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Antón Castro

DIÁLOGOS EN CAUTIVIDAD / 1. EL FARMACÉUTICO Y ESCRITOR PEDRO BOSQUED

DIÁLOGOS EN CAUTIVIDAD / 1. EL FARMACÉUTICO Y ESCRITOR PEDRO BOSQUED

DIÁLOGOS EN CAUTIVIDAD



PEDRO BOSQUED. Farmacéutico y escritor



La gente pregunta cosas más transcendentes y la divagación se ha evaporado”



 Pedro Bosqued (Zaragoza, 1970) es farmacéutico y escritor y crítico literario. Es autor de ‘Pieles de Italia’ (Confuencias). Vive la pandemia con serenidad y dolor desde su farmacia.

-¿Cómo está viviendo estos días, cada vez más largos, de coronavirus?

-Por decirlo con suavidad, como una de esas épocas de junio llenas de exámenes y ninguna certeza. Con franqueza, como un algodón que absorbe tantas reacciones humanas a un solo hecho nunca visto antes por nosotros.

-Así, de entrada, como farmacéutico y como escritor, ¿qué reflexiones ha hecho? ¿Vivimos un castigo bíblico o divino?

-Que nada es imposible, que lo que suceda es naturaleza, pase o pese lo que pese. Como dice mi amigo el catedrático de historia Enrique Solano, ahora es cuando habla la historia y cae con todo el peso que tiene. Implacable. A lo mejor por eso existe la historia divina o la bíblica o la sanitaria o…

¿Qué le conmueve, cómo cambia la actitud de la gente, cómo percibe la psicosis?

-Me conmueve que ahora haya tantas dudas fruto de la incertidumbre y que curiosamente son bien compensadas por la certeza de los profesionales sanitarios, en que lo que solo y siempre cabe, es la lucha por la salud. La gente pregunta cosas más transcendentes y la divagación se ha evaporado, hasta la de los que se mueven por las estanterías de los supermercados. La psicosis consume mucha energía, y a la vez, hace que más personas, al llegar a la cama, de verdad necesiten reposar.

-¿Ha indagado en fenómenos semejantes del pasado a través de la literaria o la farmacia?

-Sí, en la literaria, hay muchas, nadie puede obviar ‘La peste’ de Albert Camus, un humanista por encima de lo exterior. En la farmacia, por lo que me toca, mi bisabuelo, Juan Ramón Bosqued, que fue hijo adoptivo de Aguarón y reconocido por la Diputación Provincial por su contribución en la epidemia del cólera en 1885. Hay muchos más e importantes, e invito a buscarlos a los lectores, les ampliará las miras, ahora que hay más tiempo.

-¿Le parece que, en algún momento de la historia, más allá de las grandes guerras, ha sido tan evidente la fragilidad, la vulnerabilidad humana?

-Quizá en cosas tan suaves como la venida de los Reyes Magos, puede sonar a inocentada; pero sabernos tan vulnerables, ayuda a ello, más que el mejor regalo de la noche de Reyes. Pero una vez pasados los Reyes, es evidente que la vulnerabilidad tiene un peso en nuestra mochila que tenemos que aprender a llevar. Y se puede. O por estar siete años en Segunda, no puede subir ya el Real Zaragoza.

-¿Qué significa para un escritor la reclusión forzosa?

-Darte cuenta una vez más que la realidad supera a la ficción, y por eso así nos va a los que creamos la ficción. También puede ser un deseo hecho realidad, la oportunidad única para dar aliento a los demás sin saberlo, y siempre, la capacidad de ir más allá, de comprender algo más y al ponerlo en líneas, ofrecer a los demás nuevas puertas que ayuden sin saber que estaban ahí esperando a ser franqueadas.

-¿Qué casos le conmueven más de escritor en cautividad: Cervantes, Shakespeare, por la peste, Genet, Oscar Wilde, González Ruano, Marcos Ana…?

-No es justo elegir, pero sin duda, si la gente conociese bien la vida de Cervantes, apreciaría no solo más el Quijote, sino la categoría y capacidad de trabajo del autor. Si nada es casual, en este caso, es aún más manifiesto.

-Cuando hay pandemias como ésta, también se produce la superstición, la búsqueda del medicamento fetiche o talismán. ¿Ve que la gente quiere algo insistentemente porque lo ha oído, lo ha leído? ¿Ha cambiado la actitud de sus clientes-pacientes?

- Sí, casi siempre ocurre, ante las inseguridades, se abren ventanas que no tienen fundamento pero que dan una tranquilidad de alquiler, una tranquilidad hipotecada a la que acaba venciendo la razón, es cuestión de tiempo. Y sí que cambia la actitud, porque ante algo nunca visto, se necesitan nuevas referencias, algo de conocimiento que ayude a comprender lo que hace unas semanas parecía imposible. Y esa labor de los farmacéuticos de oficina de farmacia es necesaria, agradecida y reconocida por las personas. Ahora y a lo largo de la historia. Y eso da sentido al quehacer, reconforta. Como decía estos días Alfonso López Quintás, catedrático emérito de filosofía, cómo se disfruta de esos minutejos de comentario antes de despedirse al llevarte la medicina si hablas con el profesional que te lo ha servido. No he parado de advertir a mis contactos desde hace un tiempo de que venía algo que no habíamos visto nunca y ojalá no volvamos a ver. Pero estamos obligados a atravesarlo. No queda otra.

-¿Se venden más ansiolíticos?

