde hace casi veinticinco años y he hecho con él tres exposiciones y un libro antológico. También el maestro Nagasawa, al que considero mi maestro y amigo, y a Kawamata. Joseph Kosuth seguramente es el artista más brillante intelectualmente que conozco... Richard Serra, al que conozco desde 1984 en París es el más carismático... Y a Chillida lo traté como Aita Chillida, como si fuera un padre. Me dio grandes consejos...
-Creo has tenido un vínculo profesional con la premio Velázquez Concha Jerez. ¿Cómo lo resumirías?
Es una gran amiga y cómplice desde principio de los 80´. Hemos trabajado juntos en un par de exposiciones y en media docena de acciones en Mallorca, Berlín y New York. Nada más llegar a Madrid desde México cené con ella y José Igés, su compañero personal y artístico desde hace décadas. Ese premio es una justa recompensa a una de las trayectorias artísticas más serias y coherentes del arte español. Concha ha dedicado toda su vida a un arte nada complaciente, nada fácil para el gran público. Pero ha sido fiel y leal a sí misma y al arte experimental. “Insisto, luego existo”...
-Aquí tenemos, ahora en concreto, creo, una sensación un poco pesimista del arte y del universo de las galerías. ¿Interesa el arte, cuál es su función hoy? ¿Estamos más abajo que nunca o solo es un espejismo?
Difícil pregunta y compleja respuesta... El arte siempre es puro optimismo, incluso lingüísticamente. Los objetos y las prácticas artísticas son en realidad prótesis para ver más y mejor, para penetrar más profundamente en nuestras ocultas oquedades, para hacer pensar más intensamente, para reflejarnos o proyectarnos de modo más extenso y detallado, por ejemplo. Son prótesis ópticas, seguramente cuánticas. Y optimismo tiene la misma raíz que óptico. En arte no se puede ser pesimista, eso hay que dejarlo para el resto de la vida. En arte, sólo mirar lejos te salva de la catástrofe...
*La foto de Pablo J. Rico es de José Miguel Marco.
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Macaria -
Julio Gómez -
Julio Gómez -