Blogia
Antón Castro

'DIÁLOGOS EN CAUTIVIDAD'. AMPARO MARTÍNEZ, HISTORIADORA DE CINE

'DIÁLOGOS EN CAUTIVIDAD'. AMPARO MARTÍNEZ, HISTORIADORA DE CINE

Hoy en Heraldo.es y en la página 5 de Heraldo

 

https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2020/05/03/amparo-martinez-es-muy-peligroso-en-tiempos-de-crisis-entregarse-al-populismo-politico-1372753.html?utm_source=facebook.com&utm_medium=socialshare&utm_campaign=desktop&fbclid=IwAR1niI7QtQPaKpMwrvwCDF4-3rSQYiw40zTBy1x6bp30qOkXqbIyW8vAxrk

Amparo Martínez Herranz:

 

“Es muy peligroso, en tiempos de crisis, entregarse en las manos del populismo político”



Ahora a nosotros nos corresponde afrontar otro cambio histórico a comienzos del siglo XXI”



Amparo Martínez Herranz es profesora de Cine y otros medios de la Universidad de Zaragoza. Ha publicado, entre otros tíutlos, ‘Los cines de Zaragoza (1896-1936)’, ‘Los cines de Zaragoza (1939-1975), ‘Teatro Principal’, ‘La arquitectura teatral de Zaragoza’ (2 volúmenes) y ha coordinado libros corales como ‘La España de Viridiana’. Ha comisariado exposiciones de Buñuel, Goya, Carlos Saura, Ramón Masats, y trabaja desde hace varios años en un ambicioso proyecto de investigación sobre Luis Buñuel.

¿Se habría imaginado alguna vez que una fuerza invisible, tan instalada en nuestras vidas pero invisible, podría detener así el mundo y paralizar las vidas?

Desde luego que no. Solo hay que pensar cómo estábamos viviendo hace pocos meses. Probablemente sí a cualquiera de nosotros nos hubieran descrito la situación por la que ahora estamos pasando, la reacción había sido pensar que era una broma pesada o que la persona que nos la contaba era un excéntrico amigo de las teorías de la conspiración. Sin embargo, si lo pensamos con más calma, no nos tiene que resultar tan extraño. Hay una especie de temor atávico qué hace que desde tiempo inmemorial nos contemos historias sobre desastres de origen misterioso, desde el Apocalipsis a las películas de catástrofes. Tal vez sea una manera de exorcizar los miedos o de entrenarnos psicológicamente para los infortunios. Quizás las dos cosas.

Cuando alguien habla de que el Apocalipsis ha llegado, ¿está diciendo una frase o la pandemia en realidad refleja la vulnerabilidad de la sociedad y del planeta por completo?

Hablar de Apocalipsis creo que es exagerado. Pero lo que está claro es que esta situación nos ha obligado a hacernos conscientes de que somos vulnerables. Son terribles todas las pérdidas humanas que se han producido y también los proyectos empresariales y personales que se han quedado en el camino. Pero sospecho que a muchos nos sirve para aprender de lo que está pasando, incluso con toda su dureza. Es un buen ejercicio caer en la cuenta que no lo tenemos todo controlado, que no somos infalibles.

Desde hace algún tiempo, está haciendo un proyecto de investigación en torno a Luis Buñuel. ¿En qué medida estamos viviendo tiempos buñuelescos?

A Luis Buñuel le tocó vivir situaciones mucho más terribles que las que nosotros estamos experimentando. Era un adolescente cuando estalló la I Guerra Mundial, sufrió en primera persona la Guerra Civil Española y también los efectos de la II Guerra Mundial, ya como exiliado en los EEUU. Consideraba que el ser humano después de la aniquilación de los campos de exterminio nazi y de l os bombardeos de Hiroshima y Nagasaki había quedado anestesiado para la sorpresa o el escándalo. Todas estas experiencias le llevaron al desencanto por las ideologías políticas concretas y a confiar exclusivamente en los valores y principios personales. Le tocó vivir cambios tremendamente importantes dentro de la historia del siglo XX: el fascismo, el nazismo, el franquismo, la constitución de la URSS, la reconstrucción quebradiza del mundo y de sus valores tras dos guerras de dimensiones globales. Él mismo fue partícipe de los cambios operados en la cultura por las vanguardias, que transformaron nuestra manera de entender el arte y la realidad. Ahora a nosotros nos corresponde afrontar otro cambio histórico a comienzos del siglo XXI.

Él ya fue un poco precursor de una situación así con ‘El ángel exterminador’. ¿Qué le ha hecho pensar esa película en estos días?

