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Antón Castro

MIGUEL MENA HABLA DE SU NUEVA NOVELA: 'CANCIONES LIGERAS' (PREGUNTA)

MIGUEL MENA HABLA DE SU NUEVA NOVELA: 'CANCIONES LIGERAS' (PREGUNTA)

[Miguel Mena (Madrid, 1959) acaba de publicar su novela más extensa y más ambiciosa: la historia de Irene Abós, una joven secretaria que acabará dedicándose al mundo de la música en el trío Los 3 del Mediterráneo’. Fue uno de los libros más demandados ayer en el Día del Libro en Zaragoza. Miguel cuenta aquí las claves de la novela. Una parte de la entrevista se publicó en ’Heraldo’ de Aragón’ el pasado lunes. La foto es de Oliver Duch.]

https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2019/04/22/miguel-mena-las-buenas-canciones-son-eternas-siempre-suenan-igual-de-bien-1310552.html

-¿Cuál era el objetivo de ‘Canciones ligeras’: contar una aventura musical o una vida de mujer en la música?

Mi primera intención fue escribir una novela de aventuras con el trasfondo de la música y los cambios sociales de los años 60, luego la personalidad de su protagonista, Irene Abós, fue adueñándose de relato y ambas cosas se mezclaron. La vida de Irene, su crecimiento, su transformación, van avanzando en paralelo a esa aventura social y musical.

-¿En qué momento decidiste contar esta historia en primera persona?

Comencé esta narración hace dieciséis años como la historia de un trío musical y en tercera persona, pero me atasqué cuando llevaba unos cuarenta folios y abandoné el proyecto. Diez años después, al revisarlo, me di cuenta de que debía ser la historia de ella, de la cantante, y que ella misma debía contarla, que todo girase a su alrededor. Entonces retomé el proyecto y lo llevé hasta el final.

--¿Cómo definirías a Irene Abós: una mujer romántica, soñadora, una joven estudiante que de repente, casi antes de saber qué quiere, ya es madre, con determinación, pero sobre todo cantante, de variados registros?

Irene es tan soñadora como somos todos a los veinte años, pero su temprana maternidad, las zancadillas de la vida y el mundo real al que deberá enfrentarse la transformarán poco a poco, sin perder su determinación ni su pasión por la música, pero cambiando de criterio y de objetivos, sin perder la ilusión, encontrando alicientes más realistas.

 -¿En qué medida quiere ser ‘Canciones ligeras’ una novela sobre la condición humana, la importancia de la amistad (pienso en Susana, en Encarni…) y una crónica de los encuentros y desencuentros amorosos de la protagonista?

Es obvio que la novela habla de la vida, de los vaivenes a los que nos somete, y en esa vida, como en cualquiera, tienen mucha importancia la familia, los amigos y los amores; también el trabajo, que en este caso lleva a la protagonista a viajar de un lado a otro, a conocer gentes diversas y a experimentar la pasión y el deseo pero también el desconcierto y la duda. Quizá la única certeza de Irene es avanzar siempre, nunca quedarse quieta.  

-Luis, Nick, Roberto, Jorge Jánovas o Yorgos… ¿Los amores del pasado siempre reaparecen?

No todos y no siempre con la misma fuerza. Irene se interroga muchas veces sobre la naturaleza del amor, sobre las diferentes maneras de amar; compara sus amores con los de su entorno: su madre, su amiga Susana, su compañera Encarni. En el amor no hay modelos a imitar; cada cual encuentra su camino, o  no lo halla jamás. 

-¿Cuál ha sido la importancia de las bases americanas en la vida española, y en particular en la música?

En mi caso particular, ninguna. Yo me eduqué musicalmente por otros caminos, pero recuerdo a figuras como Rocky Khan, que se forjó musicalmente en la base americana de Zaragoza, o alguien más joven como Santiago Auserón que también ha contado lo mucho que le influyó escuchar la emisora de los americanos. 

-La narración empieza en 1959 y duraría una década, más o menos, concluye poco después de la llegada del hombre a la luna. ¿Qué significó ese período en la historia de la música en España?

La novela comienza cuando está a punto de iniciarse la década de los 60 y concluye poco después de que haya finalizado. Es el tránsito de la música melódica, orquestal, un tanto pastelosa y remilgada, al dominio del pop y del rock. Supone un gran cambio porque en esa década los hijos comenzarán a escuchar una música que los diferencia claramente de sus padres y que además lleva aparejada una moda y una estética que rompen con los modelos anteriores. Cambia la música como anticipo de un cambio social que también está empezando a producirse en un país que aún vive bajo una férrea dictadura. 

-¿Y qué importancia tuvieron las salas de fiestas y la televisión?

Las salas de fiestas todavía vivían aferradas a un modelo muy tradicional, pero curiosamente en la televisión empiezan a colarse programas de una estética más juvenil o más colorista, aunque fuera en blanco y negro, como Escala en Hi-Fi o los distintos proyectos dirigidos por Chicho Ibáñez Serrador. 

-¿Cómo era y qué buscaban Los 3 del Mediterráneo y que le deben a Los 3 Carino y a un reportaje que publicaste sobred ellos hace años en Heraldo?

