DOMINGO VILLAR EXPLICA LAS CLAVES DE 'EL ÚLTIMO BARCO'
Domingo Villar: “Explico mejor Galicia gracias a un aragonés”
Tras diez años de silencio, el escritor de novela negra vuelve con sus policías Caldas y el zaragozano Estévez en ‘El último barco’
Domingo Villar (Vigo, 1971) está más feliz que asustado ante la aparición de su tercera novela: ‘El último barco’ (Siruela, 2019. 707 páginas), que vuelve a transcurrir en las costas de Vigo, en Tirán, como sus dos primeras apariciones: ‘Ojos de agua’ y ‘La playa de ahogados’, que llevó al cine Gerardo Herrero en el papel de Leo Caldas, su detective y locutor radiofónico en ‘Patrulla en las ondas’, y Antonio Garrido, como Rafael Estévez, un policía zaragozano que intenta entender la sinuosidades de pensamiento y de mentalidad de los gallegos.
“Es muy estimulante saber que había tanta gente que te estaba esperando y la recepción que está teniendo el libro. Piense en el Real Zaragoza: ¿no es mejor que esté el campo lleno y que intente dar ahí, con todo a favor, lo mejor de sí mismo? Me sucede un poco igual”, dice el escritor.
Domingo Villar ha usado el símil de La Romareda con toda la intención del mundo. Sus vínculos con Aragón son inequívocos: está casado con la turolense Beatriz Lozano, Bea, con quien tiene tres hijos, y por eso Rafa Estévez “me viene muy bien. Me permite explicarle a un forastero cómo somos en Galicia, cómo sentimos y cómo lo celebramos todos con la comida: la alegría y la tristeza, aunque entonces ya no se cante. Explico mejor Galicia gracias a un aragonés que es más frontal y directo y a veces no nos entiende”.
Quizá, en la nueva novela, que presentaba en la librería Cálamo el 21 de marzo, Estévez esté algo más apagado en humor e ironía. “Yo no diría eso -tercia el escritor-. Suceden dos cosas: está un poco asustado porque va a ser padre con su novia y, además, le duele mucho la espalda, y en esas condiciones no es fácil ser gracioso o irónico. Pero yo creo que es un tipo especial, un grandullón compasivo e inteligente. De una gran humanidad. En el fondo, es como un protector de Leo Caldas que ahora necesita ser protegido”.
‘El último barco’ se ha dilatado en el tiempo. Diez años. “Lo sé. Creo que en 2013 arrojé a la basura, literalmente, la novela. Tenía 400 páginas. Sufrí una doble crisis: por una parte, me parecía que le faltaba emoción, y no quería entregar algo que me conmoviese a mí en primer lugar, y se había muerto mi padre. Todo aquello me trastornó. Volví a empezar, me quedé con algunas páginas, apuntes y detalles, y creo que ahora he hecho el libro que quería”, explica el escritor gallego, que reside en Madrid. El padre del protagonista Leo Caldas, bodeguero, anda siempre por ahí, y el inspector siempre está preocupado por él.
Más que una novela policiaca o negra al uso, Domingo Villar dice que ha “escrito una novela costumbrista de personajes”. Añade: “Yo me reconozco en Manuel Vázquez Montalbán, que da una visión maravillosa de la Transición; en Andrea Camilleri, que cuenta la vida y los secretos de Sicilia. Galicia lo es todo para mí, aunque vivo en Madrid desde 1989. Ahí tengo un lugar ideal para situar mis ficciones, en Vigo, Cangas, Moaña, Tirán: hay puerto de mar, que es el lugar por donde entran y salen tantas mercancías y se dan tantas aventuras, tengo un mar misterioso a veces, encrespado otros, playas multitudinarias y playas solitarias, casi secretas, pero también hay montañas, un paisaje de gran belleza. En ese sentido, me siento privilegiado”. Quizá en esta novela, además de Vázquez Montalbán y Camilleri, se perciben los métodos deductivos de Georges Simenon, esa caligrafía despaciosa de la investigación.
“La novela funciona como a oleadas: hay olas tranquilas y hay olas más furiosas. El ritmo es importante. Escribo simultáneamente en gallego y castellano, sin que haya propiamente una lengua de fondo. En ‘El último barco’ se perciben como dos partes, entrelazadas: una de capítulos más descriptivos, vinculados al paisaje, a la belleza de Galicia, a la evocación del mar, sin olvidarme jamás de la acción; y otra parte donde fluyen los diálogos de la investigación, las preguntas. Esta parte la suelo escribir en castellano, llevo años fuera de Galicia y me sale mejor. Es fundamental oír la lengua cada día. Y la parte más afectiva e íntima la redacto en gallego. Sigo con el libro en función de donde haya dejado la acción el día anterior”. Otra estética: dice que no quiere abrumar al lector, que le deja que piense y que penetre los sueños poco a poco en la cabeza del lector.
‘El último barco’ cuenta el tumulto que se crea cuando el doctor Andrade, padre de Mónica Andrade, la ceramista y profesora de cerámica, pide ayuda porque ella no fue a comer el domingo y no ha dejado mensaje ni coge el teléfono. A partir de ahí entran en acción Leo Caldas y Rafa Estévez, y con ellos otros muchos personajes: sus compañeros de investigación o vinculados con la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, donde conviven la cerámica y la fabricación de instrumentos musicales.
Revela Domingo Villar: “Entre los personajes de ficción he usado a dos verdaderos: Rasal y Miguel Vázquez. “Les advertí que, en la ficción, podían estar implicados en un crimen. No les ha importado. Al contrario. Uno de ellos, durante muchos tramos de la novela, es el principal sospechoso de un crimen. Son los primeros en mandarme todos los recortes, opiniones y entrevistas. Están muy felices de ser criaturas de ficción”. Dice que el libro también defiende la necesidad del sosiego, de la placidez. “La lentitud es necesaria para todo en esta vida enloquecida: para soñar, para hacer violas, para investigar o para que un escritor escriba su novela”.
Domingo Villar desliza una última confesión: “Mónica Andrade tarda en aparecer, en caso de que aparezca, claro. Y me gusta que durante muchas páginas, tantos personajes, con sus recuerdos e impresiones, con sus retratos, acaben creando un personaje singular, inquietante, complejo. Creo que, de algún modo, tenía en la cabeza a la Rebeca de Daphne du Maurier”.
Entre los personajes secundarios, con sus enigmas a cuestas, hay un mendigo, “o esmoleiro”, que se llama Napoleón y habla en latín; un fotógrafo enamorado que retrata aves y animales del mar y un dibujante, naturalista, que retrató a Mónica Andrade y firma sus obras con una espiral.
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