Me coge trabajando sobre ella, precisamente. Buñuel tenía una inteligencia intuitiva verdaderamente admirable qué le permitía sintetizar en imágenes los problemas o las grietas claves de la sociedad, para ponerlos en cuestión. En ‘El ángel exterminador’ fue capaz de identificar el peor de todos los encierros posibles, el que se impone uno a sí mismo. Retrató una sociedad burguesa encerrada en sus propias convenciones, ciega a los problemas que le rodeaban, limitada por el miedo. Lo que el encierro de ‘El ángel exterminador’ cuestiona es el encierro al que nos someten las inercias establecidas, la pérdida del espíritu crítico con nosotros mismos y con lo que nos rodea. Es fácil trasladar parte de este diagnóstico a la sociedad de consumó en la que ahora vivimos, que ya había empezado a emerger con toda su fiereza a comienzos de los sesenta. Eso es lo que puede tener en común la película con la situación que estamos viviendo, mucho más allá de la materialidad de no poder salir de nuestras casas. ‘El ángel exterminador’ nos obliga a revisar nuestras propias inercias personales y sociales. Esas inercias cotidianas o estructurales que tal vez deberíamos pensar y cambiar cuando salgamos. Sí no, terminará sucediéndonos lo mismo que a los personajes de la película de Buñuel, saldremos para volver a estar encerrados en nuestras desidias y en nuestros errores.

¿Cuáles serían las lecciones de Luis Buñuel para entender el presente?

Cuando pienso en Luis Buñuel me lo imagino resistiéndose a ser maestro de nada o a impartir doctrina. Pero es inevitable extraer del conjunto de su obra y de su actitud vital aprendizajes que ahora pueden ser valiosos. No renunció nunca al espíritu crítico, tampoco al humor, ni a la curiosidad, ni a la libertad de la imaginación. Concedió siempre una enorme importancia a la amistad, que fue uno de sus asideros vitales, especialmente en el exilio. Y se preocupó de cuidar de sus amigos, discretamente, sin alardes ternuristas. Les apoyó especialmente cuando pasaron por momentos difíciles, tal y como hizo con Rubia Barcia, José Bergamín y también con Katia y Sol Acín, las hijas de Ramón Acín, que le pagó con la lotería la película ‘Las Hurdes. Tierra sin pan’.

Seguro que ha dado un repaso al mundo del cine y del arte para acercarse y entender mejor la pandemia. ¿Qué ha encontrado, qué títulos, en el cine, qué situaciones le han interesado especialmente?

Las epidemias y los confinamientos son un tema recurrente en el arte, pero te pongo algunos ejemplos de obras con las que he estado trabajando últimamente. En pintura hay dos piezas íntimamente vinculadas a lo que estamos viviendo. La primera es ‘Peste en Roma’ (1869) de Jules Elie Delanuy, protagonizada por el ángel justiciero y destructor que ya estaba en la Antiguo Testamento y que vuelve a aparecer en el Apocalipsis. En esta obra misteriosa y dramática, para Delanuy lo importante no era hablar de una enfermedad que ya estaba erradicada a mediados del XIX, lo que de verdad le interesaba era reflexionar, utilizando la enfermedad como coartada, sobre conceptos más elevados como la divinidad, el poder, la vida y la muerte, todo ello dentro de un simbolismo de tono fantástico.

¿Algún cuadro más?

Por otro lado, asociada a la idea de encierro y de naufragio de la civilización está ‘La balsa de la Medusa’ (1819) de Géricault. Buñuel la utilizó como una de sus fuentes de inspiración para construir el guion de ‘El ángel exterminador’. No debe sorprendernos porque, tal y como ha señalado sabiamente Agustín Sánchez Vidal, ambos creadores Géricault y Buñuel compartieron una fascinación casi obsesiva por explorar los límites de la conciencia humana. De ahí su interés por trabajar con la restricción espacial, que generaba una situación extremadamente compleja en términos narrativos, un reto similar al que Hitchcock se propuso en 1944 en ‘Náufragos’, y que Buñuel llevaría todavía más lejos en ‘El ángel exterminador’.

Vayamos, pues, con el cine...

En el territorio del cine convendría distinguir entre aquellas películas que hablan de epidemias o pandemias y las que se refieren a encierros de todo tipo. Entre las primeras están ‘La amenaza de Andrómeda’ de Robert Wise, protagonizada por un germen mortífero de procedencia misteriosa. O ‘Contagio’ de Soderbergh, producida en 2011, que nos sitúa ante un virus tremendamente contagioso y difícil de controlar, una distopía futurista que ha terminado haciéndose cierta con la covid-19. Pero creo que todavía puede ser más interesante aquellas películas que especulan sobre el comportamiento humano en confinamiento.

¿En qué otros títulos se ha fijado?

Por ejemplo, ‘La ventana indiscreta’ de Hitchcock, en la que el protagonista ha de desenvolverse en un espacio restringido. Todo para explicar y explorar nuestra condición innata de ‘voyeurs’ en situaciones de hastío, como las actuales. También merece la pena mencionar ‘La zona’ de Rodrigo Plá que aborda el aislamiento voluntario en una urbanización residencial por miedo a lo que sucede en el exterior. Da que pensar. Y por supuesto ‘Canino’ de Lanthimos, una historia terrible de encierros en el ámbito familiar a medio camino entre el mito de la caverna de Platón y ‘El ángel exterminador’.