-Más que eso, se piensa más en la ansiedad, curiosamente. Y eso aunque parezca un contrasentido, hace que la mente se ejercite más en reducirla.

-¿Se tenía que haber suspendido la manifestación del 8-M?

-Eso decían las autoridades sanitarias europeas, ahora es fácil decirlo. La cuestión ahora es, se hará si las circunstancias se repitiesen. La respuesta, sea cuál sea, la tenemos todos en la mente.

-¿Cuál es su opinión acerca de la respuesta del Gobierno, de los diversos pasos, se equivoca, acierta?

-En una pandemia como esta, aunque parezca irónico, es inteligente que el Gobierno deje a la Sanidad que tome el gobierno de la situación. Y lo más rico de una sociedad, es tener profesionales cualificados y entregados conocedores de lo que tienen enfrente. Los profesionales sanitarios saben bien lo que tienen que hacer, nunca se cansan de hacer el bien, lo que no siempre un Gobierno conoce.

¿Era posible pensar que en tiempos de internet y de tanta realidad virtual podía pasar algo así?

-Por supuesto, y se pone de manifiesto que gracias a internet y los demás medios que hace veinte años, por poner una fecha, no estaban; posibilitan seguir sabiendo en todo momento del otro, en espera de saldar los besos y abrazos aplazados. Llevo anotados en el debe mental un montón de abrazos pendientes.

-¿Ha recuperado alguna de sus pasiones o hobbies del pasado durante el confinamiento?

-Sí, algunas que parecían olvidadas. Por ejemplo, gracias a un amigo también enamorado del arte italiano, que cada día nos manda un documental con un paseo por los rincones de Roma. Ver cada noche la luz plena de la ciudad abierta a la gente antes de la pandemia, hace que irremediablemente piense en que esos tiempos volverán.

-¿Tiene miedo, estrés, agobio, cómo lo definiría?

-Miedo como en ‘Edipo Rey’, a queriendo ser inocente, llevar el contagio inconsciente y convertirte en culpable. Es imposible no sentirlo, es imposible que seas plenamente culpable. Pero es lo que tiene la pandemia y el virus, la invisibilidad, como los valores que de verdad nos alimentan y constituyen.

-Decía Muñoz Molina que este es el momento de los profesionales… ¿Tiene esa sensación de que ahora ya no nos interesa nada ese discurso grotesco de los charlatanes que antes nos parecía intrascendente pero lo consumíamos?

- Ese artículo de Muñoz Molina es delicioso, no me cansé de reenviarlo, por obvio, por sencillo, por claro. El pecado es que no sea así más veces. El regalo, que ahora los discursos vacuos se han mitigado y eso hace que consciente o inconscientemente, muchas personas busquen el conocimiento, aunque solo sea el del virus y las medidas preventivas. Ya es un gran paso alejado de la acera de la vacuidad.

-¿Cómo debemos encarar un tiempo así? Aunque sea solo por la idea de la supervivencia, ¿debemos afrontarlo con grandes esperanzas?

-Aceptando lo que ha llegado, asumiendo que lo podemos modificar para controlar el impacto, y esa es una esperanza de verdad sólida. Porque vendrán muchas cosas que creíamos sólidas y a la vuelta, veremos que se han licuado, pero otras, estarán y tendrán el sabor del primer turrón de navidad, inconfundible. Estos días cuando voy a trabajar en con las calles vacías, a veces, en una acera, hay un par de metros de baldosas a las que le da el sol. Entonces me paro, cierro los ojos, miro al sol, escucho el silencio de los coches, de las pisadas, la ausencia de ruidos, es otra música. No todo es malo, es una barandilla para apoyarse cuando falte el resuello.

-¿Qué respuesta da la literatura a una situación como esta?

-Muchas, los clásicos siempre nos iluminan aunque no cejemos en el empeño de generar vanguardias, y una novedad que será un clásico y que los lectores de Heraldo bien conocemos, ‘El infinito en un junco’ de Irene Vallejo. Pero al margen de las escritas, como me dijo hace muchos años el escritor Manuel Vilas, el hombre si hace falta, vivirá en Marte, se aclimata a todo. Sea o no el humor lo que impere.

-¿Para qué sirve el humor en una época así?

-Para dejar atrás la hiperventilación, sin ir más lejos. Para ver el lado humano de lo inhumano, sin ir más cerca. Para saber que volveremos a reír porque lo necesitamos más que el comer, sin ir más bebidos.

-Eres crítico literario y un lector incansable. ¿Podría recomendarnos tres libros que pueden cambiarnos un poco la vida?

-Con sumo gusto. Para quien quiera tomarse un caramelo, ‘Helena o el mar del verano’ de Julián Ayesta, nunca me cansaré de recomendarlo, se lo debo al escritor Eloy Tizón; creo que si me pidiesen un último deseo antes de morir, pediría un nuevo lector de este libro joya, tomémonoslo con un poco de humor. Para quien necesite ayuda, ‘Viaje alrededor de mi habitación’ de Xavier de Maistre, o de cómo sin salir de cuatro paredes se puede estar en cualquier mundo sin acabar loco, como también recomienda el lúcido de Enrique Vila-Matas, lleve las zapatillas de deporte que lleve. Y el tercero, es muy difícil, pero quizá simple. Ver reírse en cada capítulo a una octogenaria con las andanzas de Alonso Quijano y Sancho Panza, hace que el Quijote siga siendo imprescindible. ¿Cómo de duras serían las pestes antes del Quijote?

 

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