CARLOS ZANÓN. UN DIÁLOGO
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“El taxista no es un
trozo de máquina
pegado a un asiento”
Carlos Zanón (Barcelona, 1965) publica la novela ‘Taxi’ (Salamandra) en la que cuenta la historia de un antihéroe que pierde el camino a casa
-¿Cómo nació ‘Taxi’? Se aleja de la novela negra aunque no del antihéroe urbano…
-Tenía clara una cosa: no quería hacer una novela negra. Había una historia que me interesaba mucho: el héroe que quiere volver a su casa pero que se distrae. No sabe bien dónde está su casa ni su corazón. Uno de mis libros favoritos es ‘La odisea’ de Homero. Y hay una novela de un escritor que adoro, John Updike, que es ‘Corre conejo’…
-También he visto quizá a John Fante y su antihéroe Arturo Bandini.
-Sí, claro, y Bukowski. Pensé en ‘Ulises’ de Joyce, ese personaje que intenta volver a a su casa y la curiosidad le puede. Y por otro lado quería escribir una novela que me permitiera hacer cosas que no había hecho hasta ahora.
-¿Cómo cuáles?
-Salir de determinados barrios, mezclar varias clases sociales, que la violencia no fuera tan importante en la novela. El taxi puede entrar y salir de todos esos sitios. Mi padre y mis dos abuelos eran taxistas. Yo de pequeño pensaba que el oficio de mi padre era genial: no tenía jefe, podía hacer lo que quisiera. Y una vez mi padre me dijo: “Mi oficio es muy duro porque en el fondo te da igual ir a un sitio que a otro y dependes de los demás”. Me decía, además, que uno salía cada día y que era como una bola de billar.
-¿Eso es lo que pasa en ‘Taxi’?
-Claro. Sandino, mi protagonista, es un hombre que va a la deriva de sí mismo, quiere volver a casa pero no hay nada que le estimule lo suficiente, está medio bien y medio mal en cualquier sitio, y en el fondo el trabajo de taxista es ese.
-Es como un Ulises urbano, sin norte…
-Sí, claro. Incluso la estructura tiene ese simbolismo: las mujeres son islas, las sirenas, las diosas, hay un caballo de Troya. La estructura de fondo es la estructura del mito.
-Sandino es un tipo que se pasa la vida dando la vueltas con los otros y, bien mirado, está todo el rato dando vueltas alrededor de sí mismo.
-Esa podría ser la definición de un taxista. El taxista es un símbolo de la ciudad y uno de los signos de la ciudad moderna es la soledad. Estás completamente desarraigado. Eres una máquina y la soledad es uno de los temas de la novela y uno de los temas que a mí me importan. La ciudad tiene el anonimato y la soledad por bandera, como atributos de la metrópolis. Y Sandino es un ser estrictamente solitario que vive en su cabeza y que escucha historias todo el tiempo.
-Hay una idea existencialista de fondo, no sé si vinculada a la fatalidad…
-Yo quería hacer un personaje vulnerable cuya principal debilidad es que no se siente atado a nada. Le da igual estar con una mujer que con otra, le da igual hacer una cosa u otra. Y en este sentido sí que era de un existencialismo casi clásico. Ese es su drama. Y él lo que busca es encontrar algo o alguien que le ate, que puede fijar un sitio que puede identificar como su hogar. Y no lo encuentra.
-¿Qué le han dicho los taxistas?
-Les ha gustado. Sobre todo porque doy una imagen que no deja de ser una convención literaria: el taxista no es un trozo de máquina pegado a un asiento. Es un ser humano. De lo que más se quejan los taxistas es de la gente que sube al coche y se olvidan de que ahí delante hay una persona. Que hablen como si no existiera, que se desnuden, que tengan un coito rápido…, como si fuera un mueble quien les llevase.
-Esta novela exterior, desarraigada, es muy importante la familia: su esposa, la complicidad con su hermana, sobre todo esa abuela…
-Quería hacer una novela en la que hubiese muchas novelas. Y una de ellas es la novela familiar o de saga; son los lazos que le atan, minúsculos, pero los únicos que le retienen: la familia, el amor y la lealtad. Son los hilos muy deshilachados que aún le ayudan a no perderse en el espacio y en la ciudad. Me permitió abrir otra vertiente de la novela: social, de clase, donde rindo homenaje a Juan Marsé y a su abuela, que son paralelas, que envenena a su marido.
-¿Cómo está viviendo la crisis catalana?
-No soy independentista. Lo llevo de una manera muy estresante, porque ha sido la primera vez que no sabías que podía pasar. Yo entiendo que dos millones de personas en la calle es un problema político, no policial ni judicial. Negarse a hablar de eso por parte de los dos bandos lleva a un conflicto y una ruptura social que es evidente y es traumática.
-¿Ha perdido amigos?
-No, pero sí que es verdad que hemos tenido que dejar de hablar de este tema para seguir adelante.
*http://www.carloszanon.com/imgs/autor/zanon5.jpg. la foto es Ana Portnoy.
Hoy en heraldo publicamos otra de Asís G. Ayerbe.
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