RICARDO DÍEZ PELLEJERO: INGENIERÍA, PANDEMIA Y CRISIS
Ingeniería, crisis y pandemia. Vidas pararelas a lo largo de los siglos
Sinopsis: Las crisis y los retos de cada tiempo son producto de su momento histórico y la forma de abordarlos depende de las tecnologías y el ingenio al alcance.
Por Ricardo Díez Pellejero
En el pasado también ha habido momentos difíciles en los que la ingeniería ha tenido un papel relevante. Ya en La Guerra de las Galias Julio César nos describe a unos helvecios languidecientes viendo cómo, tras haber diezmado una cuarta parte de las tropas que quedaron atrás al cruzar en barcazas el río Arar, construía un puente en un solo día para atacar al resto de los celtas, que se sentían seguros en la orilla contraria.
El desembarco de Normandía, por ejemplo, no hubiera sido posible sin el desarrollo rápido de soluciones como las lanchas de desembarco Assault para las tropas, sin el tanque anfibio DD Tank para darles cobertura, sin el Airspeed Horsa -un planeador gigante que podía transportar a 25 hombres y que fue clave para tomar posiciones previas al ataque- o sin la inmensa planificación de ingeniería logística que precisaron las operaciones del día D.
La ingeniería también ha sido decisiva en la guerra fría y su carrera espacial, donde Serguéi Koroliov pasó del gulag siberiano a ser el diseñador principal del programa espacial ruso y un objetivo prioritario del espionaje norteamericano, que nunca consiguió descubrir su identidad. Y es que, desde Nikola Tesla -que lo imaginó casi todo- a Alan Turing, inventor del ordenador, hay una cantidad ingente de ingenieros que han modelado un futuro nuevo y nuestra forma de entender la vida, mientas otros miles de ellos compiten hoy por llegar más lejos en el universo del Big Data, de la Inteligencia Artificial, de los vehículos autónomos, de la movilidad eléctrica, de la computación cuántica… que dentro de cincuenta años más nos situarían ante una pandemia y un confinamiento muy diferentes.
Sin duda, esta es una crisis del nuevo siglo tanto por los avances en el transporte, que han permitido su rápida expansión, como por los tecnológicos, inexistentes en pandemias anteriores, que han revolucionado el equipamiento médico, las aplicaciones de control de propagación vírica o por la capacidad de desarrollo tanto de soluciones técnicas a los problemas sobrevenidos como la obtención de test y de fármacos, usando instrumentos que formarían parte de la ciencia ficción del pasado inmediato.
Pero también nuestra cuarentena es una cuarentena cibernética, y es que mientras que hace solo cincuenta años la emisión VHF no llegaba a todos los hogares, hoy se extienden por casi todo el territorio las redes de comunicación que nos permiten teletrabajar, comprar, acortar las distancias del aislamiento con videoconferencias, así como entretenernos con las redes sociales o consumiendo contenidos de webs y plataformas online.
Pero la ingeniería aporta más a esta crisis, no solo desde el punto de vista logístico -que ya es mucho- desde el que hemos visto cómo los espacios más diversos se han convertido en hospitales o en “arcas”, con aparente facilidad y en el transcurso de unos pocos días. Y es que la ingeniería es un dique de contención que mantiene estable y estanca la realizad inmediata frente al caos emergente. Tanto es así que el NHS británico lanzó un llamamiento para incorporar ingenieros a las plantillas de sus hospitales en las horas más duras y a las puertas del colapso, buscando ayuda de estos especialistas.
Por otra parte, además de la carrera por encontrar una vacuna fiable, hemos sido testigos del esfuerzo contrarreloj para conseguir construir respiradores económicos, funcionales y en el menor tiempo posible con los que aliviar su creciente déficit, a medida que los hospitales se desbordaban. Todos los países se han volcado en conseguir autoabastecerse al comprobar que los envíos eran incautados o recomprados a pie de aeronave, dejando las nuevas UCIs inútiles sin los esenciales respiradores.
En nuestro país, en un plazo récord, la planta de Seat en Martorell fue la primera en convertir una línea de producción de parabrisas en una cadena de ensamblaje de respiradores y, el que hasta el otro día era la única fabricante nacional de estos equipos, la empresa familiar Hersill, se alió con la armamentística Escribano M&E para multiplicar su producción de equipos de ventilación.
Hay que tener en cuenta que estos dos proyectos fueron los primeros homologados por el Ministerio de Sanidad, pero en un tiempo extremadamente corto y crítico se presentaron al rededor de 40 proyectos más, incluidos el de BSH, que transformó la producción de lavavajillas en una cadena de fabricación de respiradores, lo que nos puede dar una idea del compromiso y de la cantidad de ingenieros, médicos, anestesistas y otros profesionales implicados y de la cuantiosa dedicación invertida.
Tal vez sea esta la mayor tarea de la ingeniería en tiempos de crisis: simplificar el problema, buscar una forma rápida y viable de afrontar el reto que el momento nos pone delante y disponer los medios al alcance de forma creativa, más pragmática y que resulte más provechosa bajo el peso apremiante de la crisis.
Pero también hay una ingeniería que desestabiliza el equilibrio del poder en un momento histórico, y no me refiero solo al diseño armamentístico sino, por ejemplo, a los nuevos canales de comunicación. Hemos visto cómo Estados Unidos declaraba la guerra a Huawei, la empresa china que amenazaba con quedarse el pastel del 5G en todo el globo, vetándola internacionalmente.
A estas alturas ya sabemos que todo tiene una puerta de atrás o una ventana desde la que observar la información que genera el mundo desde el hardware, el software del sistema o las aplicaciones y, merced a ese valor incalculable que otorga saberlo todo y saberlo el primero, en las últimas décadas hemos visto ascender al Olimpo del poder y la riqueza a Bill Gates, Steve Jobs, Jeff Bezos, Jack Ma, Jack Dorsey, Mark Zuckerberg o Elon Musk.
Estos dos últimos han librado una suerte de carrera por dominar el mundo de las comunicaciones en el futuro inmediato. Así, el creador de Facebook, con su proyecto ‘Aquila’, pretendó proveer de internet al planeta mediante una enorme flota de drones (y a través de internet.org) apuesta a la que hubo de renunciar en 2018 (aunque en 2019 buscó el apoyo de Airbus para continuar con el desarrollo).
Sin embargo el ambicioso Elon Musk ya dispone de casi 500 satélites privados orbitando en el espacio, lo que supone una pequeña parte del total de 40.000 que pretende conecten el mundo entero bajo su proyecto Starlink. Con un planeta en red, megaconectado, geolocalizado y absolutamente digitalizado por medio de las tecnologías que sacan partido a cada bit, el control de una pandemia futura -y de cualquier otra cosa- parecen un juego de niños.
Estas tecnologías facilitarán otras crisis, al tiempo que servirán para combatirlas e Igual que hoy observamos con candor e ingenuidad a aquellos que no sabían de qué pecados les venía la peste, puede que en pocos años seamos objeto de compasión cuando, comparando tiempos y medios pasados con los modernos, observen de qué poca tecnología se contaba a principios del siglo XXI, cuando se afrontó la amenaza del SARS-CoV-2 en un tiempo en el que aún no se sabía por dónde caminaba cada persona, ni siquiera su disposición genética al nuevo patógeno.
*En la foto Alan Turing.
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