Descubrí a Los 3 Carino cuando hacía el programa El Desván en la programación nacional de Cadena Dial. Años después rastreé su pista hasta localizar a uno de ellos, Joaquín Solanes, y en 2002 escribí un largo reportaje en Heraldo sobre sus andanzas por Oriente Medio. El grupo de mi novela, Los 3 del Mediterráneo, está inspirado en ellos y toma prestadas muchas de las anécdotas que les sucedieron y que me contó Joaquín, pero también bebe de otras fuentes como una persona de mi familia, Mercedes Bóveda, que también formó parte de un conjunto que actúo por todos esos países. 

-¿Eran frecuentes estas aventuras musicales en el extranjero? ¿Por qué el Medio Oriente (Teherán, Bagdad, Beirut, luego Ammán) qué vínculos tenían hacia la música española?

No he descubierto nada nuevo porque Manuel Iborra lo contó muy bien en Orquesta Club Virginia, una película de 1992 con Antonio Resines, Jorge Sanz y Emma Suárez, basada en las memorias del percusionista Santi Arisa. Aunque ahora nos parezca insólito, desde los años 50 hasta mediados de los 60, las orquestas, ballets y conjuntos españoles tenían mucho éxito en el circuito de casinos, salas de fiestas y  hoteles de lujo de aquellos países. Grupos que aquí no le suenan a nadie hacían largas giras por todos aquellos países y ganaban muchísimo más de lo que podían obtener en el nuestro. Beirut era el centro de todo, la gran ciudad cosmopolita de la zona. Aquello se quebró a partir de 1967, conflicto tras conflicto, y ya no se recuperó jamás.

-Da la sensación, no sé si es querencia de la cantante o del propio autor, que la música italiana entonces era tan importante como la norteamericana…

Creo que es una percepción objetiva, después de manejar muchas revistas y libros de la época: antes de la penetración avasalladora de la música norteamericana, los músicos italianos tenían muchísima presencia en nuestro país e influyeron poderosamente en los artistas nacionales. También los franceses, aunque un escalón por debajo. Ahora es un poco triste que apenas escuchemos música procedente de esos países que son tan cercanos a nosotros. 

-¿Te ha llevado mucho preparar la documentación?

Nunca doy por finalizada la documentación. Siempre incorporo lo último que encuentro. Para esta novela dispuse de cientos de discos de la época, también me fueron de utilidad muchos libros como las memorias de Jesús Franco, Alfonso Santiesteban o Miguel Ríos y un magnífica colección de la revista Fonorama que me facilitó mi suegra, y por supuesto los periódicos de aquellos años. 

-Sin avanzar nada, ¿has querido recordar también que muchos músicos españoles han sucumbido a la fatalidad de la carretera?

La carretera ha sido una auténtica plaga para los músicos. Siempre recuerdo a Leandro, Cecilia, Nino Bravo, Poncho y José Luis de Los Ángeles, Jesús de la Rosa de Triana, Bruno Lomas, Tino Casal o Eduardo Benavente, que se mató viniendo a Zaragoza.  

-¿Qué podríamos avanzar del joven fenómeno Tony Castán?

Es un personaje inspirado en algunos prototipos de la aquella época; gente que tenía un trabajo normal y grandes cualidades para la música, pero no todos se atrevían a jugársela en un terreno tan resbaladizo como es el artístico. 

-Un detalle: ¿por qué siendo Los 3 Carino, citados por cierto en el libro, de origen aragonés has convertido tu trío en madrileña y  dos murcianos (Benjamín y Ramón Vera), y has situado la acción de partida en Madrid?

Aunque Los 3 Carino fueron el primer impulso y la principal fuente de inspiración, la novela no es su historia, es una ficción, y necesitaba crear unos personajes con su propia personalidad. Madrid en aquel momento era el epicentro musical del país y tenía cierta lógica que la novela partiera de allí y no de un lugar más pequeño. Ahora mismo no recuerdo por qué decidí que los hermanos Vera fueran murcianos, sería algo casual. A Irene la hice hija de un aragonés y se apellida Abós porque estaba con los primeros capítulos cuando falleció el entrador del CAI, José Luis Abós, y quise rendirle ese pequeño homenaje.

-Leyendo el libro, un retrato musical de la época, con el sello Zafiro por ahí rondando, uno se siente llamado a preguntar: ¿En qué ha cambiado la música?

Sobre todo ha cambiado la forma de consumir música, el acceso masivo a ella, y también se ha perdido una cierta ingenuidad que había en la forma de componer, de actuar y de promocionarse en los años 60. Por lo demás, las buenas canciones son eternas y suenan igual de bien ahora como hace cincuenta años.  

-¿Qué hay de ti, de tus gustos y pasiones, de tus investigaciones, en este novela?

Me interesan mucho los músicos como personajes, quizá porque los veo desde fuera, porque  he conocido a muchos a través de mi trabajo y el suyo me parece un mundo tan apasionante como difícil. No es la primera vez que los uso como protagonistas porque ya lo hice en Foto movida, entonces con los 80 y la Transición como trasfondo.

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