UNA NOTA SOBRE MARÍA DUBÓN
María Dubón: el archivo de sombras de una vida de mujer
La escritora zaragozana publica ‘La muerte es el principio’, un poemario que explora un periodo oscuro de su existencia
María Dubón, entre otras detalles, dice de sí misma que es “bloguera desde 2003, mantiene diez blogs de temáticas diferentes: actualidad, filosofía, literatura, campañas solidarias, opiniones de autores, feminismo, fotografía, reseñas literarias y uno dedicado a su querido Oscar Wilde”. Añade que “ha escrito nueve novelas y media, colaborado en varias antologías. Ha publicado más de cuatro millares de artículos en revistas españolas y extranjeras, ensayos, poemas, reseñas, varias plaquettes, sus relatos eróticos rozan el millón de descargas…”. Y con todo, insiste, “es, como bien pueden imaginarse, una perfecta desconocida”. Entre otros libros suyos, su poemario ‘Puta’ (La fragua del trovador) fue muy leído y comentado y tiene dos ediciones. A María Dubón, que es muy activa en talleres y en colaboraciones con asociaciones y proyectos solidarios, parecen atraerle los márgenes: esos lugares donde la vida avanza con furia, con contradicciones y con bofetadas de injusticia e inquietud.
Ahora publica en el sello La Fragua del trovador ‘La muerte es el principio’, un libro de poemas que “fui escribiendo durante un periodo negro de mi vida, de esos que todos hemos de afrontar alguna vez y en los que se van sucediendo, uno tras otro, los contratiempos y las desgracias, hasta que llegas a un punto en que te fallan las fuerzas y la falta de ánimo te conmina a tirar la toalla. Tuve que vaciarme. Dejar atrás mi existencia anterior para dar cabida a la nueva. Tuve que ‘morir’ para seguir viviendo. Resucité, renací, me rehíce. No quedaba otra. Y aquí estamos, todavía en pie, ¡viva!”, explica. Por algo su poemario lleva por pretítulo: ‘En ocasiones, para nacer hay que morir’.
Este libro como explica María Dubón se remonta a un período anterior a su traslado a Zaragoza Y ese estado de ánimo, esos vaivenes de la vida y del alma, son los que aborda la poeta, y cuenta, en clave lírica y con una sinceridad dolorida, el relato de una mujer que se mira al espejo y no se reconoce. Solo ve su condición de extraña, percibe el miedo y la proximidad de la muerte, que avanza con todas sus expresiones: carnales, simbólicas, metafóricas y alegóricas. El infierno es uno mismo y también pueden serlo los otros. O el otro.
María Dubón abre el armario de la conciencia de quien está instalada en el drama. Es hondamente desdichada, y ese va a ser el asunto central de su libro. “El corazón desesperado / puede saltar por la ventana”. También se percibe con las alas rotas, y el miedo irrumpe una y otra vez con sus matices. ¿Por qué lo siente, a quién teme, por qué no se atreve a huir o a volar, acaso tiene pánico, literalmente, a sí misma? Apunta: “El miedo es un trapecista / colgado de una telaraña”. Y más adelante, en ese intento constante de hallar respuestas y asideros, de respirar, se percata de que “la vida no puede pasarse a limpio, / la mía está llena de erratas”.
Hay un abatimiento de fondo, físico y metafísico, una inseguridad y una sensación de culpa o de presencia de “los fantasmas que me aterran”. ‘La muerte es el principio’ es la crónica de una situación crítica, autodestructiva, y es una catarsis: expone una situación abisal y a la par es una tentativa de salir de ahí. Cuando la protagonista de los poemas parece salir del acoso, del maltrato, del clima insoportable de una relación viciada (situaciones así imagina el lector porque la autora tampoco quiere ser explícita: lo es, con abundancia, en el clima insoportable de vivir), del extrañamiento en la convivencia, cuando hurga en la caja de agravios, se da cuenta de que “no creo en mi resurrección”, y tampoco parece creer en la libertad ni se atreve a abrazar la esperanza, aunque el amor, un nuevo amor, llega y da vida. Tan presa del sufrimiento está, tan desposeída de autoestima, que incluso duda de que esa aprición pueda ser real.
La disposición de los poemas es curiosa. El grueso está ordenado de forma vertical, como es habitual, y hay otros, que son como latigazos, elementos de reflexión o cortes en el texto, y se imprimen de manera horizontal. Es como si le dieran oxígeno al lector en un clima asfixiante, erizado de dolor, de insatisfacción y de desconcierto entre los amantes. También son las composiciones de versos más largos.
Al final, tras esta suerte de vía crucis existencial y obsesivo, de reconquista de la alegría de sentir y de sentirse, la poeta adquiere conciencia de que la literatura es la mejor terapia. Dice: “La distancia entre la vida y la muerte es un poema”. María Dubón se atrevió a huir porque sintió la llamada del amor, de la ilusión, de la escritura, y este libro, en el fondo, es un archivo de sombras que llevaba dentro y exigía ser expulsado.
LA FICHA
‘La muerte solo es el principio’. María Dubón. La fragua del trovador. Zaragoza, 2020. 80 páginas.
ABRÍ EL ARMARIO
Abrí el armario
y la muerte me cayó encima.
El lavabo se atascaba de sangre.
¿Qué derecho tiene la vida a vencerme?
Tengo que inventarme afectos,
soñar que la lluvia me recita versos,
que unos labios rozan mis párpados.
No puedo dormir porque tengo miedo,
el corazón desesperado
puede saltar por la ventana.
ESCRIBO DE TI
Escribo de ti,
las palabras se derriten
y bebo de la página
un trago de texto.
Me enveneno de ti
en las riberas del infierno,
en la tragedia transparente
veo tus ojos que aún brillan.
LA HORA VIOLETA
La hora violeta es una hora concreta y sin tiempo,
dura tanto como uno puede soportarla,
parece que acaba y se estira,
acaba y sigue existiendo.
La hora violeta dura lo que dura la pena,
lo que aguanta el alma,
lo que puede resistir el cuerpo.
Entonces languidece y se va
pero antes ha teñido el horizonte
de un color que cuesta lavar.
Tras la línea el abismo negro,
la caída sin fondo,
el cansancio de la lucha,
casi la muerte o la muerte misma.
Sabes que el sol no es cruel,
sale para todos menos para ti,
al fondo del pozo no llega su luz
ni llegan los brazos ni las voces.
La hora violeta es una puerta,
lleva a una vida donde no hay vida.
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