¿Qué le emociona de la reacciones de la gente, de esa nueva vida de balcón a balcón? A veces parece que nace una nueva forma de narrativa o de oralidad…

Me emociona cada día salir aplaudir y ver a mis vecinos y a la gente que vuelve de su trabajo aplaudiendo mientras camina. Me gusta como ejercicio colectivo en el que reconocemos que nos necesitamos unos a otros. Y en el que damos las gracias. Todo esto sin importarnos a quien vota el del balcón de enfrente.

Ensalzamos mucho al sector sanitario, a los profesionales en general, y luego parece que están un poco solos ante el peligro, sin equipos adecuados. ¿Qué piensa, conoce casos cercanos de entrega que le conmuevan?

Tengo buenos amigos y sobrinos médicos o sanitarios al pie del cañón que se lamentan de la escasez de medios materiales, pero no por eso dejan de esforzarse en su trabajo, invirtiendo mucha energía física y emocional. Por ejemplo, Menchu, que asistió a uno de los primeros casos de coronavirus en su centro de salud y que tiene que enfundarse en un buzo sanitario para asistir a domicilio a sus pacientes. Jose Mari, que trabaja muchas más horas de las que le corresponde y todavía le parece que hace poco. Y que nunca deja de estudiar para hacer las cosas mejor. O Rocío, que estaba contratada en un colegio como enfermera y acudió a la petición de ayuda de una residencia de ancianos, que necesitaba refuerzos. Seguro que les está revitalizando con su energía. Sospecho que cada uno de nosotros tiene una Menchu, una Rocío o un Jose Mari de los que sentirse orgulloso y de los que aprender.

El Gobierno de España ha sido criticado con severidad. Para algunos actúa regular y tarde, se ha equivocado con las Comunidades Autónomas, dice y se desdice… ¿Somos muy rigurosos o jugamos siempre a la política con el adversario, aunque Italia lleve 20.000 muertos, y Estados Unidos también sea cuestionado?

Yo solo sé que cuando veo comparecer algunos de nuestros responsables políticos en una rueda de prensa, pienso que por nada del mundo me gustaría estar en su lugar. Lo que nos está sucediendo era algo difícil de prever y creo que es complicado de gestionar. No obstante, tengo que confesarle que me parecen escandalosos actitudes como las de Donald Trump, toda una contradicción en sí mismo y obsceno tomando decisiones como la de suspender la ayuda a la Organización Mundial de la Salud. Un gesto populista muy dañino.

Es profesora universitaria… ¿Cuál es su relación con los alumnos?

Con otros muchos compañeros de la Universidad de Zaragoza hemos continuado con la docencia a través de distintas plataformas. Está siendo toda una experiencia que nos ha obligado a reciclarnos y transformar nuestro sistema de enseñanza. Pero de todo se aprende. Las clases ‘online’ a veces resultan duras porque es mucho más difícil sentir la reacción de los alumnos. Pero en esta situación se ha producido un curiosos estrechamiento de las relaciones con nuestros estudiantes. Muchos de sus mensajes comienzan o acaban preguntado si te encuentras bien. Los alumnos también nos cuidan. Todos estamos haciendo un enorme esfuerzo por adaptarnos y quiero pensar que ambos, profesores y alumnos, sentimos que es nuestra forma de contribuir a superar esta crisis. Para algunos alumnos la situación está siendo especialmente complicada, porque han tenido que hacerse responsables de sus mayores en casa. Otros se han quedado solos en sus pisos de estudiantes. Hace un par de semanas, en una clase de máster, una de las alumnas nos confesó que la hora de docencia era su único evento social de la semana.

También es madre de tres hijas. ¿Cómo lo llevan ellas, qué le dicen, y cuál es su reflexión sobre los jóvenes?

Estoy aprendiendo de la capacidad de adaptación de mis hijas. Ya se habían marchado a trabajar o a estudiar fuera de casa, pero han tenido que volver a Zaragoza. Al principio les costó situarse, pero han terminado estableciendo sus rutinas y construyendo una sólida complicidad entre hermanas. Procuran hacerse el día a día llevadero entre ellas y nos lo hacen llevadero a los demás. A través del teléfono y de las videollamadas están pendientes de sus abuelos. Esta situación les ha enseñado a valorarlos todavía más.

¿Qué libros, qué autores le están haciendo compañía?

Como los días son poco variados, hago variadas mis lecturas, que van de los ‘Cuentos desde el confinamiento’ del HERALDO a los cuentos de Gabriel García Márquez y también la poesía de José Luis Puerto, que es profundamente humanista e invita a confiar. Para seguir ahondando en cuestiones artísticas estoy disfrutando de ‘Los hijos del agobio’, de Antonio Ansón y de ‘Las ciudades históricas y la destrucción del legado urbanístico español. Fernando Chueca Gotia’, escrito por Ascensión Hernández Martínez. Y me queda poco para terminar ‘El orden del día’ de Eric Vuillard, una novela que resulta escalofriante leer estos días, porque habla de la inacción social que permitió el ascenso del nazismo en Alemania. Merece la pena tener bien presente que es muy peligroso, en tiempos de crisis, entregarse en las manos del populismo político, sea del signo que sea.

¿Tiene miedo, inquietud, desánimo?

Lo que más miedo me da es el miedo, porque nos paraliza.

 

0 comentarios